29 marzo, 2024

La Constitución: el gran contrato

Imagine que toca a la puerta de su casa un vendedor, pero no de esos cualquiera que andan con corbatas sin combinar con su atuendo. Es uno vendedor técnico, experto en ventas, en técnicas neurolingüísticas, de fácil palabra, de buen vestimenta, de verbo florido; ameno, chistoso, ocurrido y hasta simpático físicamente.

Toca a su puerta esta suerte de ángel, maestro de la venta, y le propone a usted cambiarle la vida material, llenarlo de todo lo que usted necesita, proveerlo de cuanto usted sienta le haga falta, no importa cuánto cueste, no importa si usted no tiene dinero para conseguirlo; no importa, él lo consigue todo, le provee todo, le da todo; regalado, en bonos, en cuotas, en obsequios, cómo sea, pero se lo da y sin que usted haga el menor esfuerzo.

Ahora, para que semejante bondad sea cierta, según el vendedor estrella que con insistencia toca a su puerta, éste le pide una sola cosa. Que le firme un contrato. Un contrato de 444 cláusulas y que debe ser firmado de inmediato so pena de que no reciba nada de lo maravilloso que él ofrece dar, entregar, obsequiar, solo porque usted se lo merece; y se lo merece siempre que usted le diga el “sí, yo firmo”.

¿Firmaría usted un contrato de 444 cláusulas sin leerlo? Y si lo ha leído y no lo entiende: ¿Firmaría usted ese contrato de 444 cláusulas que no entiende solo porque le ofrecen con elocuencia y harta facundia un buen vivir, un mejor estilo de vida, con todo gratis, con todo fácil, con todo rebajado? ¿Firmaría usted ese contrato?

Hay unos ecuatorianos que dicen “SÍ” de largo a firmar ese contrato, sea que lo hayan o no lo hayan leído, pues creen en el vendedor. El vendedor los ha convencido, les ha vendido el producto y los ha conquistado a creer en que sí, en efecto todo lo prometido es deuda. Pero esa gente que “SÍ” firma el contrato de 444 cláusulas no se da cuenta que el vendedor solo vende, promociona y engancha al comprador: no es responsable directo por lo que ofrece.

Esta caricatura nos muestra la actual situación política como país. Rafael Vicente es el gran vendedor y nosotros esos expectantes compradores deslumbrados por un discurso de venta, unos; y hartos de sus mentiras descaradas, otros. La constitución política de un país es un contrato, un gran contrato donde el representante político nos ofrece planificar la vida en base a esas reglas mínimas, y nosotros tenemos que sopesar tales reglas a ver si convienen o no para nuestro porvenir.

¿Firmaría usted un contrato de 444 cláusulas sin leerlo? Y si lo ha leído y a pesar de en un solo párrafo encontrar varias interpretaciones de ese mismo artículo, usted dice entenderlo, me permito decirle con pena que se está mintiendo. Usted es parte de esos unos que deslumbrados por el discurso de venta de Rafael Vicente, ha sido deslumbrado… y de paso usted nos arrastra a todos a esa mentira. Sí, nos arrastra a todos con su voto. Con su firma por el “SÍ” a ese contrato de 444 mentiras nos arrastra a todos.

Un detalle curioso. Rafael Vicente, el gran vendedor, ha utilizado todos los métodos y técnicas de venta que otros vendedores han ejecutado cuando tocando la puerta de nuestras casas, vinieron a ofrecer de todo. Y esto, aunque sea evidente como el Sol, parece no importarles a esos que dicen “SÍ”.

Cuidado. “Yo te ofrezco, busca quién te de”.

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Aníbal y Roma. Rafael y nosotros…

La historia es una repetición de los hechos. Desde que el hombre existe, sus ambiciones siempre han sido las mismas. Tener poder, creerse mejor que los demás, abusar, mentir, traicionar, son codicias comunes a todo ser malo desde el comienzo de la humanidad. El satisfacer los requerimientos de la apetencia humana es imperativo y consustancial a la especie.

Entre las voracidades negativas que corroen su espíritu están la obsesión por tener el poder, el dinero, el egoísmo, la vanidad, la sobre valoración, la tiranía etc.

Hace siglos existió un hombre cuya ambición desmedida de poder lo llevó a someter bárbaramente a cada pueblo que podía. Este individuo prepotente y autoritario tenía como su máxima ambición el conquistar a la ciudad de Roma y través de esa conquista, subyugar al imperio.

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  1. EXCELENTE RAZONAMIENTO Y ME SUMO AL MISMO DESDE SU PERSPECTIVA, PERO, DESDE LA MIA, SI ALGUIEN VIENE A OFRECERME UNA CASA, ME ENTERO QUE EL VENDEDOR ES MENTIROSO, QUE ES UN EMPLEADO DE UNA EMPRESA QUE HA ESTAFADO A UN MONTON DE INGENUOS, QUE LA CASA PERTENECE A OTRA PERSONA, CUANDO ME TRAIGA EL CONTRATO PARA FIRMARLO, NO NECESITO LEERLO, SIMPLEMENTE ME NIEGO A ALGUN DIALOGO CON EL DESCALIFICADO.- CREO QUE SI LLEGO A LEERLO, DE ALGUNA MANERA ESTOY LEGITIMANDO LAS TRAFACIAS CONQUE INTENTA ENGAÑARME.

    SALUDOS / KROMER

  2. MUY BUENO SU RASONAMIENTO SR ROMERO, ESTA CONSTITUYENTE ES UN FRAUDE ANUNCIADO…NO DEVERIA HABER ELECCIONES.PERO COMO NO HAY A QUIEN QUEJARSE MI VOTO SERA NO Y MIL VCES NO, Y EL DOMINGO IR TODOS AL LLAMADO DE LA IGLESIA CATOLICA YO ESTARE EN LA AVE MACHALA…VIVA LA IGLESIA CATOLICA DE GUAYAQUIL……

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