25 abril, 2024

El ferrocarril de Pasaje-Machala

Vuelvo a insistir en este tema del Ferrocarril del Sur, en ese tramo de la provincia de El Oro.

Lo hago, porque al no existir rastro de aquellas instalaciones, quiero resaltar la importancia de tales vías, -al igual que las otras, anteriormente comentadas, o reproducidas del Internet-, por cuanto cumplian, una gran labor social y comunitaria.

En El Oro, los hacendados, vivían en sus casas de hacienda, -dentro de sus propias haciendas-, con su esposa y sus hijos y más allegados en ciertas ocasiones.

La línea férrea, pasaba en ocasiones, frente a su(s) casa(s), y el “Carril”, como curiosamente lo llamaban, a esa especie de autoferro, les servía de transporte escolar hacia la ciudad y por supuesto, sus vagones-plataformas, trasladaban los sacos de cacao y otros productos agrícolas alimenticios, que también lo aprovechaban los campesinos y pequeños propietarios.

Las Hnas. Romero-Cruz, lo utilizaban para asistir a la escuela/colegio de la Inmaculada, ubicada en Machala y al término de la doble Jornada escolar, lo tornaban en la estación de Machala y se bajaban, justo en su “Casa de hacienda”. Otras familias entre las que recuerdo, los Castro Benites, sus hijos/as mayores, en el Cambio del Guabo, también lo utilizaban para similares tareas y estudios primarios.

Para la etapa de estudios colegiales, los orenses de Machala, Puerto. Bolívar, Sta. Rosa y Pasaje, emigraban a Guayaquil, para que sus hijos estudien en los Colegios Privados, generalmente confesionales, que gozaban y gozan de ser buenos establecimientos educativos, sin desmerecer a los Colegios Fiscales y Privados de la ciudad de Guayaquil, que también gozaban y gozan de buena fama.

Durante la Invasión peruana de los años 41/42, -del siglo pasado- ocuparon las fuerzas del ejército, del vecino del sur, las Provincias de Loja y El Oro, al ser provincias fronterizas. Hecho doloroso para los ecuatorianos, que impulsó la migración de los orenses y lojanos a Guayaquil, no tanto, en aquellas circunstancias, por mejorar el nivel educacional de sus hijos sino, por supervivencia, hasta que se logró la pacificación y la firma de la paz, y el retiro de las fuerzas militares peruanas de estas dos provincias ecuatorianas fronterizas. .

El éxodo de estas familias que huían de la invasion de sus ciudades y haciendas, lo hicieron a pie, a través de las derivaciones de los Andes, hacia la Costa y avanzaban, con sus mulos y pequeñas pertenencias y vituallas, hasta el Puerto de Balao, donde embarcaciones nacionales, públicas y privadas, los recogían y los conducían, vía marítima y por el río Guayas, a la ciudad de Guayaquil, bien sea a albergarse en casa de parientes y/o en albergues preparados para ellos, a fin de que escojan su futuro y continúen la formación de sus hijos.

Firmada la paz con el Perú -cuyas consecuencias territoriales ya lo hemos comentado en otras “cartas”-, algunos agricultores, regresaron a sus poblaciones y casas de haciendas, pero sus hijos, se quedaron a vivir en Guayaquil. Y se quedaron a vivir en Guayaquil, algunos para siempre, aunque jamás perdieron el amor a su terruño y ni sus características personales, éticas, morales y sociales.

Esa es la historia del “Ferrocarril del Sur”, que quería adicionalmente comentarles.

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