29 marzo, 2024

Endiosando lo malo

Mucho me temo que lo que está pasando en el mundo, es culpa nuestra. Los humanos, estamos endiosando lo malo.

Los valores, los principios, la actitud recta, han pasado a ser menos y lo que tiene valor, es la escoria, lo malo. Al menos en el cine y en la televisión, y me temo que también, en la vida diaria.

Ya desde hace bastante tiempo, vemos como se endiosa lo malo. ¿Recuerdan a Pedro Navaja? ¿Podría haber un ser más cochino, un proxeneta (en lunfardo le decían cafichos, o fiolos, aquí chulos u otros nombres), un hombre que vive vendiendo a las mujeres? La pegajosa canción, que lo describe como bacán, lo presenta como un tipazo. Las películas y telenovelas sobre la vida de narcotraficantes, hablan, como si fuera lo ideal, la vida de estos individuos: dinero, joyas, mujeres…, no se habla casi de las drogas, sino de la vida de esos facinerosos, prepotentes, provocando en quien mira estas series una envidia y un deseo de ser como ellos.

Cuando era pequeño, había una serie de relatos, que se conocía como “vidas ejemplares”, que hablaba de vida ya sea de santos, o de grandes personas, que hicieron grande el mundo. Eso desapareció hace mucho tiempo y ahora se habla de las ventajas de ser ladrón, narcotraficante, asesino, vividor, etc., es decir, estamos endiosando lo malo.

¡Creo que debemos parar el mundo y reflexionar! ¿Qué clase de mundo queremos para nuestros descendientes? Mi impresión es que estamos en el camino errado. ¿Es ese el mundo que queremos para nuestros nietos? ¿Nos estamos dejando arrastrar por la corriente? ¿Es que acaso pensamos que esa es la vida ideal?

¿A dónde se fueron los principios y los valores con los que nos educaron? Esto se ha ido desarrollando, mientras somos nosotros el grupo de arriba, los que deberíamos saltar, para defender el mundo.

¡Vale la pena pensar y cambiar el rumbo! El canto de las sirenas del “dolce farniente”, nos está llevando a estrellarnos y a destruir nuestras naves, por el mero placer y la falta de conciencia.

Salgamos del estiércol en que estamos sumergidos, y enderecemos nuestro destino.

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