25 abril, 2024

La diferencia

¡Todos podemos pecar! ¡Somos seres humanos y somos proclives a pecar! ¿Cómo podemos diferenciar entre un ser humano que peca, y un pillo de siete suelas que es agarrado infraganti en el robo?

¡Hay dos formas infalibles para encontrar la diferencia! La una, la insistencia consuetudinaria en el pecado y segundo, la falta de arrepentimiento. ¿Puede un hombre honrado pecar? ¡Por supuesto que SÍ! ¿Puede un hombre honrado ser inducido a pecar? ¡No debería, pero las circunstancias pueden llevarlo a ello, y es allí, donde el justo peca!

¿Cómo se puede distinguir entre un hombre de bien, que es inducido a entrar a una red delictiva y un delincuente común? Una de las formas más fáciles es su reacción ante el castigo, o la pena. Un hombre de bien puede protestar porque sabe que ha sido inducido a obrar mal, y considera injusto cargar con la pena por el mal proceder del delincuente que lo embaucó, pero reconoce la pena y aunque le duela, paga las consecuencias. ¿Cómo actúa el delincuente que urdió la trama delictiva y es descubierto en su delito? Siempre negará y tratará de buscar a quien embarrar, porque piensa que el delito, mientras haya más personas involucradas, nos toca pagar manos a cada uno.

No podemos meter en el mismo saco a un ladrón cínico y a una persona a la que se induce a cometer un ilícito si desea hacer negocio, porque el otro lado no hace negocio, sino negociado, y si te interesa entrar a hacer negocio, tienes que aceptar mis términos. En otras palabras, ¡si te interesa el negocio, tienes que embarrarte!

Hay una palabra que hace la diferencia entre un vulgar delincuente y un hombre inducido a pecar: ¡INTEGRIDAD! El hombre decente, como ya lo hemos dicho, puede pecar, pero al darse cuenta de su pecado, endereza y acepta compensar el daño. El otro, seguirá considerándose “perseguido político”, por haber robado con desfachatez, sin vergüenza y sin arrepentimiento.

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Se acostumbra a dar a un Presidente cien días para medir su desarrollo. El actual que según “su Constitución” dice haber sido reelecto, se ha tomado un mil ciento sesenta y siete días para hacer cero obras, cero producción, cero seguridad. Lo que si ha habido son enormes despilfarros. ¿Cómo se entiende?

Asegura que todavía le quedan un mil veintitrés días por gobernar. Hasta en esto le falla su matemática cuatro años son 1461 días (el bisiesto) o sea que se ha impuesto una buena yapa.

Y en todos estos largos y tediosos días de su show, comunismo retrogrado y absorbente, rebautizado Socialismo del Siglo XXI, hasta hoy solo ha hecho campaña política y asegurado una dictadura despótica; en la cual, al igual que el pronóstico del tiempo, hay que despertarse para ver si estás entre los buenos o, entre gallos y medianoche mientras cambian las “leyes”, te mandaron a la fila de los lacerados, de los apestados.

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