29 marzo, 2024

Llueve sobre Guayaquil

La lluvia cae sobre la ciudad. La moja toda, la llena de charcos, baña sus calles, limpia las paredes de las casas, todo se inicia de nuevo. Los árboles se llenan de verdor, florecen, se llenan de frutos, de colores, con la lluvia todo se llena de sinceridad, la lluvia no es mentira. Lo vuelve todo sincero, cierto, verdadero. La lluvia moja, el piso, el suelo, la tierra, la sombra, la luz la vuelve de colores poderosos e indescriptibles. La lluvia es gratis. La vida es gratis, el agua es gratis, el aire, los frutos del mar, los regalos de los árboles. El deseo es gratis, ver y verte es gratuidad.

Me muevo en la lluvia, bailo en el agua que cae libre sin culpas sin inocencia, con la lluvia nacen mil charcos en los cuales me sumerjo, me baño, me limpio, me aseo, me dejo poseer y me dejo amar. No hay separación entre el agua y mi deseo. Entre los charcos y el calor de amor que siento por ti, vida de mi vida, vida de los demás, vida de arriba, vida de abajo, vida de los infernales tiempos, vida de los paraísos eternos El agua en la tierra tiene olor a Saturno, me trae el perfume del planeta Marte, la fragancia de las lunes de Júpiter, me canta la historia de los pasatiempos de Zeus danzando en el Olimpo.

Nos despojamos las ropas y desnudos saltamos a las calles para mojarnos en la lluvia de truenos y rayos que cae impunemente sobre mis calles. Es madrugada y hemos dejado nuestras camas y sabanas para encharcarnos en la tierra dulce y de mermelada, que me recuerda todos mis momentos felices. La lluvia es la canción de nuestros deseos. Caen margaritas para los que se cansaron de esperar, trae tréboles para los débiles y deshilachados. Cae sobre mis ojos y los baña de libertad y sanación. Me trepo sobre los hombros de mi enemiga alma y le rezo un padre nuestro de perdón y oportunidad.

Lleva mil horas lloviendo sobre la ciudad y todas las ciudades. Ahora la gente tiene miedo. La lluvia cae con fuerza, rompe los diques que contenían la violencia y el desánimo. Cae agua congelada, incierta que al estallar sobre el suelo se convierte en sapos que corren buscando carruajes para convertirse en caballos alados que vuelen sobre la lluvia potencial que no ha dejado de caer. La lluvia es llanto de lo que no se pudo y ya no se podrá. Todos regresan a sus casas, a sus paredes, a nuestros huecos de cada día, a ver pasar la lluvia rasgándose los ojos, apenas abrir la boca para caer en la obligación de cavar nuestra propia tumba. Sigue lloviendo y todos empiezan a dormir, a soñar mientras la lluvia cae. Te amo y tengo que decírtelo para permitir que la lluvia me moje, no quiero salvación, quiero deseo por ti, muñeca de mis poderes, de mi serpiente, de mi ladrillo perforado sobre tu vagina que emite sonidos infernales.

Soy de agua, eres de agua. El agua es eterna, bella, única, no creada, simbolizada y petrificada en vida y muerte. Tomo el agua y limpio mi frente, me despojo de mi pasado y hago flores con mi futuro. Estoy aquí sin nada más que mi desnudez profunda que te la ofrezco vida, para estar en el cambio de todas las cosas presentes. Te irás, me iré, nos iremos todos mientras que llueve torrencial sobre nuestra ciudad.

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Una carta para mi hijo

Aún recuerdo como si fuera ayer, cuando ya hace 17 largos años naciste y fuiste una bendición para tus padres, fue una gestación complicada, tu mamá y cómplice de algunas de tus andanzas, estuvo en cama por casi cuatro meses y su deseo de verte sin ningún problema o complicación la impulsó a llevar esa inmovilidad con santa paciencia.

Estuve en el momento del parto y no te imaginas la emoción de verte por primera vez y de cuando diste tu primer llanto, fuiste prematuro pero fue suficiente el calor del amor de tu mamá, para sacarte adelante.

Llevas con orgullo el nombre de tu abuelo, pero al haber otro homónimo en la familia, te llaman por tu segundo nombre que es el mío, los que te queremos te decimos “chivi”, sobrenombre que no tiene algún significado en especial, aunque especial eres para muchos y principalmente para tu familia.

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