Se han perpetuado enormes atrocidades contra los ciudadanos comunes, porque la desigualdad de condiciones para defendernos contra los que ostentan el poder, son la característica de este sistema opresor.
No existe lucha justa, si uno de los contrincantes usa todo el poder conferido por la función que desempeña, para arremeter contra quién no tiene ese poder.
En una sabatina, el supremo me dijo que yo era aniñadito, violador, farsante, ladrón, perro, mafioso y que pertenecía a una pandilla de delincuentes entre otras cosas. No podía comprender como un mandatario que es nuestro empleado y dice representar y respetarnos, en forma chabacana y mentirosa decía tantas barbaridades sin fundamento contra mí. Este individuo no sabía con quién se metía. Mis amigos me dijeron que no hiciera nada, puesto que tenía todo por perder. Lo decían en vista de la perversidad y maldad de quien me insultaba. Les preocupaba como abusaba de su poder, el mismo que yo no tenía. Las probabilidades que yo lograra enjuiciarlo eran nulas, por el temor de los jueces en enjuiciar a semejante prepotente. Tenía dos alternativas: hacerle un juicio penal para lo cual la asamblea debía levantarle su inmunidad (lo que era imposible) o seguirle uno civil, con muy pocas probabilidades de que me lo admitan. Pese a eso y a base de lucha, perseverancia, sin influencias ni dinero, inicié una acción civil contra este difamador por diez millones de dólares, ya que me había insultado diez veces. Como prueba presenté el CD 67 de una sabatina, en la que este tipo junto a funcionarios, me profería todos estos epítetos. Como no podía negar que él estaba en ese CD, las causales fueron admitidas y el juicio comenzó. Soy el único que ha logrado enjuiciarlo. Frente a las mentirosas afirmaciones yo no tengo nada que desvirtuar. Mi vida es transparente y pública. El Ecuador sabe quién soy y a que me dedico. Mi profesión se basa en la vocación de ayudar y no de dañar. Probar que no había hecho lo que me decía, no solo que no debía, sino que ni siquiera me interesaba hacerlo. Por el contrario era él quién tenía que probar lo que me dijo.