16 abril, 2024

¿Conoces a Óscar?

“A Ti que estás sentado en tu sillón”, – a mí-,  sí a ti, joven, inquieto, atrevido, inteligente, audaz, hermoso, un poco más, un poco menos, ¿conoces a Oscar?

-¿Cuál Oscar? Al único que conozco es Oscar deLeón, el rey de la salsa, ya eso es mucha cultura, querido, en tiempos de reggeton, tecnocumbias, electrónica, entre otras. Bien por tu cultura. Pero NO, a ese no. Y eso que lo admiro. –Ah entonces tiene que ser el Oscar de las películas. NOooo es alguien vivo no una estatuilla.  Otro chico no tan agraciado en lo físico, dijo, yo conozco a Oscar de la Renta, -vaya glamour- exclamé, pero no, a ese NO, ese es solo para los fashion y los que tienen guita. Estamos hablando de alguien más cercano al pueblo. Ah –dijo un tercero, entonces yo sí lo conozco, a Oscar de la Hoya, el boxeador. No querido, le dije, no a la violencia, mi Oscar no era para nada violento, antes criticaba la violencia. Ah no pues, Tú Fabricio, estás hablando de un santo, un extraterrestre, no existe hombres pacíficos, en esta selva de cemento cada cual surge en la vida aplastando al otro, desde la competitividad que nos enseñan en la educación por competencias, hasta la animalidad de quien va por la vida robando, matando, insultando con tal de conseguir lo que quiere. El hombre es lobo para el hombre.

Queridos jóvenes. Comparto mi alegría, no me extraña el que no hayan acertado, no es fácil estar al día en todo. Pero el Oscar que yo estoy hablando es muy distinto del que ustedes conocen. Se llama OSCAR ROMERO, fue arzobispo del Salvador, (1980), en la época de luchas entre guerrilleros que aspiraban a vivir en un país más justo y humano y militares con conservadores y pseudoscreyentes que defendían su bienestar y estatus. Nos enseñó a tener dignidad, a no desfallecer en tus aspiraciones humanas que te hacen humano, para eso hay que caminar con el que sufre, con el no persona, el no ser para llegar a ser lo que Dios nos dijo que éramos hijos y hermanos. Y que la mejor forma de conocer a Dios es practicando la justica, permaneciendo en el amor. Y cuando no lo entendían tuvo que ser más claro en especial con los sordos del poder, de todos los tiempos: “En nombre de Dios y en nombre de este pueblo sufriente, les pido, les ruego, les ordeno que terminen la represión”.

Hoy, queridos amigos La Iglesia lo ha beatificado. – disculpa- ¿Bea, qué? Beatificado, y qué es eso. Un paso a los altares, a ser santo. Santo, o sea hay que ponerle una vela. NO querido, hay que seguir su ejemplo, apostar por los pobres, por los que sufren, saber estar al lado de ellos, repensar el cristianismo, como él lo repensó. Un santo es una luz en la oscuridad, un valor en medio de una sociedad sin valores o valores bajos, un digno seguidor de Jesús, que es lo que todos necesitamos para ser felices y amar a los demás y cumplir nuestros anhelos. Es verdad que no hace falta esa burocracia vaticana para reconocer la grandeza de un hombre, ya el pueblo salvadoreño en la misa de su entierro decía que era Santo. Monseñor Casaldáliga cuatro días después escribió un poema: “!San Romero de América, pastor y Mártir nuestro!”. Y el filósofo Ignacio Ellacuría exclamaba en sus escritos: “Con Monseñor Romero, Dios ha pasado por el Salvador”.

Hoy damos gracias por este Oscar y espero que quienes decimos tener fe, tengamos el coraje y la valentía para vivir libremente como él nos enseñó, recordando que parresía en griego significa las dos cosas libertad y valentía. Pero lo que hoy necesitamos es lo que dijo un día, el hoy santo,  a quien le costó reconocer al otro santo, “que a la parresía de la fe debe corresponder la audacia de la razón (Juan Pablo II)”. Esa es la enseñanza de un santo. Ora pro nobis Oscar.

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