24 abril, 2024

Consideraciones para una administración ética de los centros educativos católicos

No hace falta iniciar este texto con la descripción de las dolorosas consecuencias de la crisis sanitaria, social y económica que ha detonado el COVID-19 y a las que se enfrentan 1160 obras educativas católicas agrupadas en la Confederación de Establecimientos Católicos del Ecuador (CONFEDEC).  En cambio, me gustaría acudir a lo que el Papa Francisco hace 10 años decía con voz premonitoria: 

“Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas…Y hay que comenzar por lo más elemental… ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro” (Entrevista concedida a A. Spadaro, el 19 de septiembre de 2013).  

En efecto, se está librando una dura batalla, sin balas, contra un enemigo letal, invisible y desconocido. Pero, quizá lo más grave de esta embestida es que desnuda en muchos aspectos nuestra forma de proceder en situaciones extremas -como la de ahora- y contrasta hasta dónde estamos dispuestos a llegar en responsabilidad, solidaridad y comprensión del otro. Por eso es muy importante asumir una “ética” para situaciones de crisis, que guíe nuestro “obrar con sentido” para tomar decisiones orientadas al bien común (Botero, 2013).  

Antes de llegar a las 10 consideraciones que quiero compartirles creo necesario reflexionar sobre tres variables que determinarán la dirección y la magnitud de las medidas que consideraremos éticamente apropiadas. Me refiero a la morosidad negligente, la iliquidez en las cuentas del centro educativo y la disminución no intencional del alumnado.

La morosidad

El retraso en el cumplimiento de un pago establecido entre las partes es lo que comúnmente llamamos morosidad (Cabanellas,1993).  Siguiendo a Brachfield (2003), existen muchas causas que la provocan, entre las más importantes están la coyuntura económica, los malos hábitos de no pago y el marco legal. Resulta obvio que la crisis económica -que ya se venía agravando por los acontecimientos que paralizaron el país en octubre pasado-, se disparará como pocas veces en la historia luego de la “nueva normalidad” pos COVID-19. Según la consultora Pwc (2020), Ecuador tendrá un decrecimiento del PIB para este año del -7,95% asumiendo que estaremos paralizados 2 meses -y ya llevamos para la fecha de redacción de este artículo más de 80 días-. Y aunque predecir cualquier cosa tiene muchos riesgos, no cabe duda que de esta crisis todos saldremos más pobres, por consiguiente, la morosidad en los pagos por el servicio educativo se incrementará notablemente y habrá que discernir con misericordia sobre aquellos casos que requieran una atención particular.

Pero, la morosidad no es solo un problema ocasionado por factores coyunturales.  Lamentablemente, existe una práctica intencional de no pago que ha ido creciendo y va de la mano a la corrupción y la incorrección ética de muchos ciudadanos (Pascual y Bastos, sf).  La morosidad está tan arraigada que hasta se ha convertido en una “cultura” y donde el que evade, quien no honra una deuda o quien paga tarde y mal es visto como astuto y más sagaz que el resto.  En la escuela resulta una contradicción muy fuerte porque si allí se enseña valores sobre la honradez, la integridad intelectual, el respeto por los bienes ajenos, la veracidad, etc., resulta que los estudiantes no aprenden lo mismo del proceder de los padres y representantes morosos. En el fondo, si se mira bien, la morosidad negligente es uno de los síntomas de descomposición social y un fuerte llamado a la educación católica por instaurar una pedagogía de valores que funcione en serio en nuestras instituciones. 

Iliquidez

Cuando surgen dificultades por la falta de dinero para asegurar el normal desenvolvimiento de las actividades relacionadas con la gestión del servicio educativo se está, a lo que llamamos a grosso modo, con falta de liquidez.   Algunos centros educativos con pensiones bajas, a veces experimentan periodos de iliquidez porque simultáneamente se requieren pagar sueldos, pagar a proveedores, honrar contratos de infraestructura y solventar los imprevistos que nunca faltan. Ahora bien, si tenemos un presupuesto viable, aunque surjan esos episodios en los que no hay suficiente dinero en las cuentas, no debería resultar un problema grave porque los ingresos por pensiones y matrículas garantizan la capacidad de pago de nuestros centros.

Desgraciadamente, la realidad que se está viviendo -como consecuencias del paro nacional de octubre y COVID-19-, está ocasionando que un gran número de estudiantes no se matricule o se retire del centro, y entre los que se quedan, la morosidad aumente. Los centros educativos que se arrojan peligrosamente a situaciones de iliquidez irremediable no tienen posibilidad de pagar sueldos, contratos, impuestos y servicios básicos. Esto sí se convierte en un problema sin solución que lleva en muchos casos al cierre del centro educativo.

Disminución del alumnado

El tercer elemento que afecta negativamente la operatividad del centro educativo es la disminución imprevista del número de estudiantes.  Este es un asunto de mucha importancia porque en los últimos años se ha experimentado un aumento importante en la deserción escolar en la educación fiscomisional (Instituto Nacional de Evaluación Educativa, 2018) y adicionalmente se prevé que exista una movilidad de estudiantes de la educación privada y fiscomisional hacia la pública que, según ha publicado “Expreso”, en la costa llega a 30.000 estudiantes (Expreso, 2020).  Según el oficio del pasado 20 mayo, firmado por CONFEDEC, CORPOEDUCAR y FEDEPAL, alertan al Presidente Moreno de lo siguiente:

21 instituciones educativas han realizado procesos de cierre, tanto en la Costa como en la Sierra, dentro de los cuales podemos destacar al Santa Luisa de Marilac (Junta de Beneficencia de Guayaquil) 90 años de existencia, Santa Mariana de Jesús de Samborondón, Santa Mariana de Jesús de Babahoyo, Santa Ana, Colegio Francés (Esmeraldas), Antares, Balamar y la Fundación Nuevo Mundo, 40 años de permanencia, así́ como, 10 instituciones de la Arquidiócesis de Guayaquil. Esta situación se viene dando en razón de la acumulación en las carteras vencidas de las instituciones educativas, la cuales, bordean entre el 40% y el 60%. (CONFEDEC, CORPOEDUCAR, FEDEPAL, 2020)

Entonces, ¿Qué hacer para afrontar la tragedia de la disminución de estudiantes en nuestros centros educativos a causa del COVID-19? Para los centros de la Costa que valientemente siguen en pie, hay que analizar con cabeza fría la viabilidad de la obra educativa tomando en cuenta la morosidad, la liquidez disponible y el número de estudiantes con los que se ha iniciado el año lectivo. Con compasión, habrá que decidir las acciones administrativas que se tengan que hacer, capacitar de manera urgente a los colaboradores en el manejo de recursos tecnológicos, garantizar el acompañamiento pastoral y evitar que se pierda la calidad educativa con la “nueva normalidad” que se viene.

En los establecimientos de la Sierra, además de las acciones descritas para los de Costa, resulta urgente tomar acciones para que el próximo curso escolar nos encuentre mejor preparados.  Lo primero que se tendría que hacer es levantar una información sobre los estudiantes que permanecerán en el centro educativo para el siguiente año escolar.  Y aunque esa información no será totalmente confiable, permitirá establecer la cantidad de cupos para nuevos estudiantes y equilibrar el número que permita la operatividad.  En resumen, lo estratégico será obtener información lo más precisa posible y hacer las previsiones que correspondan.  En los casos, que se advierta pérdida de estudiantes y no haya recuperación posible, habrá que analizar la desvinculación del personal, la clausura de espacios y la reorganización de servicios.

En este contexto, 10 consideraciones administrativas para los centros educativos católicos en tiempos de pandemia

  1. Conoce más de cerca a tu alumnado, especialmente a los de las familias más vulnerables que hayan quedado más golpeadas por los estragos de la pandemia. Ofréceles algún tipo de descuento en los pagos, o la ampliación de plazos para la cancelación de valores atrasados o, por último, asesóralos para que encuentren un centro educativo de acuerdo a sus posibilidades. Conoce a las familias que podrían ayudar económicamente a otras, convirtámonos en vínculos de solidaridad. No te descuides de los morosos negligentes y revisa atentamente que la morosidad no sobrepase del 10% del valor de las pensiones que ingresan cada mes. 
  1. Evita los despidos y si no hay alternativa trata de desvincular laboralmente solo en los casos necesarios. Si no hay otra opción al despido, toma en cuenta si es cabeza de hogar, su edad -los mayores de 50 años tienen menos probabilidad de ser contratados- y sus condiciones de salud.  Recuerda que el trabajo es un bien familiar y social. 
  1. No está demás solicitar información a instituciones financieras sobre los requisitos para “préstamos de capital de trabajo” y si se diera el caso, puedas acceder a ellos si presenta problemas de iliquidez tu centro educativo.  Algunas instituciones gubernamentales como la Corporación Financiera Nacional (CFN) tienen posibilidades de préstamos con tasas inferiores a los bancos privados.
  1. Ahora más que nunca la gente se comunica por las redes sociales.  Los rumores, las noticias falsas y la desinformación son otras enfermedades sociales que acompañan al COVID-19.  Por eso es muy importante que haya una comunicación oficial emitida por la autoridad del centro educativo para informar de las decisiones o procedimientos a realizar. Evita enviar comunicaciones formales por WhatsApp, ni en documentos Word que se puedan alterar fácilmente. 
  1. Si se presentan dificultades de operación en el centro educativo, no te aísles. Comunícate con los directivos de otras instituciones, con autoridades de tu congregación, con el Obispo y con las autoridades educativas del Ministerio de Educación.  En situaciones de crisis el Consejo Ejecutivo, los Padres de Familia y antiguos alumnos pueden ser de gran ayuda.
  1. Aun haciendo lo mejor que se pueda de nuestra parte, se puede presentar el peor escenario posible, el cierre del centro educativo.  Habrá que anunciar la decisión, receptar las reacciones internas y externas de la ciudadanía y asegurar los fondos para honrar liquidaciones sin poner en riesgo el patrimonio de la congregación o los sostenedores de la obra educativa.
  1. No desatiendas el acompañamiento pastoral a tu comunidad educativa.  En situaciones anormales como las que estamos viviendo, un mensaje de fe, empatía y optimismo es lo que más se necesita, aún por encima de los contenidos académicos.
  1. Hay que prepararse con el conocimiento de datos para decidir mejor.  Se hace necesario compartir información sobre economía de escala, conocer protocolos que están diseñando otras instituciones educativas, intercambiar criterios sobre la efectividad de plataformas tecnológicas, adquirir equipos tecnológicos entre varios establecimientos para abaratar costos y tener mayor capacidad de negociación.
  1. Una de las cosas más importantes a realizar será la de establecer un nuevo modelo educativo.  No se puede dejar de participar en foros, conversatorios y capacitaciones que nos ayuden con insumos para replantear la escuela. Tener la mayor claridad posible sobre qué vale la pena enseñar, desde qué lugares es posible hacerlo con efectividad, cuál es la competencia didáctica que mejor se puede adaptar en estas circunstancias y cómo será el aprendizaje de nuestros alumnos… Estas son algunas de las preguntas que debemos intentar responder en los actuales momentos.
  1. Por último y quizá lo más importante: la oración, la conversión y el discernimiento.  Dejemos que Dios también nos hable a través del dolor y de las dificultades. Descubramos el propósito de esta desgracia en nuestras vidas, que el Evangelio nos ayude a ser lo que debemos ser en estos tiempos aciagos, y probados en esta tribulación seamos un poco mejores de los que éramos antes de haber empezado esta pandemia. No caigamos en el derrotismo, más bien preparémonos lo mejor posible, unidos eclesialmente y, como diría San Pablo, con la fe de Cristo quien venció toda desesperanza, porque, “en Él nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 3-5).

Trabajos citados

Botero, S. (2013). La ética cristiana al comienzo del tercer milenio: Una misión y un desafío. Bogotá: San Pablo.

Brachfield, P. (2003). Recobrar impagados y negociar con morosos. Barcelona: Gestión 2000.

Cabanellas, G. (1993). Diccionario Jurídico Elemental. Buenos Aires: HELIASTA.

CONFEDEC, CORPOEDUCAR, FEDEPAL. (20 de mayo de 2020). Oficio No. 019-CORPEDUCAR-FEDEPAL-CONFEDEC. Quito.

Francisco. (19 de septiembre de 2013). (A. Spadaro, Entrevistador)

Expreso. (22 de mayo de 2020). Coronavirus: El sistema fiscal se satura con estudiantes del privado. Expreso.

Instituto Nacional de Evaluación Educativa. (2018). La educación en Ecuador: logros alcanzados y nuevos desafíos Resultados educativos 2017-2018. Quito: Autor.

Pascual, J., y Bastos, R. (s.f.). La morosidad; un acuciante problema financiero en nuestros días. Obtenido de http://www.aeca1.org/pub/on_line/comunicaciones_xvcongresoaeca/cd/111b.pdf

Pwc. (2020). pwc.ec. Perspectivas económicas del Ecuador. Obtenido de https://www.pwc.ec/es/publicaciones/assets/2020/perspectivas-economicas-ecuador.pdf

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2 comentarios

  1. Concuerdo plenamente con el Hno Ricardo Orellana. A mi juicio, lo más importanre es repensar la Educación para un mundo que no conocemos y especialmente, además con la crisis de la Iglesia Católica para quienes educamos en centros escolares adscritos al catolicismo.Ardua tarea nos espera. Felicitaciones por sus reflexiones.

  2. Dios se hace cargo de todo y cuenta con nuestra disponibilidad y nuestra disponibilidad depende de nuestra fe y de nuestra inteligencia para tomar los mejores caminos. Personalmente después de su intervención me sentí iluminada y eso era Dios que se valió de su pensamiento claro, de su estudio y de su sensibilidad pedagógica cristiana. Tuve la impresión de que se metió por todos los rincones obscuros y emitió mucha luz para que todos los que allí estábamos y desde cada realidad con las rodillas dobladas tomemos las opciones misericordiosa con alumnos y docentes PP.ff. Estos grupos están en las manos de Dios pero también en las nuestras y ¡hay si nos equivocamos! Nada de proteger nuestras seguridades de ello que se arregle la providencia estamos en sus manos

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