19 abril, 2024

Tolerancia = Revolución

Una pregunta que en forma recurrente me formulo es aquella que tiene que ver con los elementos que permiten identificar cuándo se está ante un proceso social verdaderamente revolucionario. La historia nos da pistas al respecto: la Revolución francesa implicó limitación al poder absoluto de la monarquía, la independencia de los poderes del Estado que permite neutralizar cualquier intento de desbordamiento de los límites del poder previstos en la ley. En definitiva, significó la consolidación de los derechos civiles y políticos, pilares fundamentales de los derechos ciudadanos.

Posteriormente, tanto la Constitución mexicana de Querétaro y la alemana de Weimar, constitucionalizaron los derechos económicos, sociales y culturales, permitiendo con ello superar las limitaciones del Estado capitalista liberal, puramente individualista y monopolizador de la riqueza. Por último, la segunda posguerra creó las condiciones para que la ONU aprobara la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Podemos afirmar entonces, que estamos frente a un proceso histórico revolucionario cuando en él se gestan valores cualitativamente superiores, homogéneos, e irreversibles, que normalmente se traducen en derechos.

La revolución la hacen los pueblos y estos están integrados por organizaciones sociales que abanderan luchas reivindicatorias (trabajadores, mujeres, etc.).

Ciudadanía no es violencia, pero sí es protesta, es insumisión, es divergencia, es resistencia, es participación; en definitiva, elementos que amalgama la democracia. Cualquier acto contrario es sencillamente involución, retroceso; es la negación de una revolución. Ciudadanos son los que participan actualmente en las movilizaciones en Brasil, Grecia, Venezuela y Ecuador. Estos no han venido del planeta Marte y quieren expresarse y ser tomados en cuenta en las decisiones del poder. Es un deber democrático del gobernante la tolerancia y no los llamados a la represión y al encarcelamiento.

La intolerancia no es igual a revolución, es una expresión de «debilidad simbólica «, es la carencia de argumentos.

 

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Muchos libros de autoayuda explican que deberíamos vivir sin vibraciones negativas, vivir de tal manera que nunca nos enojemos, no suframos angustias, no nos pongamos tensos ni tengamos miedo. “Tenga calma, tranquilidad, paz”, sugieren. “No se ponga nervioso por las cosas que ya no puede controlar”.

De todas formas, estos consejos nunca ayudan cuando es incontrolable el torbellino emocional, cuando la lucha mental solo tiene un ganador, y ese es el “gran dolor”.

1 comentario

  1. Generalmente no leo artículos en los que aparece una foto del actual gobernante; pero agradezco haberlo hecho un excelente articulo claro y preciso el me mensaje, dign o de leerlo, lo puse en Facebook.

    Gracias

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