19 abril, 2024

El nuevo Ecuador

Cuando hablamos del futuro de nuestro país, muchas veces nos dejamos cegar por el corto plazo: el precio del petróleo, las lluvias, el panorama electoral, ese crimen espantoso.  Nos fijamos en lo escandaloso, en lo no favorable, que es generalmente lo que publican los medios de comunicación, y terminamos concluyendo que nuestro país tiene un futuro poco prometedor lo que puede llevarnos a aconsejar a nuestros hijos a buscar su futuro en el extranjero.

Nos equivocamos. No damos importancia suficiente al único factor realmente importante en el desarrollo social y económico de un país: su gente. Desde ese punto de vista el Ecuador ha tenido y sigue teniendo un rápido cambio para mejor, CON más oportunidades, mayor generación de riqueza. Ello es así porque hasta hace pocas décadas los que contribuían significativamente a ese desarrollo social y económico eran una minoría de la población, la gran mayoría vivía aislada, con poca educación, pocas oportunidades de trabajo y una visión limitada a su entorno inmediato.

Observemos el Ecuador de hoy.

El cambio más importante ha sido la incorporación de la mujer al trabajo productivo fuera del hogar. Antes la vida de la gran mayoría era la esclavitud en el hogar, a las órdenes del marido, haciendo trabajos muy por debajo de su capacidad intelectual. Hoy las chicas jóvenes tienen como objetivo una capacitación profesional y una vida de trabajo, compartiendo con su esposo las labores del hogar y la educación de los hijos. La creciente incorporación de la mujer a la vida productiva quiere decir que la fuerza de trabajo del Ecuador se habrá duplicado.

El otro enorme cambio ha sido el movimiento del campo a las ciudades. En el campo sin educación y sin salud las vidas se desperdiciaban en ambientes bucólicos, pero desesperanzadores, que los poetas tanto alaban. Hoy mucha de esa gente se ha incorporado a las ciudades, al principio en condiciones miserables, pero, poco a poco, a base de esfuerzo y lágrimas, mejorando su condición económica. Esa mejora le ha permitido dar a sus hijos una mejor educación. Quedan cada día menos ecuatorianos en villorrios abandonados y en las ásperas laderas de los volcanes, rodeados de amplias proles de futuro incierto.

La calidad de la educación ha mejorado rápidamente, tiene el complemento de la tecnología, accesible cada vez más para más y más ecuatorianos. La visión antes limitada a lo que decía el patrón y el vecino hoy se ha abierto al mundo, gracias al internet y a que muchos ecuatorianos tienen parientes en el exterior y saben cómo se vive allá, sobre todo saben los derechos humanos en esas otras sociedades y los quieren también aquí.

Si observamos ese Ecuador de décadas atrás, con la mujer limitada al hogar, la  mayoría en el campo en trabajos que no permitían su desarrollo intelectual y la inmensa mejoría de la educación concluiremos que estamos observando dos países radicalmente diferentes. La política, aquí como en muchas otras partes del mundo, se ha quedado atrás en ese cambio, sigue siendo la de siempre, sustentada en el insulto y en el monólogo. No durará mucho, los jóvenes educados la cambiaran al preferir otras alternativas.

Algunos de edad avanzada o de mentalidad congelada ven este nuevo Ecuador con tristeza, porque el país que conocieron de niños y del que les hablaban sus padres y sus abuelos ya es otro, en el que hay una competencia que antes no había y en el que el color de la piel y el origen familiar han dejado de ser importantes. La vasta mayoría de la población:  la mujer en la empresa, el campesino en la fábrica, el estudiante con una beca en extranjero, los jóvenes  que hacen mayoría, ve el nuevo Ecuador en forma muy diferente, ven oportunidades donde otros acarician nostalgias. Hay una brecha insalvable entre los que miran adelante y los que miran atrás. Hablan de países diferentes. Tenemos que mirar el futuro con un optimismo, y quedarnos aquí, más aún cuando observamos las dificultades y problemas que están surgiendo en esos países a los que algunos motivan a sus hijos a emigrar.        

Artículos relacionados

La Madre, da vida y da la vida

1.     
Hoy celebramos el Día de la Madre. Pero, a pesar de la celebración del Día de la
Madre, la maternidad en la actualidad está muy mal comprendida e, incluso,
rechazada. Seamos sinceros y dejémonos de mentiras: ¿Va hoy la mujer al
matrimonio con la ilusión de ser madre? Cuando una esposa sale encinta de un
tercer hijo, ¿no se la tacha de irresponsable y se le agrede de mil modos? ¿No
se considera hoy un avance el derecho de la madre al aborto: a matar a su
propio hijo? ¿No se piensa que la maternidad le viene pequeña a la mujer de hoy
y que para ‘realizarse’ debe buscar otros campos fuera del hogar? ¿No es visto
el papel de la madre en el hogar como una esclavitud y una frustración? La
mujer de hoy no se pone al servicio de la maternidad, sino, por lo contrario,
pone la maternidad a su servicio: al casarse, retrasa al máximo el embarazo
porque es un obstáculo para el trabajo o los estudios; cuando, por fin, tiene
un hijo, es por el gusto de tenerlo, con una inconfesada actitud egoísta; casi,
casi, como una mascota que te da compañía. Luego, quizá, ‘la parejita’. Ya desde
allí, más hijos, ni hablar: son una carga, un problema, un obstáculo, una
complicación… En el fondo, no es la mujer al servicio de la maternidad, sino la
maternidad al servicio de la mujer… ¿Exagero? Haga una encuesta entre las
chicas de 17-20 años y pregunte si tiene ilusión de ser madre; o cuántos hijos
les gustaría tener; o si están a favor del aborto en ciertos casos…   

¿Por quién votar?

Ya el “arroz verde”, bajo de tono, para convertirse en “arroz moreno”, una especie de denuncia tardía para desviar el sentido de las noticias y el sentimiento popular, donde el show parlamentario […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×