18 marzo, 2024

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La institucionalidad democrática de Latinoamérica

Latinoamérica sigue en pañales. Nos lo ha recordado sin tapujos los recientes
eventos alrededor de la vida política venezolana. Los líderes de Unasur han
cacheteado abiertamente al prestigio de la democracia de nuestra región, pues
decidieron primeramente amparar a un compañero de club, marcado por las dudas
de un proceso electoral lleno de denuncias de la oposición venezolana, ofendiendo
innecesariamente la institucionalidad del alma de las democracia: su correcto
sistema y administración electoral.

Lo que ha sucedido en Venezuela, es el peor escenario al que se aspira llegar en una
elección democrática, en un diáfana e incólume democracia. Es que la obscuridad
y el sumarísimo proceso con que se manejó la situación electoral de la República
Bolivariana de Venezuela, la acerca más a ser el perfecto ejemplo de lo que jamás
debe suceder en ninguna sociedad que se considere democrática; donde el ganador
tiene todo el derecho de reclamar para si el triunfo, pero el perdedor, no pierde el
derecho de denunciar irregularidades y pedir sean transparentemente aclaradas.
Venezuela, su Consejo Electoral, su institucionalidad democrática, lamentablemente,
gracias a Tibisay y su imparcial equipo, se ha convertido en el manual perfecto de lo
que se debe realizar para hacer trizas al concepto de trasparencia electoral. No se
podría siquiera definir la palabra democracia, sin tener que precisar primeramente
el significado de trasparencia.

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