28 marzo, 2024

El artículo 9

Desde mi espectro de educador me he negado permanentemente a decirle a la gente vote sí o vote no, pues me parece que es ofender la inteligencia de mis interlocutores, los cuales deben, tomar sus propias decisiones de manera argumentada y profundamente comprometida con la Ética personal, buscando sobre todo el bienestar de la gran mayoría de los ecuatorianos. Por tanto, procuro decirle… “lean la Constitución y entonces tomen la decisión que su conciencia les dicta con total libertad personal”.

Algunos me han dicho que esto no es muy realista habida cuenta de que se necesita haber llegado a niveles superiores a una lectura literal para poder comprender los alcances futuros de uno que otro artículo que el asambleísta nos plantea para nuestra decisión…

Discursos inentendibles

Las entrevistas matinales de los principales canales de televisión suelen ser mis preferidas. Pero no como pueda creerse por la “calidad” de lo que se expone ni por los exabruptos emocionales de algunos “periodistas” quienes más parecen artistas de teatro, no, no, más bien para mí son como “aprendizajes” vivenciales de aquello que debe mejorarse si queremos una mejor sociedad ecuatoriana…

El “victimismo”

Una de las conductas más cercanas a la patología psicológica debe ser lo que hoy daré por llamar “victimismo”. En la práctica la antítesis de la sana autoestima. Viene a mi mente después de recordar los legendarios aportes de Eric Berne y su “Análisis transaccional”, pues en efecto, y como el mítico autor decía… “la gente tiende a desarrollar transacciones interpersonales tramposas” cuyo propósito siempre termina siendo un conflicto…

Disciplina y sumisión

Desde que tengo memoria he escuchado a los “expertos” en política hablar de “disciplina partidista” para justificar el hecho de que uno o más miembros del partido obedecen o no la consigna venida desde las esferas de dirección a propósito de una que otra decisión importante en el Congreso, la Asamblea o cualquier Ministerio.

En resumidas cuentas, la “indisciplina partidista” se paga a veces con la exclusión y la condena pública. Lo mismo ocurre en los hogares, cuando muchos son los padres y madres de familia, cultivadores del inmediatismo en la formación de los más jóvenes, esmerados cuando valoran al “bien comportadito” o sea al más obediente ante su jerarquía sin dar espacio a la argumentación y al pensamiento crítico, otra vez mezclando la disciplina con la sumisión. ¿Cuándo cambiará esto?…

El poder es poder…

Interesante frase que recuerdo haberla escuchado de un famoso director técnico de la selección ecuatoriana de football, aquél que llevó a nuestro “equipo” –nótese que pongo entre comillas la palabra “equipo”- por primera vez a un mundial… el “bolillo” Gómez…

La motivación de poder es una de las más poderosas para quienes dirigen, hasta se llega a decir que los gerentes de alto nivel y de más éxito son aquellos que poseen elevadas dosis de “motivación de poder”, es decir aquellos que a través de sus actos llevan a la gente a hacer cosas, que se supone deben ser bien intencionadas y para bien de la organización a la cual se deben. Y en efecto, este “estratega” a quien yo preferiría llamar verdadero “líder de equipo” asumía en su labor gerencial deportiva que poder hacer cosas en conjunto y hacerlas con un fin común y previamente determinado le daba poder…

¡Vivir la libertad!

“Entre la causa y el efecto siempre hay un espacio en el cual tú decides”, acostumbra a insistir Stephen Covey, insigne investigador del liderazgo. Y es cierto… siempre se impone la capacidad del ser humano para optar, para elegir, para decidir, para hacer uso de su libertad en cualquier situación, hasta en las más trágicas tal cual nos lo explica Viktor Frankl en su obra –El hombre en busca de sentido-. “Aún en las peores circunstancias el ser humano conserva su libertad última, su capacidad de decidir y ésta es suya independientemente de los demás…”. Por tanto, la libertad, es un valor inconmensurable y fundamental para la vida misma, cuando es definida correctamente, no así cuando la asociamos al determinismo o a la famélica idea de que “es hacer lo que se quiere”. Ser libre en definitiva es ejercer la capacidad de optar, de decidir, aunque elija no elegir sigo haciendo uso de mi derecho… ¡vaya pues!

Sin embargo, esa libertad individual, humana, no vive sola, no se la vive en soledad, hay mucho más… Se apoya y se enriquece continuamente de otros dones maravillosos como la vivencia consciente de la responsabilidad, asumida como la capacidad de responder siempre alineado con los principios inmutables de la vida como el respeto, la honestidad, etc. Así también la libertad –éticamente- requiere de la consciencia intelectual, que hace que aprovechemos nuestros aprendizajes cotidianos…

Cambiar de actitud… ¿es suficiente?

Lejos de la controversia filosófica que exige una respuesta entre si… “vivimos una época de cambios o un cambio de época”, lo cierto es que para todo ser humano los remezones morales –por llamarlo de alguna manera- suelen darse todos los días, unos mayores que otros, porque en general la vida misma está matizada con “alteraciones” que ponen a prueba nuestras habilidades y destrezas personales y sociales para adaptarnos al mundo real tanto el interno como el externo. Hombres y mujeres hemos tenido que desarrollar “competencias” cada vez más específicas para lograr literalmente “sobrevivir” en una sociedad “mundializada” que exige mayor rapidez en el ajuste y toma de decisiones a veces inmediatas, así como nos cuesta desde nuestra individualidad entender que el aprendizaje se ha convertido en una necesidad para toda la vida si queremos tener éxito en la “pequeña aldea” que es el mundo en que vivimos. Vistas así las cosas un “cambio de actitud” parece aconsejable, aunque en realidad hay mucho más por trabajar…

La actitud puede decirse que es la respuesta tangible a un cambio más profundo que tiene que ver con nuestras CREENCIAS más representativas, con nuestros juicios de valor –diríamos- y con las virtudes que deberíamos intentar desarrollar por la práctica continuada de hábitos…

“Por sus hechos… ¡los conoceréis!”

Nuestro país sufre al momento una crisis terrible en su institucionalidad –o mejor dicho, de lo que queda de la institucionalidad-. La Asamblea Constituyente reunida en Montecristi perdió a su Presidente, quien sin dar más explicaciones que su rostro compungido y decepcionado, sorprendió a los ecuatorianos al salir –al parecer por su propia cuenta- del segundo cargo más importante del país. ¿Cuáles fueron los motivos?. Su salida se da en un momento en el cual la Asamblea cuenta –de acuerdo a las encuestas- con una baja impresionante en la aceptación popular y no son pocos los que la comparan con un Congreso Nacional de esos a los cuales no queremos ni referirnos. El capitán deja el barco en una tormenta terrible y cede posiciones a sus coidearios…

La percepción que siempre ha dado el señor Acosta ha sido la de un político serio, a veces intransigente, pero honesto en cuanto a su vida pública, por lo cual goza de cierta respetabilidad en algunos foros nacionales que hoy están manifiestamente sorprendidos. Ha sido su vida una muestra del concepto cuyas palabras definitorias me sirven para abrir el presente artículo, efectivamente…

En educación… ¿seguimos esperando?

¡Es increíble!. Vivimos una época nueva, diferente, que exige formas distintas de hacer las cosas, nuevos aprendizajes, otras perspectivas; los modelos han variado, hasta las reglas mutan para adaptarse a las realidades imperantes, el internet derriba fronteras y el inglés se convierte -en la práctica- en la lengua universal, los negocios se los promueve de otras formas y los viajes hacia el interior de la mente parecen darnos una idea profundamente interesante acerca de cómo la gente madura y adquiere conocimientos. Todo esto… ¿hacia dónde nos lleva?. Los chicos que hoy tenemos en escuelas, colegios y universidades desde ya comienzan a vivir las consecuencias de tanto desatino en las sociedades modernas. Les estamos heredando las dificultades pero en muy contados casos hacemos lo éticamente responsable como adultos que sería darles al menos las herramientas indispensables para que puedan enfrentar todo lo antes dicho. Me temo… ¡su lucha será más dura que la nuestra!

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