19 abril, 2024

Las catástrofes naturales y las enfermedades

Las catástrofes naturales aumentan las posibilidades de diseminación de las enfermedades, sobre todo aquellas transmitidas por el agua y vectores como los mosquitos.

Una de estas enfermedades es el paludismo que puede aumentar en frecuencia ya que se forman en mayor número los criaderos de zancudos y debido a que la población, que se ha quedado a la intemperie por la pérdida de sus viviendas, está más expuesta a la picadura de insectos.

Algunos mosquitos proliferan en las letrinas excavadas en el suelo y otros en los depósitos de agua contaminada; lo que podría aumentar en los albergues temporales que se instalan después del desastre. Esta situación también contribuye  a que aparezcan brotes de una enfermedad llamada encefalitis, mucho más grave, por sus secuelas.

Otro factor que se debe considerar es la exposición a los roedores, no estamos exentos de sufrir peste; el hombre puede ser infectado por picaduras de pulgas o por el contacto con carne infectada de animales y de cadáveres humanos. Estudios que se han realizado luego de tragedias ocurridas en diversas partes del mundo indican que en las zonas de desastre se agrava el peligro de transmisión de estas enfermedades; no sería raro que las ratas comiencen a salir de las alcantarillas; sabemos que las zonas más afectadas por el terremoto del pasado 15 de abril son áreas que han estado desatendidas por años y que no tienen servicios óptimos de alcantarillado y agua potable.

Las moscas son otro vector a tomar en cuenta, pueden transmitir algunas enfermedades como conjuntivitis, disentería, otras infecciones gastro intestinales y parasitosis. Estos insectos aumentan debido a que se da una proliferación de heces (materia fecal) y basura. Por eso es importante que la población civil y de rescate acuda a los lugares afectados en la menor cantidad posible, siempre y cuando asistan a realizar una actividad de socorro y estén preparados para eso; de lo contrario solo contribuirían a aumentar los problemas, en este caso, problemas de salud.

Los piojos también pueden dar más tarea en el campo sanitario, suelen ocurrir infestaciones en la población, ya sea en la cabeza o en el cuerpo; esto debido a las condiciones de vida en hacinamiento. Un síntoma importante es la fiebre; una enfermedad que cada vez aparece menos, por esta causa y en estas circunstancias, es el tifus.

Se debe considerar el poner en buen recaudo a los animales, en caso de temblores y terremotos, los estudios reportan un aumento en la incidencia de mordeduras de perros, lo que en algunas áreas podría significar un mayor peligro de rabia; esto se debe a que los perros que viven en la calle están en contacto con las personas que habitan los refugios temporales.

El agua infectada puede causar un sin número de afecciones, entre otras la leptospirosis, aunque esto ocurre más en caso de inundaciones; no se debe descartar que pueden presentarse brotes de tifoidea, debido al abastecimiento de agua no potable y si las comunidades no disponen de los medios para hervirla antes de su consumo.

El daño en las instalaciones  públicas, sobre todo en la red de distribución de agua y recolección de aguas servidas aumenta el riesgo de daño sanitario; por eso después de catástrofes se ponen en marcha algunos procedimientos para preservar el agua, como hipercloración, entre otras medidas.

Debido al desastre natural y a la tragedia que se vive, la población  se desplaza hacia otras ciudades, esta migración influye en la transmisión de enfermedades debido al aumento de la densidad demográfica; la densidad poblacional es un factor crítico en el contagio de enfermedades de persona a persona, a través de vectores, por el agua o por los alimentos.

Por lo tanto hay que tomar medidas especiales en el abastecimiento y mantenimiento de servicios básicos, medidas sanitarias de control, charlas a la comunidad y vacunación en caso de ser necesario.

Suelen afectar a las personas que viven en los albergues temporales, afecciones como  las diarreas, la disentería, sarampión, tosferina, paludismo, tuberculosis, sarna y distintas enfermedades de la piel llamadas dermatosis. La población infantil es la más afectada, sobre todo los menores de cinco años, con un pronóstico de alta mortalidad.

Los socorristas, sean locales o internacionales deben considerar las medidas de protección, como se dijo antes, para evitar agravar la situación; si no lo hacen pueden ser víctimas de enfermedades infeccionas como hepatitis, paludismo y otras. Los encargados de labores de auxilio o de abastecimiento pueden llevar consigo alguna enfermedad al área de refugiados o transportar un vector a otra zona de la que se había erradicado, como una nueva especie de virus de influenza, salmonellas en los alimentos de socorro, o un mosquito vector. Esto debe ser tomado en cuenta para evitar que suceda, más que nada por desconocimiento. Recordemos que una de las principales afecciones que se presenta luego de una catástrofe, es el daño o perturbación sicológica de las víctimas, hecho que debe considerarse para ser tratado con la importancia y prontitud que la situación requiere.

Una actitud de  calma y cordura, unida a la práctica  de las normas básicas de higiene  como el simple acto de lavarse las manos,  será de gran ayuda personal y para la comunidad en situaciones como las que vive actualmente el país.

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“Así como la oscuridad de la noche se disipa cuando sale el Sol, así también la oscuridad de la ignorancia y la ilusión se disipa cuando conoces a tu Verdadero Ser.” Esto dice el Bhagavad Gita, libro sagrado que contiene un saber universal.

Atendiendo a los consejos ancestrales, dando una breve mirada “a lo de antes” tal vez logremos entender mejor la vida, nuestra vida. Aquella que por espacios, cortos o prolongados se torna difícil y poco llevadera. Los antiguos aconsejaban conocerse a sí mismo para poder enmendar lo torcido y afianzar lo bueno. El mismo Jesús nos desconcierta cuando dice “Dioses sois”. Nos está indicando que el camino es la interiorización. Ese Dios, que somos está dentro, es el soplo Divino, el Espíritu que mora en nuestro ser.

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