24 abril, 2024

Las cosas que hago

-¿Qué haces?

-Hago sueños de tinta y árboles vivos. También sé hacer castillos en el aire, pero las nubes pueden ser muy crueles… Hago borrones, o intentos de borrones, porque lo que escribo se queda para siempre, aunque la marea llegue y se trague lo pasado. Hago errores, cientos de errores, horrores de errores y espero por favor que me perdones. A veces hago poesía. Nace en mi cuerpo como una corriente de emociones ardientes que se cola en mi sangre y cuando alcanza mi corazón, agarro la computadora y empiezo a teclear los versos.

Caen como gotas de suero, con una prosa natural y serena. Y entonces hago música. Do, Re, Mi, Fa. Sol. Sol. ¿Estás ahí? Ven y hagamos la luz. Una bombilla para que alumbre mis esquinas, porque también sé hacer la sombra. La hago oscura, solitaria y peligrosa; la estiro, la plancho y la hago más sombría. Sol, La, Si. Sí, claro que sé hacer como niña. Lo que no sé es cómo hacer de adulta. Un trabajo digno, una cuenta en el banco, un pan baguette en la refrigeradora… ¡Cómo que no! Si yo hago pastelitos de crema, mousse de cangrejo y ensalada César. Con mayúscula y tilde, también hago ortografía. ¿Y rimas? Si te arrimas y me miras prometo inventarme unas rimas.

Hago amigos. En la calle, en la iglesia, en la parada del bus. Hago amigos donde me esperen. Y cuando espero hago historias. Cuentos de princesas que viven en árboles celestiales y gigantes con barba azul. Hay unos más sobre una hormiguita traicionera y un dragón domesticado, pero esas son otras historias… Ahora mismo te digo que hago planes, muchos planes, anes, anes, anes. Hago hipótesis, planteamiento del problema y metodología a seguir. Hago cambios, sucesivos cambios con la esperanza de que las cosas cambien y quiera entonces no cambiar más. Hacer lo que hago y para quien lo hago. Hago cosas, pequeñas cosas, insignificantes cosas. Hago sueños, infinitos sueños… No hago más.

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El perfil del estudiante universitario

Una canción romántica, corta venas le dicen algunos, dice así: “eres casi perfecto, el hombre que siempre soñé, solo que tienes un defecto….” Las románticas saben el final. Lo mismo nos pasa a los educadores y en especial a los auténticos educadores, sean de la confesión religiosa o no que profesen, apun- tan, apuntamos alto. Los colegios jesuitas tenemos como perfil del egresado de nuestros centros educativos secundarios al hombre y mujer de las cuatro “C” de calidad, nuestros chicos deben salir al termi- nar su bachillerato, conscientes, competiti- vos, comprometidos y compasivos.

¿No es hermoso? Pero, ¿es consciente un chico de 17/18 años de la orientación final de su vida? ¿de lo que significa amar y ser libre? ¿salen comprometidos con el cambio y la responsabilidad social? Días pasados en el centro educativo que trabajo se realizó un congreso nacional de ex alumnos jesuitas, nacional, con centros educativos de hace más de cincuenta años. No llegaron a 100 ex alumnos que se hicieron presentes, solo de mi colegio, no llegaron ni a 25. Pero…organizamos unas olimpiadas deportivas cada año, pasan de mil personas el día de la inauguración. Sin comentarios. A seguir trabajan- do. Pero aterrizando los perfiles.

Siendo tan iguales somos tan distintos…

Mi vida ha sido bendecida con muchos regalos de dios. Uno de los más hermosos fue tener a mi padre como padre. Aparte de ser mi papá, fue mi hermano mayor y los años cercanos a su muerte; mi hijo.

Por encima de todo lo que este ser maravilloso significó para mí existencia; fue sin duda alguna mi mejor amigo. Era un hombre carismático y poseedor de una sonrisa que iluminaba las oscuridades. Tenía el optimismo personalizado bajo su piel y su accionar solo tenía sentido si lo hacía para dar sentido al accionar de los demás.

Muchos de sus problemas personales fueron los problemas personales de otros, que los hizo suyos debido a la imposibilidad de no poder dejar de hacerlos suyos.

La gente lo quería. Acompañarlo a cualquier parte significaba estar al lado de un hombre al que constantemente la gente saludaba o abrazaba para testimoniarle su cariño. Tuvo mucho éxito en lo que hacía y fue muy reconocido por ello. También hubo personas que por envidiarlo no lo querían.

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