18 abril, 2024

Eres cada suspiro que respiro…

Tu amor es el añadido de un total,
Es un absoluto que se integra,
Una conclusión que me da mi identidad,
Un todo que me otorga todo; el indiviso que no se puede dividir.

Eres la disquisición de mis cuestionamientos,
Una perenne controversia de emociones y pasiones,
El punto de equilibrio entre mi locura y la cordura,
Un ensueño fundido en las entrañas de tu vientre.

No puedo sonreír sin tú reír,
Mi amor rebasa la frontera de los sin controles del querer,
No concibo mí conciencia si no es consiente para ti,
Soy un volcán de sensaciones que confluyen a romper silencios.

Te amo con los ojos del sentir; del percibir,
Eres una nube donde sueño sobre un reino sin palabras,
Musitas como un eco enmudecido por los ruidos del silencio,
Te amarras como un puerto al que me anclo para reparar mis soledades.

Tienes el susurro quedo que sosiega mi desasosiego,
Me enamoras en un mágico delirio con sus cantos de sirena,
Eres el lamento quieto de unas penas que no gimen,
Caminas un camino sin retorno a los sigilos.

De mi jardín eres el árbol más amado y reconocido,
Fluyes como un río torrentoso con sus aguas cristalinas,
Te suspendes desde el cielo que sostiene mis estrellas,
Eres cada suspiro que respiro…

 

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El gato bandido

Para terminar con esta serie de cuentos infantiles, en el que debería estar incuida la preciosa Historia que ya publiqué de Rubén Darío “Los motivos del lobo”, veamos ahora la arrepentida historia de Michín, “el gato bandido”:

El gato bandido
Rafael Pombo

Michín dijo a su mamá:
“Voy a volverme Pateta,
y el que a impedirlo se meta
en el acto morirá.
Ya le he robado a papá
daga y pistolas; ya estoy
armado y listo; y me voy
a robar y matar gente,
y nunca más (¡ten presente!)
verás a Michín desde hoy”.

Antes que tú

Definitivamente los tiempos cambian. Para poder entender esta poesía de Federico Barreto, hay que ubicarse en su tiempo, o cuando menos en la época en que los de mi edad o mayores, estábamos en los 15 abriles.

En esa lejana época, se creía que la mujer debía llegar virgen al matrimonio. Ahora los tiempos han cambiado. Hasta las ballenas usan bikini. Prácticamente el único traje de baño que se puede comprar de una pieza es un monokini, es decir, un bikini sin la parte superior. Al hombre le gustan las “grillas” que bailan el “perreo”, que gustan de jugar a la “ruleta sexual”, y las madres se ponen felices cuando sus hijas bailan imitando a Madonna, a Lady Gaga, a Shakira o a cualquier otra artista que baile con movimientos sensuales, o mejor dicho, sexuales.

La costumbre social ha ido calando fuerte en el alma del ser humano. Ahora es común que los enamorados vivan juntos y consideran una aberración el casarse sin haber probado si son o no compatibles sexualmente. Le damos demasiada importancia a lo material, a lo físico, al hedonismo, a la diversión. Como alguna vez me dijo una madre: “la que no exhibe no vende”. Sigo creyendo, capaz ingenuamente, que la mujer no es un objeto sexual que se compra y se vende. Para mí, la riqueza espiritual de la mujer es lo más hermoso que ella tiene. La moral debe ser respetada, así como debe ser respetada la mujer. A mi modo de ver es ella misma la que se degrada, al aceptar mostrarse desvestida en público y al permitir que se la mancille con las letras de las canciones y los insinuantes bailes actuales.

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