19 abril, 2024

Recordando a Saramago en Lisboa y lo más cerca que estuve de un Premio Nobel

Junto a mi esposo, visité Lisboa a finales del 2019.  Una ciudad cuyo encanto la hace parecer otro mundo, ¡y lo es! Nadie creería que en Lisboa un escritor vive de lo que escribe, eso en Guayaquil y en cualquier ciudad del Ecuador es casi un sueño. 

Por algo, tal vez, la librería más antigua del mundo está en Lisboa, la librería Bertrand, fundada en 1732.

Lisboa tiene múltiples atractivos, uno de los que más me gustó es que se puede caminar con total tranquilidad, por el día o por la noche. Me encantó recorrer las calles por el barrio bohemio de El Chiado y El Barrio Alto. Era otoño y de noche hacía frío, el viento helado se metía en los huesos a través del abrigo. 

Como visité la ciudad en noviembre, los parques y calles estaban ataviados con adornos navideños y algunas luces se encendían dando un toque más romántico a la ciudad. Este barrio antiguo, El Chiado, fue reconstruido en 1998, tras un incendio devastador que sufrió la capital portuguesa. Al Barrio Alto se llega por la Rua Misericordia, es un lugar a donde abundan grafitis y vendedores callejeros, es uno de los mejores lugares para escuchar fados, música típica portuguesa. Los dos barrios están limitados por la plaza Luis de Camoes, cerca de ahí, hicimos la fila para subir por el elevador de Santa Justa, en la Plaza de los Restauradores. Obtuvimos una vista espectacular de la ciudad y vivimos la experiencia de los ascensores de antaño.

Un lugar por el que pasé algunas veces fue el Arco de la Rua Augusta, para ir a comer en los restaurantes de la Plaza de Comercio, cerca del mar. Aquí, el devoto católico y admirador de la ópera, José I está en su caballo como protegiendo a la ciudad de cualquier amenaza. Cuenta la historia que como rey de Portugal él nunca gobernó y que en su lugar lo hizo el famoso Marqués de Pombal. Alrededor de la estatua ecuestre, los restaurantes están llenos de gente de todas partes del mundo y además de portugueses que quieren degustar de la deliciosa comida que en estos lugares se sirve. Y es que en cualquier lugar de Portugal la comida es deliciosa, sea de sal o sea de dulce, sobre todo los mariscos propios de la zona, y la gente es sumamente amable, tanto que sientes un poco extraño que te traten tan bien sin conocerte y siendo, además, extranjero.

Mi esposo y yo nos alojamos en un departamento en el barrio de El Chiado, podemos imaginarlo como una especie de Barrio Las Peñas, para ubicarnos en el contexto de Guayaquil. A pocas cuadras, hay pequeños restaurantes todos atestados de gente que iban a desayunar. Uno en especial se convirtió en mi favorito, era tan delicioso el desayuno que no me importaba hacer fila y esperar hasta que se desocupara una mesa, qué en sí, era un mínimo espacio con dos banquitos a donde teníamos que acomodarnos. 

En una de las caminatas fuimos al parque llamado El Campo das Cebolas, con vista al río Tajo, a donde, bajo un árbol de olivo, están enterradas las cenizas de José Saramago. Del Premio Nobel portugués, su novela, Ensayo sobre la ceguera, es una de las que más me gusta. Aproveche la oportunidad de tomarme una foto a su lado, bueno, a su lado “espiritual”, en su tumba. 

Frente al parque está la Fundación José Saramago, en la Casa dos Bicos, un lugar a donde se exhibe una exposición permanente y se venden los libros del autor. Además, puedes tener contacto con la vida y obra de Saramago, viendo videos, fotografías y otros documentos. Ahí entre las fotos de Saramago está su Premio Nobel, ante el cuál me detuve algunos minutos. Esa vez es la que más cerca estuve de un Premio Nobel (literal) e intenté experimentar el mágico sentimiento de recibir uno en mis manos… ¡pero Saramago era extraordinario! Sin embargo, Lisboa no es solo Saramago. Fernando Pessoa, es el escritor portugués por excelencia. Aquí las palabras de uno de sus poemas: 

“Si después de morirme quisieran escribir mi biografía

No hay nada mas sencillo

Tiene solo dos fechas

La de mi nacimiento y la de mi muerte.

Entre una y otra todos los días son míos.”

A Pessoa lo veíamos en su monumento, rodeado de las mesitas antiguas de los restaurantes, que te trasladaban a otra época y que solíamos frecuentar por las noches, a la hora de tomar un chocolate caliente o un café acompañado de natilla. 

Al volver al departamento entre la noche y la madrugada, el frío era intenso y la caminata era larga. Llegar y cobijarnos en la cama abrigada sintiendo el olor de Portugal, es la última noche. El sol sale y da su luz en medio del callejón, y llega el día en que hay que hacer las maletas para volver a Madrid y tomar el avión de regreso a Guayaquil. Ganas de no volver. Lisboa es mágica, pero había que regresar a casa. Yo volví con algunos libros comprados en Lisboa, guardados en mi maleta; con mis caminatas por Lisboa grabadas en mi memoria y su peculiar aroma entre antiguo y nostálgico, impregnado en los recuerdos de mi corazón.

 

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