28 marzo, 2024

La libertad no paga deudas

Los indicadores económicos hace tiempo reportaban que estábamos muy mal, pero ¿cuán mal? Moreno finalmente admitió una verdad sentida en el bolsillo y reconocida en la casa, pero solo lo hizo cuando Correa había finalmente partido al exilio. Si los gastos efectuados desmesuradamente ocurrieron durante su ausencia de la Vicepresidencia, ¿quiénes son entonces los responsables? Podríamos concluir que el llamado “milagro ecuatoriano” fue solamente propaganda barata de la Revolución Ciudadana usada para ocultar una realidad plasmada en el desempleo, la falta de inversión privada y el decrecimiento económico. ¿Quién promueve entonces el pánico económico, quien oculta la verdad o quien delata la realidad?

Hablando de transparencia, muy en boga últimamente, falta entonces que el mandatario haga público lo que aún no sabemos, el verdadero nivel de la deuda del país. ¿Cuándo lo hará y qué hará para enfrentarla? Según Carlos de la Torre, “deuda interna es como deberle a la esposa”. Si Moreno avalase el enunciado del eminente ministro, nada difícil sería que no divulgue el tamaño de la farra que Correa gestó en sus 10 años de mandato. De cualquier manera, igual se sabrá en la medida que el país se libere de esta dictocracia.

Parecería que el propio Moreno sintiese mayor libertad con la partida de su exjefe. Si la apariencia de libertad aplacase en algo la hecatombe económica producida por Correa y compañía, bienvenida sea. Sin embargo, la realidad es que la libertad no paga deudas y con grilletes tampoco es libertad.

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Tenía como cuarenta años y se me metió la idea de tocar piano. Soñaba con ejecutar el concierto número uno de Tchaykovsky y también un sueño de amor de Lizt. Muchas de esas melodías las había aprendido desde niño, ya que mi madre era concertista de piano y diariamente las tocaba. Por esa razón, desde muy pequeño comencé a amar la música clásica.

Por esas cosas propias de mi vehemencia, me vino la obsesión de tocar el piano. Mi mamá tenía uno hermoso que se lo había dado a mi hermana que vivía en Quito. Fue tan grande mi insistencia, que me lo mandaron a Guayaquil en uno de los camiones de la empresa de mí cuñado. Una vez llegado, cogí el instrumento y lo hice reparar para dejarlo a punto para mis lecciones de música. Mis hijas como siempre; imbuidas por mi energía y entusiasmo, también quisieron aprender. Así las cosas, por intermedio de mi mamá, contratamos al profesor Potes.

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