19 abril, 2024

La guerra en Ucrania y el aborto

“¿Qué puede ser más inverosímil que la realidad?” – Fyodor Dostoyevsky

Nuevamente la humanidad se encuentra demostrando lo peor de si misma, en esta ocasión en el intento de conquista de Rusia a Ucrania.

Guerras ha habido desde el inicio de la humanidad. La intolerancia del ser humano hacía la cultura de otros en ocasiones llega a su límite y el hombre se convierte en lobo del hombre como lo dijo Hobbes.

Lo que pasa es que ahora a través de videos se ve el horror de las guerras. Antes, éstas pasaban desapercibidas por la gente que no participaba en ellos porque como dice la frase: ojos que no ven, corazón que no siente.

Pero no puedo dejar de pensar en la similitud que hay entre las guerras donde sufría y moría gente, pero no se podían observar y por esto se pasaban por alto para el resto de las personas, y lo que sucede en el vientre de una madre que aborta, sea en la semana que sea. Un ser humano sufre, pero como no se lo ve en video muriendo, la gente no lo absorbe como tal. Debe ser muy triste para la madre, y peor para el ser humano que está adentro, quien al igual que Ucrania ve cómo el ser humano se convierte en lobo del ser humano.

Expresado esto, no me atrevería a juzgar a la chica que ha abortado. Ni desde un punto moral y menos aún, legal. Cada persona es un mundo y tiene una realidad particular. Solo esa persona sabe lo que ha vivido. El aborto es malo, pero la persona que comete ese acto no necesariamente lo es.

Por esto en la parte legal del tema, prefiero no meterme en este artículo, pero si expresar que lo de las 12 semanas ó 18 semanas de plazo, es algo totalmente arbitrario desde el punto de vista científico, entre otras cosas, porque no se enfoca en el particular ser humano del vientre, sino en un ser humano promedio de esa edad, que no es lo mismo. Mas se lo hace pensando en la madre que en el ser humano fecundado y quien va a llevar la peor parte.

En fin, debemos amar a los niños; son impecables como los ángeles; viven para suavizar y purificar nuestros corazones y, por así decirlo, para guiarnos. No los interrumpamos.

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