20 abril, 2024

La gente quiere redención sin compromiso

El Estado no crea empleos, pero el Gobierno debe ser el eje de políticas públicas para que la empresa privada lo haga gracias a la reducción de impuestos, eliminación de burocracia estatal y subsidios, liberalización comercial y el establecimiento de seguridad jurídica. Cualquier giro positivo que pudiera gestarse será de corto plazo sin que tengamos una nueva Carta Magna y se efectúen radicales modificaciones en leyes laborales. Indispensable será el combate a la corrupción, pero insuficiente a menos que el imperio de la ley y una plena institucionalidad coexistan armoniosamente. Junto con otras políticas de apertura financiera y competitividad las tasas de interés se derrumbarían, atrayendo inversión extranjera y generando prospección en muchos ámbitos.

Está comprobado que a mayor intervención del Estado en la economía, peor los resultados en productividad. El problema radica en que la gente, acostumbrada a las anacrónicas inmediateces del populismo, demanda respuestas y soluciones a sus carencias, pero es reacia a aceptar condicionamientos de previa austeridad y razonables tiempos de espera para que las medidas surtan efecto.

Parecería utópico gobernar con la razón y desde la institucionalidad, inexistentes por desconfianza estructural y la preferencia por regir a través de relaciones sociales y aleatorias alianzas de corto plazo. El cambio es posible, pero requiere liderazgo para sostener la palabra empeñada y promover fuerzas competitivas por un bien mayor mientras se aguanta la embestida del anarquismo.

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Elecciones Fraudulentas

¿Al parecer, como en los mejores tiempos del vandalismo republicano?. Los perdedores vociferan “¡fraude!”, los triunfadores dicen, con cierta intranquilidad, “Hay que proteger la votación, y estar atentos”, los funcionarios defensores del Concejo Nacional Electoral insisten en que las anomalías denunciadas son “solo errores”, total errar es humano.

Pero está, eso sí muy claro, que los baches técnicos, tecnológicos y humanos fueron en abundancia, como para que solo unos pocos estén de acuerdo en la transparencia del proceso electoral. Como que el olor a chamuscado o a pescado podrido aun huele y, ciertamente, muy fuerte. ¿Por qué aun no están, después de tantos días de las elecciones, proclamados los datos? ¿Cómo comprender, racionalmente, una tecnología de punta utilizada para un conteo que ha demorado más de lo necesario? Si no ha existido fraude y sí errores, el contexto en que tales sucesos se han dado es, quiera que no, el del engaño…

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