6 octubre, 2024

Juan

La columna que me correspondía desarrollar para esta entrega he tenido que suspenderla. Las circunstancias sucedidas en el fin de semana pasado son de necesarísimo comentario debido a las consecuencias locales y la repercusión internacional que han generado.
Raúl Reyes, (alias de Luis Édgar Devia Silva; 60 años; Huila, Colombia) segundo al mando y vocero comunicacional, internacional y negociador general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue muerto por una acción armada de la fuerza pública colombiana, dentro de territorio ecuatoriano. Este es el hecho.
Ante esto, el Gobierno Nacional de Ecuador ha montado una batahola de reproches usando medios de comunicación locales e internacionales, enancado en la defensa de la soberanía del territorio físico ecuatoriano. Con un altísimo impacto mediático y retórico, el presidente Correa Delgado empuja –y sigue empujando- a la opinión pública a sólo debatir, manosear, estrujar y agotar el debate de la “agresión infame colombiana”, obviando que la frontera norte ecuatoriana es paraíso médico, de descanso, de abastecimiento y de impunidad de guerrilleros. Si un guerrillero duerme en pijamas en la selva, es porque el sitio donde pernocta es igual de seguro que su hogar. Para colmo hasta de “agache” se nos quiere dejar pasar las declaraciones del Comandante General de la FAE, Jorge Gabela Bueno: “nuestros radares estaban apagados al momento de la incursión”. Qué falta de profesionalismo más evidente de nuestra Fuerza Aérea, o por lo menos, del teniente general Gabela.
Álvaro Uribe Vélez llegó en el año 2002 a la presidencia de la República de Colombia montado en un solo caballo de batalla: la desmovilización de los grupos paramilitares dentro de su país. Las FARC, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) cargan encima una trayectoria de sangre, muerte, delincuencia y terror en toda Colombia, que inclusive ha manchado a los más duchos dirigentes políticos del país cafetero. La sociedad colombiana, cansada de la escandalosa administración de Samper Pizano, y de la burla que significaron las negociaciones emprendidas por Andrés Pastrana Arango, vieron en Uribe Vélez alguien de acción; alguien que por lo menos decida y salga del inmovilismo político. Y lo ha hecho.
Llamando a las cosas por su nombre, la administración Uribe Vélez no ha tenido empacho en calificar de terroristas y combatir sin pena alguna a los grupos armados irregulares en su suelo patrio. Y el teatro de operaciones de tales grupos no es solo Colombia. Se movilizan con libertad en los países vecinos como Brasil, Ecuador y Venezuela, siendo estas dos últimas repúblicas hoy presididas por simpatizantes de los revolucionarios Manuel “Tirofijo” Marulanda  y el ahora difunto Raúl Reyes. 
El Estado colombiano, solo en esta lucha por desmovilizar a los irregulares armados, toma decisiones unilaterales. Ese es su error. Error que se funda en la soledad de luchar contra un enemigo público interno, mientras los gobiernos de países vecinos le hacen la corte a FARC, AUC y otros subversivos. La fuerza pública de ese país persigue a los insurgentes, pero estos se escabullen a paraísos como Ecuador y Venezuela donde gozan una especie de fuero extraordinario. Tal vez por ser revolucionarios socialistas como lo son el presidente Chávez, o el presidente Correa.
¿Y ahora qué va a pasar? Yo les cuento: la OEA armará al apuro una comisión internacional para que venga a Sucumbíos y le de un vistazo a los agujeros que dejaron las bombas. Los comisionados se entrevistarán con quien consideren conveniente. Colombia seguirá aprovechando las oportunidades de alcanzar el progreso, y Rafael Correa Delgado habrá ganado tiempo para que su frankestein constitucional tome cuerpo en el vientre de Alberto Acosta. Esto va a pasar.
La soberanía no está en la tierra mostrenca de la selva, señores. La soberanía está en la ciudadanía que habita esa tierra. La autoridad y el poder en un Estado no es un sujeto con una banda presidencial sobre el pecho: la autoridad emana de la voluntad de la gente, que en elecciones libres elige. El Estado está para servir a la gente, y no al revés. Si Colombia cometió errores en la incursión –por los cuales ya ha pedido disculpas formales en todo foro-, nosotros cometemos otros y más o igual de graves. Tal vez al compañero Gustavo Larrea, alias Juan, le interese más el término soberanía – tierra botada en la selva ecuatoriana; así tiene donde llevar a acampar a los demás compañeros de lucha… y no hablo de boys scouts.

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