18 abril, 2024

“10 años de detención por peculado”

Es el título de una noticia que se publica en un medio de comunicación escrito, para que mis amables lectores saquen sus propias conclusiones, con seguridad, se llenarán de indignación, igual que yo:

“El Tribunal de Garantías Penales de Santa Elena sentenció a cinco extrabajadores de un establecimiento educativo público por el delito de peculado. En este momento, los condenados se encuentran prófugos.

Durante la audiencia de juzgamiento, la Fiscalía presentó pruebas de ‘pagos indebidos’ realizados en un colegio militar de la localidad.

Entre estas evidencias se encuentra, por ejemplo, un examen especial realizado por la Contraloría General del Estado, durante el periodo de gestión 2002-2004. Ahí se determina un perjuicio por USD 3 376 al Estado, en el que tendrían responsabilidad los extrabajadores que se desempeñaban en funciones administrativas.

El Tribunal, conformado por Milton Pozo, César Vélez y Daisy Lindao, emitió sentencia condenatoria de 10 años de reclusión mayor ordinaria, una multa de US$300 y el pago de US$4 000 como reparación integral, a cada uno de los procesados.

Además, los magistrados solicitaron a la policía que busque y capture a los ahora sentenciados y que sean trasladados al centro carcelario de esta provincia. Ellos están incapacitados de desempeñar otro cargo público”.

Todos estos días, como en una telenovela, estamos viendo capítulo por capítulo, las audiencias del “Caso Bobornos”, en los que están involucrados el capo mayor que se encuentra prófugo en Bélgica y una veintena de sus colaboradores que fueron parte del mayor saqueo de la historia de nuestro atribulado país.

Comparando con la sentencia de 10 años de prisión del Tribunal de Garantías Penales de Santa Elena, impuesta a unos funcionarios que perjudicaron al Estado con US$3 376, da indignación saber que otros jueces sentenciaron a quienes cometieron robos monumentales, por millones de dólares a penas leves como el caso del exvicepresidente Jorge Glas, que seguramente pronto saldrá libre.

Son miles de millones que se robaron, verdaderas fortunas, que ahora con descaro exhiben su riqueza mal habida; grandes mansiones, yates, vehículos de

lujo, visten ropa de marca, incluso, se dan el lujo de aparecer, sin pudor ni vergüenza, en las páginas sociales de revistas y periódicos.

El capo mayor se da el lujo de hacernos conocer sus constantes desplazamientos en un jet ejecutivo, incluido guardaespaldas; hoy está en Argentina, mañana en Venezuela, luego en Cuba, Nicaragua, México, amén de los países de Europa; igual, se exhibe en un palco especial, mirando el Super Bowl, esos lujos son de un millonario que gasta a manos llenas, porque su fortuna es inagotable.

Con el dinero que nos saquearon, ¿cuántas necesidades se habrían resuelto?, ahora mismo, no se pueden hacer cirugías en los hospitales del IESS, porque les falta insumos y medicinas, no se puede pagar a tiempo a retirados y jubilados, no hay dinero para nada, terrible.

El país entero está a la expectativa de los resultados del juicio más importante de nuestra historia; nuestro apoyo incondicional debe ser a la valiente Fiscal y a los Jueces que, hasta ahora, han demostrado firmeza y valor y que no sean como los Jueces de Santa Elena que nos hacen pensar que la justicia sigue siendo para el de poncho.

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A todos los ciudadanos, usuarios del centro de la Ciudad, los hemos escuchado, frecuentemente, quejarse de la falta de estacionamiento; del tiempo que se pierde dando vueltas y buscando un lugar para parquearse; de los propietarios de negocios que colocan barreras al pie de su entrada para evitar que otros utilicen el espacio; de los que madrugan para ocupar un puesto durante todo el día y ser los más tardíos en retirarse; de los abusivos cuidadores de vehículos que sin autorización alguna se adueñan de las calles y las convierten en su patrimonio; de los que hacen doble fila; de los que parquean en sitios prohibidos; etcétera…

Como consecuencia de esta ausencia de espacios de estacionamiento, y, del uso indebido de las calles, y, del abuso del espacio público tenemos como colofón un tráfico lerdo, complicado y renuente al cambio en donde el tiempo se desperdicia y el estrés invade al conductor; en donde el vehículo recalienta, consume más combustible y poluciona el entorno. Si a esto le agregamos los semáforos descalibrados, los vigilantes haciendo prácticas y los que interrumpen las bocacalles, tenemos todos los ingredientes que fabrican el tan desequilibrante espectáculo del congestionamiento vehicular.

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