28 marzo, 2024

A los 50 años de Sociedad Femenina de Cultura de Guayaquil

1era. Parte

Formada por mujeres cuya labor incansable por la cultura, desde su formación en 1966 dirigida por extraordinarias presidentas, hasta hoy con Beatriz Domenech, actual Presidenta, de grandes logros y esfuerzos.

50 años tangibles en el desarrollo cultural de Guayaquil.

Me permito publicar desde esta Mi trinchera, fragmentos de algo que escribiera en 1988 año de la inauguración del teatro Centro de Arte “León Febres Cordero”

 

UN TEATRO, UNA MUJER, UN NOMBRE, UNA HISTORIA

– 20 de enero de 1988

-La interminable misión del hombre, va más allá de solo vivir.  Ella alcanza dimensión en la entrega a un ideal por el resto de los hombres, aunque para alcanzarlo deje en jornadas sin horas ni relojes, sus lágrimas, sus risas, angustias y ensueños… hasta el día de la aurora, que no es sino nueva ruta de otros soles…-

Esto es realmente el Teatro Centro de Arte de Sociedad Femenina de Cultura, un ideal envuelto en muchos sueños de un grupo de mujeres de aquí, de allá y de todas partes, pero todas con su vida puesta en Guayaquil,  que por casi 20 años vienen difundiendo arte, como tantos otros valiosos grupos en nuestra ciudad, que han tropezado con los inconvenientes de la falta de un teatro digno de buenos espectáculos tanto nacionales como internacionales y, sobre todo, de un público como el nuestro, tan sediento de arte, que para “calmar su sed” se somete a miles de incomodidades…

Entre todas estas soñadoras, UNA MUJER digna de mención, Inge Brückmann de Hollihan, presidenta de Sociedad Femenina de Cultura por 11 años, el mismo número de años que ha durado en plasmarse en realidad este ideal.  MUJER SIN EPITETOS, porque cualquiera que le dijéremos en su honor, le quedan cortos, no solo por su calidad humana, espíritu férreo e indeclinable, sino por lo que significa en la historia del arte de Guayaquil, donde su nombre queda escrito en imperecederas letras de oro.

Entregada en cuerpo y alma a la obra, desde el día de la “hinca” de los pilotes (como ella lo decía), hasta cuando pilar a pilar, pared tras pared, pisos y tramoya, se fuera levantado el teatro.

Con espíritu universal, ella presente de sol a sol, de lluvia a lluvia, ella con los asesores, con los técnicos, con los obreros, con las visitas…  Mujer incansable, movida por esa fuerza que solo tienen los seres que trabajan por actos sublimes.  Quienes tuvimos la suerte de estar junto a ella sabemos que nadie más que ella, conoce donde está el primer y último clavo de la obra.

Y ahora está el Teatro y Centro de Arte levantado.  Sociedad Femenina de Cultura, lo ha hecho para Guayaquil y la Patria toda, “es el día de la aurora” y entonces la “nueva ruta de otros soles”, el ineludible compromiso de la Institución, que ahora es mayor que nunca, para que esta obra cumpla su cometido, no solo como patrimonio cultural sino de faro proyector de cultura para la comunidad y el mundo entero…

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La salud de los guayaquileños que buscaban asistencia médica fue dada, desde antes del inicio del siglo XX por la Junta de Beneficencia de Guayaquil. El Gobierno nacional, posiblemente por la falta de comunicaciones o por la escases de dinero, miraba principalmente a su alrededor, mientras Guayaquil, como puerto en la costa, en medio de la selva tropical, sufría por las pestes de bubónica, cólera. fiebre amarilla, dengue, malaria y muchas plagas más. Los guayaquileños, llamados por su Municipio, se reunieron y se formó la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Con este ejemplo, se crearon también Juntas similares en otras Ciudades, como Quito y Cuenca, las cuales no prosperaron.

La solidaridad de los guayaquileños, reconocida por los pobres y mendigos que piden caridad en sus calles, hizo que el esfuerzo sí persistiera en la Ciudad Puerto. Esto es lógico, si consideramos que en esa época, muchos morían sin tener donde atenderse por medio del Estado. Sólo la Junta prestaba los servicios a los ecuatorianos que buscaban salud en Guayaquil.

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