Uno de los defectos de la naturaleza humana es la aceptación de aquello que nos dicen que hagamos si lo que nos dicen que hagamos proviene de alguien a quien le tenemos miedo.
Cuando el ser humano se torna sumiso pierde su dignidad. Lo peor de no protestar por lo que no nos gusta es que quién lo prohíbe o el que lo prohíbe a nombre de quién lo prohíbe, sea un sobrevalorado que se crea el único que sabe lo que se debe hacer.
Desde cualquier lugar y a cualquier hora gracias a nuestra permisividad, se nos impone todo tipo de reglas.
Estas son de tal naturaleza y sobre tantas cosas, que las aceptamos sin preguntar; peor protestar. No hagas tal cosa porque te puede pesar o ahora no lo puedes hacer porque te friegas etc. Son actitudes sumisas que adoptamos sin saber si lo que se nos prohíbe es verdad o no.