28 marzo, 2024

El Guayas y los esteros

A nuestro juicio la parte más importante del paisaje natural y urbano de la ciudad de Guayaquil son la Ría (Río Guayas) y los Esteros. Aguas en movimiento que conllevan nuestras formas de expresión y de ser. Que, quizás, son génesis de nuestra idiosincrasia e inspiración. Que son parte fundamental de la conformación, silueta y expansión de la Ciudad. Son emblemáticos.

Estos elementos provocan temas que van desde lo poético y político hasta lo sanitario pasando por lo musical y lo romántico. Otorgan carácter a la Ciudad y sus ciudadanos, humedecen la temperatura y forman parte del ecosistema.
El Guayas:

Formado por la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo se extiende frente a Guayaquil en una gran sábana gris que se dirige al mar, llevándole sus arenas para endulzar sus aguas. Originalmente recibió buques de buen calado. Fue escenario de transacciones comerciales, de paseos domingueros, de carruajes y tranvías, de veleros y de muelles Hoy día los barcos no pueden entrar. El Río está sin profundidad, lleno de arena que debe ser drenada y sus aguas contaminadas que deben dejar de ser tóxicas.

Estacionamiento: Otro conflicto citadino

A todos los ciudadanos, usuarios del centro de la Ciudad, los hemos escuchado, frecuentemente, quejarse de la falta de estacionamiento; del tiempo que se pierde dando vueltas y buscando un lugar para parquearse; de los propietarios de negocios que colocan barreras al pie de su entrada para evitar que otros utilicen el espacio; de los que madrugan para ocupar un puesto durante todo el día y ser los más tardíos en retirarse; de los abusivos cuidadores de vehículos que sin autorización alguna se adueñan de las calles y las convierten en su patrimonio; de los que hacen doble fila; de los que parquean en sitios prohibidos; etcétera…

Como consecuencia de esta ausencia de espacios de estacionamiento, y, del uso indebido de las calles, y, del abuso del espacio público tenemos como colofón un tráfico lerdo, complicado y renuente al cambio en donde el tiempo se desperdicia y el estrés invade al conductor; en donde el vehículo recalienta, consume más combustible y poluciona el entorno. Si a esto le agregamos los semáforos descalibrados, los vigilantes haciendo prácticas y los que interrumpen las bocacalles, tenemos todos los ingredientes que fabrican el tan desequilibrante espectáculo del congestionamiento vehicular.

Entorno Urbano

El guayaquileño suele ser quejoso y poco cuidadoso de su escenario urbano y esto contribuye para la despersonalización del entorno dentro del cual se desenvuelve la vida urbana de Guayaquil.

Nuestra Ciudad tiene todos los elementos que son propicios para una presentación impecable de su urbanidad, Tiene cerros, río, esteros, planicie, malecones, monumentos, etcétera. Sin embargo, como en toda ciudad que avanza, existen detalles y circunstancias que la harían sentir descuidada. Veamos –a vuelo de pájaro- algunas de esos detalles y circunstancias.

En las calles: cables enrollados (léase tallarines) de energía eléctrica, televisión, telefonía, amarrados a postes inclinados por el peso o la tensión; basura en las cunetas; señales de tránsito y publicitarias amontonadas fastidiando al conductor vehicular y al peatón mismo; los grafitis ocurridos, oportunos, siempre ingratos con la estética de la Ciudad (existen excepciones); el tráfico con sus congestionamientos y caos –ya hemos hablado de ello-, el ruido provocando la costumbre de Ciudad ruidosa con el cuento que somos tropicales.

Las invasiones

Unos vienen a la aventura, otros con capital para montar un emprendimiento, otros, la mayoría, arrastran su pobreza en busca de nuevos días; pero, todos tienen un sueño, una utopía, una meta: un nuevo porvenir… Y nada mejor que venir a Guayaquil, ciudad de éxito, que puede ofrecer, con sus ancestrales y actuales logros, la posibilidad de conseguir lo soñado.

La pregunta que todos nos hacemos, y, todos intentamos responder es ¿Por qué se producen estas invasiones? Las réplicas son variadas: Las amenidades urbanas que oferta Guayaquil; un nuevo contacto social; posibilidades de empleo personal y familiar; un emprendimiento como logro y autoempleo; la búsqueda de servicios eficientes en salud y educación, que no poseen en el agro. Ante este espectro muchos caen en la informalidad y el pedigüeñismo.

Todos, absolutamente todos, son víctimas (¿?) de los vendedores de ilusiones –léase traficantes de tierras-. Pensamos, no eximidos de error, que la ingenuidad tiene un límite y ellos, los invasores, traspasan esos límites a sabiendas que van a ser engañados.

Ciudad vs Ciudadano

La ciudad nace para satisfacer las necesidades y amenidades ciudadanas: sociales, económicas, de seguridad, de intercambio. La ciudad nace –podríamos decir- antes del transporte, aunque el hombre nació con dos piernas para su auto movilización. Pero, para poder cubrir mayores distancias utiliza animales, luego con el descubrimiento de la rueda inventa el carromato y lo evoluciona hasta llegar al motorizado actual. Motorizado que copa los espacios públicos y, rápidamente, se va adueñando de los ámbitos que le son propios y propicios al ciudadano.

En otras palabras, el transporte –de cualquier tipo- fue inventado por el hombre para su propio beneficio. La ciudad es el escenario de ese beneficio. La ciudad es para el hombre. Es para el contacto social. Es para servicio del hombre y así debe entendérselo y así deben actuar sus administradores.

Hoy, el vehículo ha invadido la ciudad, sobre puebla sus calles y áreas urbanas. El vehículo es una metástasis que corre paralela al desarrollo edilicio, su extensión y su densificación. El ciudadano se aferra a una “comodidad” motorizada que copa los espacios que son de su propiedad. Nos quejamos de la contaminación ambiental pero tomamos naturalmente los escapes de los vehículos. Nos quejamos del ruido citadino, de la falta de privacidad, de la inseguridad. Nos quejamos de la ausencia de parqueo y contribuimos a su congestión.

Tráfico: Un conflicto de todos

Es un caos. Más que caos. Y algo más.

Las aglomeraciones están a la vista. Todos parecen tener prisa.

Hasta hace unos meses lo sentíamos en horas pico. Hoy lo sentimos a cualquier hora y todo el día. En cualquier lugar de la Ciudad.

Se sospecha una pugna de poder como causa colateral. No sería ninguna novedad en este Guayaquil de antologías.

Lo cierto es que ciudadanos peatones, conductores privados, transportistas, policías, CTE, Municipalidad. Todos, absolutamente todos estamos metidos en un caldo menestrón.

Regeneración Urbana

A vuelo de pájaro: todo cambio genera reacción contraria y su efecto es una factura que hay que cancelar. Los trabajos de regeneración en la Ciudad se agigantan y multiplican produciendo caos de tráfico, congestión, desgaste de motores, consumo de combustible, contaminación ambiental (ruido y polución) y el consabido estrés de conductores y peatones. Es decir, la regeneración urbana tiene un costo humano y económico.

El público se queja de la ferocidad de los aguaceros, de las alcantarillas tapadas, de la lenta velocidad de los arreglos, de la influencia del clima y –aunque no colabora- también se queja de las inundaciones sin preocuparse de no echar desechos sólidos y mantener limpios sus sistemas de drenaje, complementando el trabajo institucional.

Los urbanistas acusan al Cabildo de inexistencia de planificación, de falta de metas. Comparan el comportamiento urbano de Guayaquil con el de otras ciudades del planeta. Y, aquí, vale la pena un comentario. En la “praxis” urbanística existen dos tipos de planificación: la primera es total, algo rígida y de mediano y largo plazo. La segunda es puntual, flexible, de corto y mediano plazo y desarrolla la Ciudad por sectores, esperando y respetando las decisiones de los propios ciudadanos. A nuestro juicio en Guayaquil se desarrolla una tarea mixta con predominio de la planificación puntual. Y esto lo encontramos natural en una Ciudad que estuvo tan caotizada como la nuestra.

Expresiones Urbanas

Desde semanas atrás se viene produciendo una discusión de “Grafiteros y Creativos” con la Municipalidad de Guayaquil. Los unos hablan de reprimir el derecho a expresarse, los segundos mencionan la Ordenanza y el derecho de los otros. Y, en esto, también envuelven lo del “sexo explícito” del Salón de Octubre y los burros aparecidos posteriormente.

Tocar estos asuntos implica e indica una profunda dedicación temática para lograr justicia equilibrada en las relaciones Arte – Ciudad. Eso no lo pretendemos en este comentario. Solamente aspiramos a opinar, desde afuera, sobre un escenario espinoso y quizás –sólo quizás- manifestar un punto de vista distinto para ver y mirar el arte urbano.

Ciudad Aterrada

Es harto evidente en los resultados que, las medidas tomadas para reducir los delitos no son las mejores ni las más eficientes para reducir la inseguridad y el miedo en nuestra Ciudad.

No permite sorpresa que un asunto tan importante, tan esencial para la convivencia urbana, tan presente en los escenarios políticos, administrativos, medios de comunicación y en el diario vivir, se maneje como objeto inútil para fomentar la seguridad y la demanda de acciones que contribuyan a la tranquilidad ciudadana. La percepción, desde afuera, indica que, al usar los mismos controles y sistemas de siempre, se alejan de una visión global ajustada al accionar de los actores urbanos.

La inseguridad es una preocupación constante. La seguridad es una política de estado y un mandato constitucional. La tranquilidad ciudadana es un derecho irrenunciable e irrevocable.

Sobre el espacio público

“Deficiente uso de espacios públicos para la cultura” reza el titular del diario EL UNIVERSO del domingo 4 de Julio del 2010. No está alejado de la realidad. Pero y tampoco explica el porqué del no-uso de los mencionados espacios por parte de los usuarios citadinos.

Los entrevistados basan el poco uso en la falta o la limitación de los presupuestos de sus respectivas Instituciones. Cierto, muy cierto, desde su punto de vista. Aún se piensa que son las Instituciones Urbanas, Municipales o Gubernamentales, quienes a través de sus presupuestos logren activar una “cultura popular”. Visto así, no existe presupuesto que alcance.

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