29 marzo, 2024

Mens sana in corpore sano

El médico inglés, Edward Bach,  al igual que Paracelso o Hahnemann, afirmó que si los aspectos mental y espiritual se encuentran en armonía, la enfermedad no existe. Dijo además que  se puede juzgar la salud a partir de la felicidad.  Siglos antes que el doctor Bach, Galeno habló sobre la fisiología del cuerpo humano y dio el nombre de “espíritu” a aquello que ponía en funcionamiento los órganos, sobre todo se refirió al hígado, corazón y cerebro. Paracelso habló de los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua; les dio una correspondencia con una especie de seres “mágicos” que existían antes de la creación del mundo. Muchos de sus detractores, lo acusaban de practicar magia. Hahnemann,  desarrolló la homeopatía.

Razi, Avicenas y Averroes, médicos árabes, dieron un valioso aporte al desarrollo de las ciencias médicas, basando algunas de sus hipótesis y teorías sobre la salud-enfermedad en el planteamiento de “los humores” descrito anteriormente por Hipócrates, 460 a C, quien desde aquella época ya hablaba de la  importancia de los factores ambientales, la dieta y los hábitos de vida.

Todos estos médicos, valiosos científicos de sus épocas, han contribuido dando al mundo, no solo conceptos, han dado sistemas de entendimiento y de tratamiento sobre aquello que afecta al ser, para evitar o curar la enfermedad. La enfermedad, es obviamente, el estado contrario a la salud. Para entender la diferencia se puede citar el concepto bastante acertado y completo de la OMS, Organización Mundial de la Salud: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia”, (definición presentada por la OMS  en su constitución aprobada en 1948).

Tal concepto es ampliado a: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.»  El mismo concepto luego se reformuló así: «La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades”. También se agrega a la definición el nivel de eficacia funcional o metabólica de un organismo tanto a nivel micro o celular, como a nivel macro o social.

En el año 1992, el concepto se completó, añadiendo la frase: “y en armonía con el medio ambiente”.

Notamos así, como el concepto de salud lo abarca todo, lo personal, lo social, lo ambiental. Y si esto es lo orgánico y lo externo, ¿cómo podríamos suponer a un cuerpo sano habitado por una mente trastornada o un alma infeliz?

Si la mente no está en calma y si el alma está marchita, sin alegría,  va existir la enfermedad.

El ser humano es un todo, en la realidad no puede dividirse, por lo tanto, si sus pensamientos, que se dan en la  mente, o sus emociones (que ocurren por los condicionamientos del alma; alma es una cosa, espíritu es otra) no se encuentran en equilibrio, se vive una incoherencia, tal vida se enferma, va decayendo, siendo afectada por el desequilibrio.

Busquemos la causa de todos los males, la profunda raíz de toda enfermedad, en las incoherencias que vivimos en nuestro recorrido por este mundo.

En ocasiones, son afecciones que traemos desde el vientre materno, la infancia, la adolescencia o producidas por los errores cometidos en la vida adulta.

¿Y las enfermedades trasmitidas por la genética? Bueno, tengo una respuesta, todos tenemos la misma información, hay predisposiciones familiares y generacionales, no significa que con seguridad la enfermedad se vaya a manifestar, solo existe una predisposición, que la persona puede manejar, con buenos hábitos de alimentación, ambiente adecuado, hábitos saludables de vida, en los que se incluye: el trabajo, ejercicio físico, compañías, conversaciones, lecturas, adicciones, preferencias, etc.

Se comete el grave error de pensar que la forma en que vivimos es una y la enfermedad que desarrollamos es otra.

Una persona que se habitúa a mentir, que huye de la realidad, que actúa sin reconocer el derecho del otro, en concreto, que lleva una actitud egoísta en la vida, seguro se volverá hipertensa, (con afección de la presión diastólica, también llamada “diabólica” en la literatura médica);  ya que desarrollará altos grados de estrés, porque está reprimiendo la verdad, forzándose a vivir una realidad que no acepta, haciendo y haciéndose daño;   atendiendo las necesidades de los otros a la medida de su propio interés. Cuando lo reconoce y suelta todo, la presión arterial vuelve a los niveles normales.

Una persona con cáncer, ¿qué es lo que tiene? Un crecimiento desordenado de sus células, ¿A qué se debe esto? Al desorden de su propia vida. Desorden no es nada más, dejar “cosas” en el lugar equivocado. Desorden es no tener orden en la vida interior, sin orden hay caos, en el caos hay confusión, no se avanza, no se progresa.  No aclarar la realidad, no enfrentarla, no asimilarla de manera adecuada, no expresar  lo  que se siente, reprimirlo, genera un desorden interior, ya que se siente, se piensa y se actúa de manera descoordinada. El desorden en la mente, en el alma, se refleja en el caos orgánico. Entonces, de acuerdo al tipo de desorden se afecta un órgano u otro.

Las afecciones del riñón, revelan los miedos ocultos. EL riñón es el filtro del cuerpo humano. El miedo es aquello que retenemos contra nuestra voluntad, que nos aprisiona y no nos deja avanzar. Cada quien que detecte ¿a qué le tiene miedo? Ese miedo se queda atrapado, porque la persona se siente atrapada, no pasa el filtro, es decir no pasa por los riñones, y entonces se acumulan toxinas. He aquí las descompensaciones sistémicas a partir de las  enfermedades del riñón.

Las alergias, las enfermedades inmunológicas, son el reflejo de una no aceptación acerca de algo; de un rechazo hacia algo o alguien, o hacia sí.

¿Y los niños que nacen enfermos? Bien, hay que buscar profundamente, y tal como la pregunta que hace Jesús en el Evangelio: ¿Quién pecó? ¿Él o sus padres?

Pecar no en el sentido estrictamente conservador  de decir esto es malo o esto es bueno, pecar en el sentido de hacer daño. Recordemos la máxima en medicina: “Primero no hacer daño”. Si no puedes hacer bien, al menos no hagas daño.

Es decir, debemos tomar conciencia de que salud no es solo la ausencia de enfermedad, ni  el completo “bienestar particular”, lo que hago yo le afectará a otros, y por ley universal, el mal que haces te dolerá luego, no en ti, sino en lo que más amas. Por eso, aunque “Errare humanum es”, “errare humanum est; diabolicum perseverare”, aunque errar es humano, perseverar en el error es diabólico, es decir más que equivocado.  Nuestras propias experiencias nos ayudan a tomar consciencia y reparar las faltas. El mal se repara con abundancia de bien.
Por eso tampoco están desligadas de la salud, las filosofías de vida o las religiones de sana doctrina. A donde se enseña al ser humano a tener pureza de pensamientos y de acciones, y se insiste en la práctica de virtudes, en la voluntad de vivir el bien.

Encuentra la esencia de tu vida, tu espíritu, el legado divino que mora en tu interior. Tu espíritu no tu alma. El alma es aquello que siente humanamente; el espíritu es lo que te eleva a la realización o iluminación, a la completa dicha. Llega al equilibrio, al punto cero, en el medio del organismo, en la calma. Dibuja un plano cartesiano en tu cuerpo. En ese punto del ombligo, a donde convergen el eje X y el eje Y, está el punto cero. Quédate ahí, concéntrate y apunta en línea vertical hacia el cielo (a Dios, al Origen de todo) Concéntrate en la vida, no estés todo el tiempo distraído; respira, inhala pureza (aire puro, nada contaminado) y exhala todo el tóxico interior. El mal llega como el virus y te corroe. ¡Atento! Llénate de lo bueno  y haz solo el bien, y hazte solo el bien… cuando no sea posible, al menos, no hagas daño.

Mens sana in corpore sano

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2 comentarios

  1. Hols Dra. Karyna. Un articulo muy bien diseñado con profundo conocimiento historico de la medicina. Nuestro Karma:accion.recuerdo.deseo orienta nuestra actividad y hace que uno cumplamos con nuestro Dharma
    Felicidsdes. Dr. Vargas

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