23 abril, 2024

Rocafuerte, el más importante difusor de su época de ideas republicanas de EE. UU.

Vicente Rocafuerte Bejarano es el ecuatoriano más famoso en el exterior, patriota en varios países latinoamericanos, no sólo se interesó en la independencia de Ecuador, también luchó por la de México, Cuba y otras futuras repúblicas, además difusor de los principios democráticos en la región. Hay mucho por descubrir de la vida de Rocafuerte, lo que no se sabe de él, tomando en cuenta que vivió 33 años fuera de Ecuador durante tres etapas de su vida. 

Antes de Rocafuerte viajar a Estados Unidos, seguramente leyó a los enciclopedistas franceses y los Documentos Federalistas escritos por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, además de las obras de Jefferson, Franklin y otros y estudiado a fondo la estructura del Estado, incluyendo el sistema político estadounidense. Las sociedades secretas creadas por jóvenes hispanoamericanos, entre ellos Rocafuerte, para lograr la independencia de la América Española, escogieron Estados Unidos como centro de operaciones. Ya desde esa época, a ellos no les interesaba replicar las monarquías europeas en las nuevas repúblicas, ni siquiera la monarquía republicana; se interesaron en imitar lo que EE. UU. había hecho.

En las numerosas publicaciones y cartas de Rocafuerte se nota su admiración hacia la democracia y estructura de Estado creadas por los patriotas estadounidenses. Para él, la tarea de América Española era replicar lo hecho en el país del norte.  Él tradujo y publicó el libro Sentido Común de Thomas Paine. Fue escrito durante la época revolucionaria para proponer la estructura de Estado de la nueva nación; en un idioma que todos podían entender, Paine dejó escrito sobre cómo debía aprovecharse las habilidades del pueblo estadounidense, especialmente en el área económica-empresarial.  Paine fue pionero en expresar lo posteriormente llamado Destino Manifiesto. La obra de Rocafuerte Ideas Necesarias a Todo Pueblo Independiente que Quiere ser Libre, escrita en Filadelfia en 1821, recomendaba a las nuevas repúblicas adoptar el régimen republicano estadounidense. En el prólogo escribió: “Persuadido según mis propios alcances de que el mayor mal que pueda sobrevivir a una nación, es el caer en un error de legislación, y equivocar las bases de su Constitución, porque son males que después se convierten en incurables”. Rocafuerte continúa indicando que había leído detenidamente a Rousseau, Mably y Filangiery, entre otros pensadores europeos, y estando en EE. UU., tierra clásica de libertades se había convencido de que la Constitución estadounidense era muy superior a cualquier ley suprema de un Estado de derecho europeo: “…Vaga sin dirección la chispa del patriotismo, y es preciso dirigirla al grande objeto de conservar sobre las aras de la Independencia, la vivifica y brillante llama de la Libertad”. Él preocupado por la forma equívoca que estaban actuando gobernantes de las recientes repúblicas indicaba “…exigen que a la mayor brevedad se pongan de acuerdo nuestras ideas, nos persuadamos de las desventajas y perjuicios de las Monarquías, y de la grandísima utilidad del sistema popular, electivo y representativo como existe en la Ciudad de Washington…”

Rocafuerte vivió en Filadelfia, New York y Baltimore; la preferida fue la segunda, la comparaba con Londres, pero por encontrarse en Filadelfia la mayor cantidad de jóvenes que buscaban lo mejor para las recientes repúblicas, la definió como baluarte de libertad, centro de luz, asilo de oprimidos e inspiración de independencia. En una carta a Fray Servando Teresa de Mier, sacerdote pensador y cercano amigo, Rocafuerte le escribía que visitaría Saratoga Springs, pequeña ciudad en el estado de New York. He tratado de encontrar qué lo llevó a ese lugar y la única explicación es las aguas termales; posiblemente sufría dolores musculares o artritis. Es posible que durante su estadía en EE.UU. haya visitado otras ciudades importantes y en sus viajes en ese país Rocafuerte conoció a las personas más influyentes de la época, y escribió la mayoría de sus libros. Él, contrario a sus colegas latinoamericanos, consideraba que el pensamiento europeo había que descartarlo en las nuevas repúblicas. En su opinión el sistema político europeo era siniestro, ponía como ejemplo la obra de Maquiavelo y recomendaba seguir al gran Franklin. Del filósofo francés, Gabriel Bonnot de Mably, quien, entre otros temas, sostenía que debía abolirse la propiedad privada y auguraba un futuro muy corto a Estados Unidos, Rocafuerte fue duro crítico, lo tachó de falso profeta. Se lamentaba por la debilidad de la naturaleza humana, errores de talento y entusiasmo con que personas inteligentes admiraban la antigüedad, llena de defectos, y agregaba no estar sorprendido que muchos respetables americanos de mérito y virtud estaban a favor de sistemas monárquicos y eran seguidores de los Borbón. Otro patricio admirado por Rocafuerte fue George Washington de quien se expresaba en los mejores términos: patriota, virtuoso, prudente, activo y sublime; gloria de la raza humana y héroe de todos los siglos. No sorprende que de Bolívar, otro Libertador, tuvo actitud ambivalente. Hubo más críticas que elogios.

Para Rocafuerte la revolución industrial estadounidense era mejor que la inglesa, además de la aplicación de las ciencias. Para él, la Santa Alianza creada después de la derrota de Napoleón, pretendía preservar las monarquías y no apoyar el republicanismo. Mientras existiera, Europa no progresaría. Entre las fortalezas que Rocafuerte encontró en la vida estadounidense estaban los principios religiosos, concretamente el protestantismo. Esta reflexión es importante tomando en cuenta que la propuso 80 años antes que Max Weber en su obra La Ética Protestante y el Espíritu de Capitalismo. 

En resumen, Rocafuerte hizo lo que estuvo a su alcance para que las nuevas repúblicas adoptaran la Constitución e instituciones de EE. UU.; para él, era el país que representaba la esperanza de la raza humana. Estaba tan convencido de que los principios democráticos serían una realidad en su región, que afirmó “Las tierras del verdadero liberalismo habría de ser en adelante el continente americano”. Para él ningún pueblo había extendido en tan corto tiempo el horizonte de su doctrina liberal y felicidad como el estadounidense. Las buenas intenciones de Rocafuerte y demás pensadores latinoamericanos como Torres, Mier, Vergara y otros quedaron en simples deseos; las nuevas republicas creadas no se asemejaron en nada a EE. UU.. ¿Por qué Rocafuerte no participó en la redacción de la primera Constitución de Ecuador? Él tenía muy estrecha amistad con José Joaquín Olmedo. ¿Por qué las primeras leyes que se dictaron fueron réplicas de las obsoletas españolas? Comenzando por el reglamento de comercio tan absurdo que los patriotas guayaquileños interpretaron que barcos que pasaban por Guayaquil tenían que pagar aranceles sobre carga que iba a otros países. ¿Por qué Villamil, ciudadano de Luisiana, no tuvo participación activa en la construcción de las leyes y normas y esperó a que fueran promulgadas para criticar duramente lo que se había hecho en un extenso comunicado publicado en el Patriota de Guayaquil?

Bolívar fue el indicado para crear una gran nación, pero fracasó rotundamente con Gran Colombia. Él fue admirador de EE. UU. («…el pueblo norteamericano es un modelo singular de virtud política y rectitud moral; [ . .. ] esa nación nació en libertad, se crio en libertad y se mantuvo sólo por la libertad”) pero admitió que los pueblos que lograrían la independencia jamás serían como EEUU. Para él los latinoamericanos estaban destinados al triple yugo de la ignorancia, tiranía y vicio, «Pienso que sería mejor para América del Sur adoptar la forma de gobierno del Corán antes que la de los Estados Unidos, aunque la última es la mejor en la tierra«.

Hoy América Latina sigue siendo la tierra prometida del futuro, que nunca llega; vive de crisis en crisis, si no es política, es económica o social.

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