29 marzo, 2024

Mi playa…

En mi vida hay una playa secreta.
En su silencio se escucha los cantos
del mar y el sonido del viento sin fin.
La blanca arena baja hacia el agua
que brilla como diamante.
Sus flores acarician mi piel mientras
murmuran palabras de amor.
Sin esta playa, estaría perdido.
Es mi refugio de soledad.
Un sueño mío; un abrazo que me ampara
cuando estoy triste o necesito acordarme
de quien soy.
Esa playa eres tú.
Tú me hiciste ese regalo.
Pienso en lo que ha pasado desde
la primera vez que te vi y me doy cuenta
que ha sido un tiempo de profunda intensidad.
Recuerdo mis paseos frente al mar mientras
respiraba la desesperación de no tenerte o la
maravilla de verte en un momento inesperado.
Veo como se ha escrito un cuento para los dos,
en etapas distintas pero por siempre entrelazadas.
Son esas cosas que nunca se definirán con palabras.
Tu mirada que me ha dicho que siga…
Tu voz que me ha buscado en los rincones…
Tu risa que me ha hecho sentir la prisa de la vida.
He amado tu dolor y tu alegría.
Me he enojado contigo y he vuelto corriendo hacia
ti porque siempre has dicho las palabras exactas
en el momento apropiado.
Siempre has sabido como mirarme.
Mi corazón es el mismo que comenzó a palpitar
cuando te conoció.
Desde entonces no ha cambiado y su latir
se ha hecho más sonoro todavía.
¿Hasta cuándo mis sentimientos podrán hacerte
olvidar tu vacío de soledad?
He intentado imaginar lo fatal que sería leer
una carta sabiendo que es la última que me escribes.
No lo podría soportar, créeme.
Aun habiendo sacrificado mi destino por verte
tranquila, no sería feliz por haber perdido
lo que me perteneció y se fue por esos
estúpidos juegos del destino.
Sin ti lo que me queda por vivir,
solo es un tiempo para morir.
Eres la única razón por la que me quedo
aquí en la tierra.
Mientras respire, viviré escuchando tu voz
en mi memoria.
Sabré amarte en los recuerdos, pero jamás seré
un obstáculo para la solución de tus problemas.
Lo que no soportaría es un cada te quiero
que no te escuche decir.
A fin de cuentas… si no te tengo,
nunca perderé mi playa y es únicamente ahí
donde estaremos juntos para siempre.

Artículos relacionados

Dolores Veintimilla de Galindo

Nació en Quito en 1830 y murió en Cuenca en 1857.

Esta escritora y poetisa ecuatoriana de altísima sensibilidad fue hija legítima de José Veintimilla y Jerónima Carrión y Antepara, lojanos acomodados residentes en la Capital. En su libro en prosa, “Recuerdos”, cuenta cómo fue su vida y cómo fue la engreída de su casa en su niñez. Allí relata el sentimiento que tuvo por un muchacho de 19 años, de quien fue amiga con el consentimiento de su madre, y a quien atribuyela mayor parte de sus buenos sentimientos. Al cumplir los 18 años, contrajo matrimonio en Quito con el Doctor Sixto Antonio Galindo y Oroña, Médico natural de Nueva Granada, quien vino a Ecuador a causa de las persecuciones políticas comunes en su Patria. Él se encargó de hacerle continuar su educación literaria. Tuvo un hijo y su esposo decidió viajar a Guayaquil, donde Dolores hizo numerosas y excelentes amistades, pues la ciudad le abrió las puertas. Luego de unos años, viajaron a Cuenca y luego su esposo viajó a Centroamérica, dejándola sola en Cuenca, donde resplandeció por su cultura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×