25 abril, 2024

Olmedo en Londres

Extraña coincidencia que los dos guayaquileños más importantes de la primera mitad del siglo XIX, Vicente Rocafuerte y José Joaquín Olmedo, representaran en Londres a dos países no suyos. El primero fue Ministro Plenipotenciario de México, el segundo de Perú. A este último, el Congreso peruano le concedió la ciudadanía por servicios al país. Benjamín Carrión tiene una explicación para Rocafuerte “…pertenece a aquella época privilegiada en que las zanjas nacionales no se habían cavado aún profundamente, y podía la América Latina darse el lujo de tener hombres que, nacidos en cualquier lugar del inmenso territorio latinoamericano, eran en realidad ciudadanos de todo el continente”. Llama la atención que Carrión haya ignorado a Olmedo.  La fecha en que vivieron en la capital inglesa también coincidió. Ellos dos no se habían visto en años. Rocafuerte partió de Guayaquil en 1819, segunda ocasión que estaría muchos años fuera de su ciudad, llegó a Londres en 1825, mismo año que Olmedo, y vivió allí hasta 1829 que retornó a Méjico; Olmedo volvió a Guayaquil en 1828. 

Después de terminar su trabajo en Lima donde radicaba desde julio de 1822 por temor a represalias de Bolívar, Olmedo regresó a Guayaquil en 1823. En la capital peruana se destacó en el poder legislativo. Bolívar debe haberse arrepentido del impasse que tuvo con Olmedo al nombrarlo en 1825 representante de Perú en Londres y París. Tres años atrás Olmedo se había opuesto a la anexión de Guayaquil a Colombia, contradiciendo el interés del Libertador. Temiendo por su vida no esperó a que el Colegio Electoral decidiera el destino de Guayaquil y zarpó a Lima; él conocía el resultado desde antes de las sesiones. En carta del 29 de julio, 1822, que dejó a Bolívar    Olmedo puso: “Yo tomo, pues, el único partido que puedo: separarme de este pueblo mientras las cosas entran en su asiento y los ánimos recobran posición natural […] Yo me separo, atravesado de pesar, de una familia honrada, que amo con la mayor ternura y que quizá quedará expuesta al odio y persecución por mi causa. Pero así lo exige mi honor […], mi patria no me necesita; yo no hago más que abandonarme a mi destino”. Quien escribía era un Olmedo afectado porque su pueblo le había dado la espalda y consideraba que la ciudad ya no lo necesitaba. Debió ser el momento de mayor decepción en la historia del preclaro ciudadano.

Olmedo regresó a Europa, un decenio después de cuando vivó en España, como representante de Guayaquil en las Cortes de Cádiz. El propósito del viaje era conseguir un préstamo para Perú; antes de Olmedo, Bolívar había enviado a Londres numerosos emisarios de Venezuela, Colombia y Perú para conseguir financiamiento; unos tuvieron éxito, otros no; unos usaron parte del dinero para vivir fastuosamente en Londres, otros obraron con honradez, otros más se dejaron engañar por agentes deshonestos. En general los representantes de Bolívar se desprestigiaron, como lo afirmó Jeremy Bentham, el constitucionalista inglés más famoso de su época y consejero de Bolívar. Los historiadores bolivarianos especializados en las guerras de Independencia jamás se interesaron en conocer qué pasó con los millones de libras esterlinas solicitadas en préstamos a los inversionistas ingleses, primero a proveedores de armamento, luego a bancos especializados emisores de bonos por cuenta de Bolívar y finalmente vendiendo bonos a pequeños y medianos inversionistas engañados con altas tasas de interés. No hay detalles de las compras de armamento y demás implementos de guerra realizadas por representantes de Bolívar. Igual situación ocurrió con las compras desde Venezuela, Colombia y Ecuador hechas por Bolívar y representantes. Bolívar nunca se rodeó de financistas probos y capaces. El manejo de las finanzas era clave para lograr las independencias en el menor tiempo posible. A valor presente la deuda ecuatoriana de la Independencia equivale a más de 200.000 millones de dólares, más lo entregado por los guayaquileños.

El nuevo cargo entusiasmaba a Olmedo como lo indica en una carta a Bolívar: “Estoy esperando con ansia los papeles que me remitan de Lima sobre mi comisión. Quisiera que allá aprovecharan de la salida de algún buque para mayor brevedad”. Olmedo zarpó solo, sin familia, de la que era muy apegado, viajaba con fondos propios, no existen datos de que su viaje fuera pagado por el Gobierno peruano, pero sí de que pasó penuria económica en Londres y París, por varias causas. Manuel Cañete diría “…estaba destinado a pasar mil sinsabores y amarguras […] Angustiado por las dificultades que a cada momento le salían al paso impidiéndole salvar el crédito de la nación que presentaba…” Sorprende la aceptación de Olmedo del nuevo cargo sin estar informado ni preparado para lograr el propósito de su viaje: conseguir un préstamo para Perú. Eran épocas de informalidad y aventura. Hoy ningún ministro de economía viaja a un centro financiero sin saber el qué, cómo, con quién y cuándo. Olmedo desconocía lo que debía hacer, Juan García del Río, anterior representante no lo esperó en Londres, sólo conocía algo de lo que había hecho. Al arribar se dio cuenta de la trágica realidad: no había dinero para nada. El 22 de abril, 1826, Olmedo dirigió una carta a Bolívar: “Nuestra situación aquí no puede ser más desagradable. Entre muchas causas indicaré dos: 1a Que nos hallamos sin recursos para subsistir, pues no podemos recaudar un peso de los empréstitos anteriores…” Olmedo se quejaba que el Kinder, el intermediario, era “un hombre sin crédito, y lo que es peor sin fondos”; se sentía tan decepcionado que afirmaba no esperar nada del intermediario y “…nada tampoco del empréstito que vinimos a levantar”. Olmedo había llegado en el peor momento, los bonos de todos los países latinoamericanos estaban a la baja con enorme descuento. Los problemas no terminaban allí. Había otros más graves a corto plazo. Las letras sobre Londres que había traído por cuenta de la Legación del Perú y otras de sus propios fondos se habían convertido en incobrables por la quiebra de B.A. Goldschmidt, institución que causó graves perjuicios económicos a Colombia. Olmedo añadía: “Con estos datos ya puede Ud. formarse idea de la situación de los embajadores del Perú en Londres”. Acababa su comunicación con otro problema que Olmedo debía solucionar: “Pero esta causa, por odiosa que sea, no es intolerable para quien tiene aquí amigo y sabe vivir con poco. La causa principal de nuestro cuidado y de nuestra desgracia, es que ha pasado el 15 de abril, día en que debieron pagarse los primeros dividendos de este año, y el Sr. Kinder no los ha pagado, a pesar de que tenía en su poder fondos destinados a este objeto, y a pesar de las repetidas promesas que nos había hecho de cumplir con este deber, que es de la mayor trascendencia, Se ha· levantado con este motivo una tempestad en el comercio. Esta falta siempre es ominosa en todas circunstancias, porque el público en esta materia no discurre sino por los hechos y los pagos”. Afirmaba Olmedo que en Londres quien no pagaba por cualquier causa siempre se desprestigiaba. Su angustia para pagar a los pequeños acreedores era evidente: “Los  acreedores  no nos dejan   vivir un instante;   nos vienen a visitar en  tropel; se quejan, se lamentan,  nos piden explicaciones de este suceso;   nos piden esperanzas; en fin, no nos dejan:  porque si, como acabo de decir, la falta de  este pago es ominosa en todas circunstancias, en  las presentes es horrible y mortal; pues muchas  familias subsisten de esos intereses…”

En su carta Olmedo   pedía autorización a Bolívar para regresar pues él no podía hacer nada en Londres: “Si es cierto que Vd. me tiene algún afecto; si no es una mera fórmula la expresión de amigo de mi corazón con que Vd. cierra todas sus cartas; si algo merece el canto de Junín, y en fin, si Vd. cree que no he sido un hombre del todo útil a mi patria y a la causa americana, yo ruego A Ud. con todo el encarecimiento de que soy capaz, me envíe o mande que me envíen una licencia para volver”. Olmedo se sentía frustrado, había dejado a sus seres queridos para cumplir una misión imposible.

El episodio descrito prueba que Bolívar, a pesar de haber sido empresario, tenía muchos negocios en Venezuela, desconocía cómo funcionaba el mundo financiero londinense y por querer cumplir con una deuda moral que tenía con Olmedo lo envió a una misión condenada a fracasar. De su parte, Olmedo mostró ingenuidad en aceptar el trabajo y estuvo varios años alejado de su familia sin saber que una hija había fallecido. A diferencia de Rocafuerte, él no era comerciante, su padre Miguel sí fue emprendedor. Sobre la gestión de Olmedo en Londres José María Torres Caicedo, escritor colombiano del siglo XIX diría: “Solamente el vivo anhelo que animaba a Olmedo por servir a la causa americana, fue parte a que él permaneciese por tanto tiempo separado de su familia, a la que amaba con todo el fervor de que su corazón era capaz”. Torres concluyó que todos estos problemas “…llenaron su alma de amargura y le procuraron días de indecible pena”.

A 1827 Olmedo se enteró de la aprobación de la Constitución Boliviana que concedía al Libertador poder ilimitado convirtiéndolo en dictador; le escribió a Bolívar protestando por tanta arbitrariedad, renunció y dejó la Legación para regresar a Guayaquil en 1828. Nuevamente Olmedo debió enfrentar a Bolívar como lo hizo en 1822. Hasta su muerte, 1830, Olmedo no tuvo mayor contacto con él. Bolívar quiso ofrecerle el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Colombia pero se negó. Mientras estuvo en Europa, Olmedo vivió unos meses en París. En Londres tuvo la satisfacción de pasar agradables momentos con Andrés Bello, venezolano, de mente prodigiosa, filósofo, poeta, educador, político y diplomático. Por muchos años mantuvieron correspondencia fluida, las cartas han sido publicadas en un libro.

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2 comentarios

  1. excelente artículo, muy bien preparado y con datos que nunca antes, ni de broma los había escuchado, buen historiador, pero escribiendo la realidad de la historia. Felicitaciones

  2. Qué belleza leer, aunque poco sobre un patricio guayaquileño Don JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO Y MARURI, compañero de bancada en las Cortes de Cádiz en 1812 de mi patrono JOSÉ MEJÍA LEQUERICA, tribuno quiteño. Las difíciles, pero cordiales relaciones del Libertador SIMÓN BOLÍVAR y él. Quedan de manifiesto por varios ilustres historiadores latinoamericanos de su probo manejo diplomático con alto desprendimiento, y amor a la causa independentista, pues que vivía con estrechez económica y alentado por la amistad de ese grande de las letras: Don ANDRÉS BELLO, pero digno de emular a los actuales sátrapas políticos que tenemos en Ecuador, ya es hora de ejecutar la ley de punto final, para que nunca más estos vuelvan a representarnos, por anti ecuatorianos y corruptos desalmados.

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