29 marzo, 2024

La reelección presidencial

Rafael Correa tiene 52 años de edad. Luce vigoroso y  fuerte exhibiendo un don de ubicuidad sobrenatural. Amén de su antiguo problema de la rodilla que parece haber sido superado, no se conoce de ninguna otra dolencia física, ni una gripe siquiera, durante los ya 8 y más años de enorme trajín. Ni la garganta se le inflama de tanto hablar. Se supone que si tiene un médico de cabecera, cubano o no, que todo gobernante lo tiene por el mismo protocolo de la seguridad. Pero es lógico suponer que conforme prolongue indefinidamente su mandato algún día se enfermará o estará impedido de ejercer a plenitud. Cabe, además, recordar que los dos presidentes que gobernaron Ecuador por más de 10 años, terminaron asesinados. Ocho años como periodo presidencial, bajo la fórmula actual norteamericana, me parece prudente y adecuado. Todo lo que sobrepase es exagerado y en mayor número de veces termina mal.

Hugo Chávez ejerció intensamente el poder durante de 14 años, y fue una gran irresponsabilidad de su parte presentarse a su última  reelección a sabiendas de que padecía de cáncer terminal. Su última reelección fue un acto deshonesto y constituyó un engaño electoral  fríamente organizado. Fue reelecto 7 de octubre de 2012 y murió,  a los 59 años de edad, apenas seis meses después.  Bob Kennedy murió a los 57 años y está por demás decir que si no hubiese pretendido ser reelecto, no se hubiese producido el atentado que le cegó la vida.

Eso en cuanto a la salud física propiamente dicha, pero  hay enfermedades que no son de fácil diagnostico por sus manifestaciones clínicas que se puedan demostrar con exámenes de laboratorio y con incluso índices objetivos de medición. Otras no, entre las cuales las enfermedades emocionales o fallos cerebrales que impiden un correcto ejercicio del PODER (así con mayúscula).  Nadie se atrevió a hacer un examen psiquiátrico a Abdala Bucaram Ortíz, auto calificado como “el loco que ama”.  Sin embargo fue destituido por “loco” y creo que tampoco se sabe si usaba estimulantes de algún tipo que hagan explicables ciertas manifestaciones extrañas o no convencionales que eran observadas durante su ejercicio de la dignidad y que dieron paso a esa destitución inusual que rompió la estabilidad política de la que veníamos gozando.

Tampoco nadie se preocupó de hacer una examen de salud de Jamil Mahuad, cuyos períodos de depresión lo obligaban a encerrarse en un jacuzzi y hacer consultas astrales y esotéricas. Sufría de depresiones profundas durante las cuales se aísla a los Freddy Ehlers, el ministro de la felicidad. La impuntualidad de Jamil era extrema y había indicios ciertos de que algo no andaba bien con su salud emocional. Tuvo un incidente vascular que en cierta manera hacía obligatoria de una revisión médica pública para optar a la elección. Cuando eso sucedió Jamil tenía apenas 42 años de edad. Un año después estaba a cargo de la Presidencia y tuvo que afrontar temas tan complejos como la firma de paz con el Perú, y un desajuste financiero muy difícil de controlar.  Jamil no estaba apto  físicamente para ejercer las funciones de Presidente de la República en el momento que le tocó, y el país entero debió pagar las consecuencias. Pensar que Jamil o Abdalá hubiesen tenido abiertas las puertas para un reelección indefinida estremece.

Hybris es una término griego que se usa clínicamente ya que hace alusión al vértigo de poder que hace actuar desmesuradamente a quien desarrolla un exceso de confianza en  sí mismo de manera muy exagerada o prepotente, de tal manera que entra en acciones imprudentes. El ego se inflama y tiende a pensar que sólo él tiene la razón. Se ha estudiado bastante, en el tema de la invasión de Irak, si Bush y Blair se auto reforzaron en su convencimiento de la necesidad de la invasión, más por hybris  que por argumentos respecto a que si había o no armas de destrucción masiva. Esta ficción de que sí las había resultó no ser importante sino para obtener aprobación política, porque en ningún momento los dos líderes mundiales había trazado planes sobre que hacer el día después de Saddam Hussein. Las consecuencias mundiales de esta acción han sido brutales. Al ejercer el poder las personas tienden a desorientarse y a crear sus realidades alejados de la prudencia y de las consecuencias que podrían sucederse desarrollando esto que se llama la enfermedad del poder o hybris. Una razón muy válida y suficiente como para evitar que constitucionalmente se acepte la reelección indefinida, sea la de Correa o la de cualquier otro ciudadano.

El síndrome de hybris  toma fuerza y peligrosidad conforme se alarga el período de ejercicio del poder. Estoy seguro que este síndrome causa enormes estragos también en los empresarios que amasan dinero rápidamente, que se habitúan a actuar con excesiva confianza en el manejo de sus asuntos, lo cual afecta muchas veces a todo el país. Hubo y hay empresarios y banqueros con hybris que sin ser malas personas se atolondraron con su poder y desdibujan y empañan las bondades del sistema capitalista cuya mejor virtud es liberar las energías de la creatividad a cambio de una recompensa económica. Pero en esos casos existe, aunque sea en teoría, el Estado para refrenar los abusos contra el bien común. En caso de la Presidencia de la República el alargar indefinidamente su período no hace otra cosa que exponer más los riesgos respecto a la salud física y la mental (hybris) de quien se siente embelesado por esa embriaguez que causa el manejo del poder.

Debate de si la reelección indefinida debe o no permitirse no se va a dar. Hay quienes pensamos que Correa ya dio lo que podía dar,  y que, además, es peligrosa dada la naturaleza y las limitaciones humanas. En mi opinión Correa  sufre ya el síndrome de hybris y brota semanalmente  a flor de piel. Se gobierna con audacia y con mucha temeridad y con  muestras de un YO sin humildad. Y sin humildad ni mesura no hay forma de que ninguna aventura termine bien.

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Feliz año es una expresión tan repetida y está a flor de labios de todos nosotros con motivo de una fecha del calendario que tan solo es un referente convencional en nuestras vidas regidas por la cultura occidental. La decimos casi mecánicamente como acto de buen agüero sin meditar objetivamente en las actuales circunstancias.

Pero este inicio de una década, y soy de los que sé contar como se debe ya que nunca hubo década ni año cero, para mi resultó abultado meditar en el futuro. Las probabilidades indican que será mi última década en este mundo terrenal, empañado mi ánimo más aún con la muerte de Efrén Avilés Pino, un guayaquileño de cepa y buen compañero en las ideas, amigo además alegre y vigoroso física y anímicamente.

3 comentarios

  1. Creo que al que se refiere el autor en el segundo párrafo es John Kennedy, que fue asesinado a los 46 años (no 57). Su hermano Robert (Bob) fue asesinado a los 42. -Solo forma. El artículo EXCELENTE, sigue escribiendo, que te leemos.

  2. Pero aparte de lo excelente del comentario, Sr. Raad, cree usted que alguna de las personas que rodean el Palacio de Carondelet, o la Asamblea Nacional, van a entender esto?. Lo dudo mucho

  3. TAMBIÉN EXISTE LA POSIBILIDAD DE QUE NECESITEN EL PODER PARA PODER DEFENDERSE DE LOS QUE LO PERSEGUIRÁN JUDICIAL O PERSONALMENTE POR ACTOS ILEGALES O ABUSIVOS

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