25 abril, 2024

Porque así siempre se ha hecho…

Trabajar en pandemia, ha obligado a las empresas industriales adoptar una serie de restricciones para adecuarse a las exigencias de los Códigos de Bioseguridad, especialmente relacionadas con observar “distanciamiento social” y otras medidas conexas de profilaxis, orientadas a reducir el riesgo de contagio por el COVID-19.

He tenido oportunidad de observar que en aquellas industrias donde la incidencia de actividades manuales es alta, hay operaciones que se ralentizan debido a que la reducción de operarios obliga a esperar que se cumpla una parte del proceso, para continuar la secuencia. Y eso al final del día, se expresa en mayor tiempo ocioso y pérdida de productividad.

Mi observación va a un punto concreto: se han mantenido los métodos de trabajo; y no se los ha redefinido para ajustarlos a las nuevas realidades impuestas por la convivencia con el CORONAVIRUS. Y el bicho —sin embargo de la vacuna— ha venido a quedarse para largo… Por manera que una tarea urgente si se quiere disminuir costos de producción y ser competitivos, reside en rediseñar los puestos y cadenas de producción. Insisto en que esto es crucial para los procesos de fabricación en que predomina la mano de obra. Pero también debe interesar a determinadas actividades administrativas y de supervisión.

Básicamente el rediseño al que aludo, implica desempolvar para adaptarlos a las nuevas realidades, aquellos preceptos del taylorismo tan comunes a la ingeniería industrial tradicional: estudios de tiempos y movimientos; análisis de métodos de trabajo; ajustes de curvas de aprendizaje y desempeño; formulación de estándares; y controles de desperdicios y calidad. En este enfoque cabe partir de las clásicas preguntas: qué, por qué, dónde, cómo y cuándo se ejecutan las tareas.

Se asombrarán cuando descubran la cantidad de eficiencia perdida por mantener viejas costumbres de producir así, porque así siempre se ha hecho.

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Probablemente no exista en el mundo impotencia que pueda compararse con la de saber que uno tiene la razón , mientras la corriente y las decisiones populares , producto de la demagogia y de la irracionalidad política, mantienen una orientación contraria, camino al abismo.

De poco ha valido comprobar que el gobierno de Correa es malo y que, pese a las correcciones sugeridas, se empecine en seguir siendo malo. La decreciente credibilidad de este gobierno, brindó a la temerosa oposición, al fin, la oportunidad de afianzarse en sus posturas críticas y de cobrar una envergadura que nos lleve al equilibrio requerido por toda democracia.

Pero nada de esto aconteció. Y el repudio que sentimos por este gobierno quienes no comulgamos con las históricas y contemporáneas estupideces de una revolución fracasada que se pretende reeditar, ahora corre parejo con el que sentimos por quienes insisten en creerse capaces de derrotar en las urnas, por sí solos, a un Correa debilitado pero más fuerte que cualquiera de ellos.

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