28 marzo, 2024

¿Por qué estamos cómo estamos?

¡Por la permisividad! Nos hemos ido desviando de nuestra mente y de nuestros objetivos. Cuando yo era niño, lo que están bien, estaba bien y lo que estaba mal, estaba mal. Lo bueno era aceptado y lo malo, castigado. Si no querías tener problemas en casa, tenías que portarte bien. Si te portabas mal, ya sabias el correazo o zapatillazo que te caía. Hay de ti si osabas reclamar, la tanda de golpes era peor, y duraba hasta que te convencías de que estabas errado y corregías tu forma de actuar.

En esa época, los hombres y los niños varones, de vestían y se peinaban como hombres y las mujeres y las niñas, se vestían y se peinaban como mujeres. Si alguno quería comportarse como alguien del sexo contrario, ¡no era castigado! Se le explicaba que no era lo adecuado y punto. ¡No había bulliyng! ni nada que se le parezca. Por eso, aunque habían algunos homosexuales, eran tolerados en la sociedad, que no hacía distingos entre homosexuales y personas definidas sexualmente.

Cuando comenzó la permisividad y se dejó de educar a los hijos (en parte porque ambos padres trabajaban, en parte por comodidad de los padres o por ociosidad de los mismos), y la enmudecedora de hogares pasó del comedor o la sala, a los dormitorios, sin control de programas y a cargo de las empleadas (que adoraban las telenovelas), todo comenzó a cambiar.

Volver atrás, en estos momentos es prácticamente imposible. El daño ya está hecho. Sólo queda recurrir a la conciencia paterna y materna, a la reflexión y al buen criterio de los seres humanos, para echar marcha atrás y volver a tener las riendas en los hogares.

¡Esto es URGENTE! Si no se despierta la conciencia de los mayores, el mundo está destinado a desaparecer, al menos, como hasta ahora se ha intentado mantenerlo.

La base de la educación y de la identidad sexual es en la infancia. Si no lo hacemos en ese tiempo, ocurre lo que ha ocurrido. La desorientación sexual mina la mente tanto del hombre como la de la mujer, y la osadía de las personas violentas inconformistas, llevan a creer que es permitido el asesinato de los no nacidos y a pensar que otras aberraciones, como la pedofilia, la violación o el abuso sexual, son expresiones normales de la sexualidad.

¡Esto tiene que acabar! ¿Qué clase de mundo queremos vivir? Si deseamos que el mundo continúe, tenemos que pensar en crear familias. Si lo que deseamos es que nuestros nietos y nietas sean los últimos seres del planeta. Instituyamos la homosexualidad y dejemos de reproducirnos. En pocas generaciones de negligentes (entre los que me incluyo), que no sigan la tendencia, morirá el último ser humano.

¿Reflexionemos! Permitamos que nuestros descendientes disfruten la maravilla del planeta y del verdadero amor.

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