20 abril, 2024

2016

La sinfonía de la vida  toca sus aires marciales. Todo momento, instante, el tiempo naciendo. Se nos lleva este año y nos trae otro y luego otro, otro. El tiempo me ve morir; nos ve llegar y padecer. Implacable, irreflexivo, irregular. ¿Dónde estás tiempo que nos ves aparecer y nos ves ir? Hoy el 2016 que nos trajiste se fue, como el huerto de los olivos se seco un día para no florecer jamás. Como el monte Carmelo, seco como un cuento  de navidad contado el día de los muertos.

“Quiero vivir”, grita desaforado el 2016, mientras el 2017 se acerca a la puerta del horno para brotar fresco, jovial, luminoso, rosadito como hijo de los príncipes de la luz y de los aguacates partidos en la cena del viernes santo. Hoy es el último día del que viene y último del que se va. No será así lo verdadero y real, que lo que viene, apenas llega y se va y lo que tiene y debe de irse se queda en la memoria del que tiene miedo a lo que aún  no está y a veces pierde el camino ante lo que tiene que ser.

Estoy cansado, agotado, hastiado de la providencia y de la rueda de la fortuna. Veo a las Morías apuradas ante la rueca arreglando los hilos de la derrota y la pérdida, del nacer y volar, de cantar y llorar, de sentir y apaciguar.  Átropos hila, Cloto enrolla y Láquesis corta. El buen viento toca la única campana que trae los milagros y me es dado pedir por mi rendición y renovación de  todos los días. Pedir por ti, mujer que me has amado como mi madre me ama envuelto en su vientre, pedir por el milagro de ver fluir el agua y preñar de arbustos verdes y fragantes los acantilados de los suicidas que ya no creen en las nuevas oportunidades.  Es el momento de los milagros y la esperanza. La ardilla me susurra al oído que vivir es bueno. Viví  dentro del tiempo y ahí estás tú, señora e hija del grito cuando la piedra  saborea tu cueva y saltan choros de agua viva que traen diamantes y palo rosa con la cual las Morías adornan con guirnaldas sus cuellos y brazos.

Quemaré éste 2016, lo miraré y no le diré adiós para que no regrese. Lo veré arder, así como me vio arder. Lo pondré en media calle, lo decoraré con piedras traídas desde la cantera del diablo ubicada al lado del pozo de los deseos que no se cumplieron. No le daré gracias sino que lo dejaré ir como el vuelo del un murciélago hambriento de sangre. Estaré de píe, cuerdo, sincero, indolente porque el dolor ya se me acabo. Tendré un puñal en mi mano por si acaso intentas levantarte y  traer mal de nuevo. Te voy a atar para que al sitio al que llegas te ahorquen con soga de ahogado que la soltó en el último instante de salvarse. Me bañaré con agua bendita y sal marina, para que tu hado sea devorado por las pirañas de las aguas profundas del mar de leche que promete Mahoma a sus ardientes.

Cumplo al escribir mientras toda la guerra de las galaxias se derrumba.  La princesa Leia me escribió un e mail contándome que para ella viajar era peligroso, le dije que se embarcará en ese avión que allí recibiría buenas noticias. Nunca supo lo que pasaría, así uno nunca sabe: sucede, acontece, recibimos el flechazo y ya.  Estoy jadeante, ya no espero, ni temo, tampoco me siento libre. Ya se quemó el fatídico y las cenizas se las han devorado las serpientes sueltas por la fiesta de fin de año. Voy a cenar, luego dormiré. La fiesta de vivir continúa…felicidades Duglas, felicidades amigos. Te abrazo 2017…

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