19 abril, 2024

¿Estamos en el camino correcto?

Me temo que, sobre este artículo, varias personas estarán en contra de lo que expongo, pero me veo en la necesidad de hablar sobre este tema. El mundo, en mis 75 años de vida, ha cambiado… ¡y bastante! Cuando nací, la palabra valía más que cualquier documento. Bastaba el honor de la palabra para certificar lo acordado. El compromiso entre dos personas que se amaban, con sus altibajos, se respetaba. Para la mujer, la virginidad era prueba de su honra, y era más bien común, que una mujer llegara virgen a su matrimonio. El hombre (siempre el hombre), con su machismo, buscaba hacer de las suyas y la mujer, sufrida tenía que aguantar una vida de dominio. A Dios gracias, esto, que era muy malo, sí se acabó y ahora, con la igualdad, en vez de que haya desaparecido lo malo, se extendió al otro sexo.

Pero no quiero desviarme hacia ese lado, ¡quiero tocar un punto que me preocupa más! Cuando llegué a la juventud, la edad normal para el matrimonio era alrededor de los 25 años para el hombre y de 20 a 22 años para la mujer. Las abuelitas, cuando una jovencita llegaba a los 22, se empezaban a preocupar, ¡porque se podía quedar en la percha! Estas ridiculeces al fin pasaron, ya que el matrimonio no es para salir de la percha, sino para hacer una familia. Hablo de esto, pues, en los momentos actuales, con la estupidez de los derechos de las minorías, a las que se les ha dado mucho más valor que a las mayorías, ya les comenzamos a dar más valor a esos derechos que a la lógica, a la razón, a la religión y a la sindéresis.

A Dios gracias, ¡aún no se ha perdido el eslabón de la religión! Y por eso aún continúan los matrimonios y todavía encontramos hogares bien formados, en los que se mantiene el amor, el respeto, la vida en pareja, la formación de los vástagos, aunque el maldito fantasma de las drogas amenace con terminar de destruir la moral establecida.

¿Qué es lo que está ocurriendo? Dando paso a la moda, las mujeres quieren un espacio más de libertad.  Con la moda del trabajo femenino, vino la preparación académica de la mujer, cosa muy loable, pero que, añadido a las consecuencias de ello, ha logrado una incompatibilidad con la formación de las futuras generaciones. Ahora la edad para formar un matrimonio se ha atrasado. Lo común es que la mujer se case después de los 30 a 35 años, y los hombres entre los 35 y los 40 años. ¿Influye en algo este retraso en la formación de matrimonios? Me temo que ¡sí! ¿Hay algún otro factor que influye negativamente? ¡También! Las parejas que son padres más tardíamente ya no tienen la juventud para poder dedicarse a enseñar y a educar a sus hijos. Por otro lado, como ambos trabajan, los niños están al cuidado de las niñeras o las empleadas (algo similar a lo que ocurría en la sierra, donde el dejo serrano era parte de la educación, o el trato con las longuitas que los cuidaban), ven los programas que ellos ven en TV. Los padres llegan cansados al final del día, a medio revisar las tareas del día siguiente, preparar las loncheras. El embrutecedor familiar, ahora presente en el comedor, impide la sobremesa antigua que permitía hablar sobre la familia, la bendición de la mesa ya desapareció, el otro asesino de la familia (con el nombre de celular, tablet, video juego, o como quiera llamárselo), ha sustituido al diálogo.

¡Creo que hay que volver hacia atrás! Para ser padre o madre, hay que ser joven, para tener la fuerza y el coraje de pelear por los hijos, de educarlos, de formarlos, de inculcarles los valores morales, cívicos y naturales. No debemos permitir que basados en teorías absurdas, irreflexivas y malignas, pretendan destruir la juventud del mañana, a la que, nosotros, con el absurdo de la moda, ya la estamos relegando y dejando en manos de la droga, el vicio, y los excesos.

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Aguardiante de Ajíes

Siempre terminamos llegando a donde nos acogen, a donde nos esperan. Se trata de la esperanza. De comprender que vivir es bueno. Que hay un sitio donde protegerse: de la lluvia, de la nieve, del sol inclemente, de la noche que nos trae fantasmas y bruma. Es una invitación a caminar: yo camino, tú caminas, todos caminamos y nos encontramos en el camino.

Es mirar adentro, centro de todo lo que nos pasa. La esperanza de ver morir el conflicto y ver nacer la alegría de las nuevas oportunidades. En la mañana yo espero que al nacer el nuevo día, el nuevo tiempo traiga la solución de algunas cosas y en la noche ya no espero lo que no pudo pasar en el día. Empiezo y termino, estoy vivo para el ahora, vivo para el momento, existo despierto, para existir y cantar, bailar, el gozo de decir: “te amo”, para aceptar que mi muerte también esta ocurriendo ahora, que la muerte nos pasa al otro y a mí, que trae la despedida del conflicto y de la alegría.

2 comentarios

  1. Creo que el tema de los matrimonios que, hoy en día se celebran cuando él y ella han sobrepasado los 30 años de edad debe ser abordado en los cursillos prematrimoniales, al igual que otros temas conexos. Los hijos de las parejas serán felices únicamente si reciben de sus padres la atención cálida y amorosa que requieren.
    Me parece muy bien que hayas abordado este tema.

  2. ¡Muchas gracias, Armando!
    Desgraciadamente, si el sacerdote habla de ello, después ¡le van a echar la culpa de hacer que se casen antes! Es más bien, una reflexión para los jóvenes.
    ¡Para casarse hay que tener conciencia de lo que se hace! ¡hay que conocerse!, no tanto físicamente, como la gente cree, sino espiritualmente, conocer su familia, conocer sus guastos. ¡Hay que ser sinceros! Es preferible abrirse a tiempo y ¡no hacer más daño a la otra persona! ¡El Matrimonio NO ES UNA SALIDA! es la entrada a un mundo maravilloso, si se tiene la entereza de querer formar un hogar. Tanto el hombre como la mujer, deben poner a un lado sus egos y que sea el amor, la guía para que el matrimonio sea feliz y pueda cumplir con su objetivo: Criar hijos nobles y buenos, sin vicios, trabajadores que formen luego familias con el modelo de las familias donde se criaron.
    Un abrazo
    JFGR

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