25 abril, 2024

Observar

La observación es uno de los pilares importantes en la vida de las personas, sobre todo de aquellos que han apostado por la opción de ser meditadores (meditación yogui, meditación Zen, etc.). En general, debería ser una actitud básica para cualquier persona; es el paso previo a la meditación o contemplación y es el paso posterior a la atención. Se podría decir que es un estado intermedio, no es el objetivo final, pero es de suma importancia.

Es una de las vías hacía  la interiorización. Por ejemplo, la observación de la respiración cuya práctica y beneficio culminan en el estado de meditación o contemplación.

Este artículo se  refiere a la observación como un medio para recuperar la salud.

La permanente agitación en la que viven muchas personas les impide estar atentos, y con mucha más fuerza les impide ser observadores. De hecho una de las afecciones más comunes en la actualidad es el llamado síndrome de déficit de atención en los niños, comúnmente unido a la hiperactividad. Se diagnostica en los niños porque sobre ellos están los profesores que se dan cuenta de lo que pasa; con los adultos nadie lo considera como un mal, ya que la mayoría anda por la vida de la misma manera, con déficit en la atención e hiperactividad.

Hipócrates, el Padre de la medicina tenía un don grande de observación; a través de la misma y con la meticulosidad en el registro de sus experiencias, dijo que la enfermedad era una manifestación de la vida del organismo debida a un cambio en la materia y no una manifestación divina. Hipócrates desvinculó a Dios (o a los Dioses de la antigua Grecia de donde era originario) de la enfermedad. Para él, cada enfermedad tiene sus causas naturales y todo ocurre de acuerdo a la naturaleza, sin esa causa natural nada puede ocurrir. A él le debemos la doctrina de la influencia del medio ambiente y condiciones de vida sobre la salud de las personas. Solía analizar el medio que rodeaba al hombre; la temperatura, el clima, el terreno y el agua;  la dieta y la predisposición hereditaria a ciertas enfermedades, entre otras cosas.

Hipócrates  comprendía el organismo y los procesos que en él transcurren  en su unidad e integridad.

Al igual que Hipócrates deberíamos considerar esa unidad que representan el individuo y su entorno; el individuo y su forma de vivir. Además hay que considerar  aquellas formas que son un obstáculo para su desarrollo, progreso y realización en la vida. Porque de esos detalles depende, en gran medida, la salud. Si no hay conformidad y ánimo en la vida y con la vida, no hay salud; hay un desequilibrio que se manifiesta como última medida en los signos físicos, lo que quiere decir que el asunto es terminal. La afección física de cualquier órgano es la última y más grotesca manifestación del desequilibrio interior.

Son muchas las situaciones que llevan a ese desequilibrio, y podrían ser de tan variadas presentaciones como personas hay en el planeta, ya que cada uno es un mundo aparte, una historia singular; habrá símiles pero no iguales. Por eso cada paciente debe ser atendido de manera personal, en el tiempo adecuado, con la inmediatez necesaria y de manera integral.

Entre las principales causas de desequilibrio, anotaré algunas que por simple observación puedo rescatar y ustedes pueden constatarlas:

Ansiedad: es una inquietud causada por que la persona siente inseguridad o temor; es un estado de intensa excitación y nerviosismo. Es la zozobra de ánimo que puede llevar a la angustia.  

Angustia: es el sufrimiento. La preocupación intensa provocada por un peligro o por una amenaza. No siempre la amenaza es “algo malo”, puede ser “algo bueno” pero que es una amenaza para  la estabilidad de esa persona, en algún campo de su vida.

El signo principal de la angustia es el típico malestar en el estómago, inclusive a veces las sensación de que se quiere vomitar.

Desesperación: es la pérdida de la tranquilidad y de la paciencia. A veces la persona piensa que va a enloquecer.

A esta tremenda triada se llega por varios caminos, entre ellos: evadir, reprimir e ignorar.

Evadir: es evitar sea un compromiso,  una dificultad o un peligro, con astucia; también es distraerse o apartar la atención de algo alguien. Si algo impide que haga lo que deseo, sea bueno o no, entonces lo evado, más no pienso en las consecuencias. Evadir es uno de los grandes males del mundo; (no pensar es el peor) y mucho más  daño causa cuando evadimos hasta lo que somos y por eso fingimos ser lo que no somos.

Reprimir: no dejar que un sentimiento o impulso se exprese abiertamente ya que se considera inconveniente. Reprimimos por miedo a ser rechazados, a quedarnos solos o  a perder algo o alguien. Reprimimos para evitar, y olvidamos que evitar es evadir y que evadir hace daño, la mayoría de las veces.

Ignorar: es no saber, pero también es no hacer caso o no tener en cuenta a una cosa o a una persona. Muchas veces ignoramos lo que no queremos ver. Otras ignoramos para hacer lo que nos da la gana. Pero al ignorar la realidad no cambia. Está ahí esperando. Y cuando al fin la tomamos en cuenta lo que encontramos ya está enfermo.

Todo esto parece un juego de palabras; es el juego de la vida. Es recomendable repasar los verbos  (verbo es acción) y revisar atentamente el significado de ellos en nuestra vida. Verbos importantes como comer, dormir, reír, respirar, vivir, soñar, amar. Dejé para el último: ¡observar!

Observar es mirar algo o alguien con atención y detenimiento para adquirir algún conocimiento sobre su comportamiento o sus características. Implica una adquisición activa de información por el ser humano, a través de los sentidos.

Podemos observar en quietud o en acción, es la intención quien dirige el proceso. La intención centra la atención en la dirección que elegimos; centramos la atención para observar (la respiración por ejemplo, como entra y sale el aire por las fosas nasales). Es un proceso consciente en el cual se establecen intensiones específicas.

Con la práctica, cuando la atención se distrae seremos capaces de volverla a direccionar. En conclusión, la intención de la observación es un proceso continuo de reorientación de la atención, con la práctica de este proceso se desarrolla la conciencia.

Observar es “darse cuenta”. Quien se da cuenta, (se hace consciente),  ¡ha sanado!

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