20 abril, 2024

Turbulencia

Lo más parecido a una turbulencia aérea, que he experimentado en tierra, ocurrió el día en que salí hacía mi casa, luego de dejar a mi mami muerta, metida en un ataúd, en la sala de velaciones; yo volvía a mi casa para cambiarme de ropa y prepararme para lo que vendría después.

Subí al auto, manejaba mi esposo. Desde el arranque, parecía que estaba sentada sobre un vacío, algo me halaba hacía abajo, como una succión con mucha fuerza, a la vez sentía los latidos de todas las arterias dentro de mi cabeza, mi cerebro iba a explotar. Mientras eso ocurría, un avión cruzaba el cielo por encima de nosotros, yo me agarré con fuerza de la manigueta sobre la puerta del auto, para no caer. Sentía que caería en el hueco, un hueco que no tenía fin. Mi cuerpo caería mientras mi cabeza estallaba. Era un dolor físico extremo, no he experimentado jamás algo parecido. Me sentí al borde de la muerte, y lo estaba. Y a la vez, me estaba resistiendo.

La mitad de mi composición genética caería en el hoyo eterno, ya había comenzado la descomposición, así como yo experimentaba explotar por dentro y desintegrarme. 

Me agarraba muy fuerte, tan fuerte, para no caer. Es la turbulencia más grande por la que he pasado en mi vida, y no fue viajando en un avión, ocurrió en el viaje de la vida, adentro de esta nave en la que flotamos todos, el planeta Tierra.

Y en este viaje, el de la vida, ¡sacudidas hay tantas! Que a veces nos preguntamos: ¿cómo logramos sobrevivir? Tal vez somos los más aptos…

Igual un día nos iremos, así que la teoría de la “supervivencia del más apto” la descarto enseguida. Llegamos, estamos y nos vamos y eso es absolutamente todo. La supervivencia del más apto es una teoría que se basa en la competencia, una de las características básicas del ser humano, alejada de su evolución superior, es una mentira.

Creo que lo que hay que encontrar es el “propósito” del instante. Decodificar el significado que encierra nuestro paso por la vida en el planeta. 

¡Qué horribles que son las turbulencias! ¿Quién nos garantiza un viaje a donde no aparecerán? Y así mismo es la vida, no hay garantías, no somos “mas aptos”, ¡solo somos! Ya lo dijo el dramaturgo.

Y aterrizando en las fechas, esta es la época de apariencia más feliz, pero a en la cual más de una persona se siente sacudida, a donde las diferencias que parecerían disiparse solo se disimulan; cuando se habla mucho del bien y de la bondad, pero son palabras que caen al vacío, apenas salir, ya se van desvaneciendo.

Supe de un proyecto de un grupo de chicas universitarias, han trabajado todo el año con familias migrantes; su idea era a fin del año, hacer un día de fiesta, aprovechando la época de Navidad; hacer un día de integración con un matiz educativo-cultural, luego de lo cual, se repartirían 300 canastas con productos, a estas familias.

Para financiar todo esto, han realizado algunas actividades durante el año. Pues bien, con lo recolectado armarán 30 canastas, y harán el día de integración cultural. Bien por las universitarias, van aprendiendo, esa es la vida, y en una proporción de 300 a 30 a veces, caen las cosas. 

Volviendo al día horrible de la desintegración del origen de mi mitad genética, me quedé sacudida, con resaca. La vida sigue golpeando, pero ya no me sujeto, experimento el vacío y esa sensación de caída hacía la nada… ¡hasta intento disfrutar! He leído, qué en medio de las turbulencias, corres del riesgo de amargarte la vida, pero no de perderla. El día de morir es un solo, solía decir mi madre.

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