19 abril, 2024

La Felicidad no es perdurable

El otro día tuve contacto con un monje trapense de visita en Guayaquil. Era un hombre sereno, afectuoso, reflexivo y en paz con su manto de color tranquilo. En otro día, observaba el movimiento del aeropuerto de nuestra ciudad: la sala de espera llena de ciudadanos con teléfonos celulares, preocupados, ansiosos, nerviosos, tensos. Aquello me hizo reflexionar: “¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?”

Me encontré con Eva Selva, de 12 años, en el ascensor, a las 9 de la mañana, y le pregunté: “¿No fuiste a la escuela?” Ella respondió: “No, voy por la tarde.”

Comenté: “Qué bien, entonces por la mañana puedes jugar, dormir hasta más tarde.”

“No”, respondió ella, “tengo tantas cosas por la mañana…”

“¿Qué cosas?”, le pregunté.

“Clases de inglés, de baile, de pintura, de natación, Pilates”, y comenzó a detallar su agenda de niña mecanizada. Me quedé pensando: “¡Qué pena, que Eva Selva no tenga clases de meditación!”. Estamos formando súper-hombres y súper-mujeres, totalmente equipados, pero con un total desconocimiento de su emocionalmente.

En Guayaquil en la actualidad hay seis librerías y más de mil gimnasios. No tengo nada contra el mejoramiento del cuerpo, pero me preocupa la desproporción en relación al mejoramiento del espíritu, al olvido de la cultura, en entender el papel primordial que cumple lo culto, el entendimiento dentro del mejoramiento social de la comunidad y de cada uno de nosotros. Pienso que moriremos esbeltos: “¿Cómo estaba el difunto?”. “Oh, una maravilla, ¡no tenía nada de celulitis!”

Pero ¿cómo queda la cuestión de lo intangible? ¿De lo espiritual? ¿Del amor?¿de la lealtad?¿de la gratitud?

Hoy, la palabra es “virtualidad”. Todo es virtual. Encerrado en su habitación, un hombre puede tener una amiga íntima en Oslo, sin ninguna preocupación por conocer a su vecino de al lado! Todo es virtual. Somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales, ciudadanos virtuales, votantes virtuales. Y somos también éticamente virtuales…

La palabra hoy es “entretenimiento”; esclavos de un entretenimiento cada vez sofisticado, para poder parar nuestro masivo aburrimiento. Buscamos divertirnos, entretenernos, pasarla bien, cualquier cosa sirve porque nos sentimos solos y algo tiene que pasar para ser feliz. La felicidad ahora es artificial, puede venir en pastillas, en capsulas, envuelta en cigarrillos. Es momentánea, eso es lo que hay y no hay nada más.

Como la publicidad no logra vender felicidad, genera la ilusión de que la felicidad es el resultado de una suma de placeres: “Si toma esta gaseosa, si usa estas zapatillas, si luce esta camisa, si compra este auto, usted será feliz!”

El problema es que, en general, no se llega a ser feliz! Quienes ceden, se convierten en adictos, así la sociedad es cada vez más neurótica y adicta.

El gran desafío es comenzar a ver cuán bueno es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, consumista, ver esta voracidad del capitalismo. En la sociedad actual la familia está en crisis, los matrimonios está en crisis, la juventud en crisis.

Así, no se puede vivir mejor. Para una buena salud mental son indispensables: amistades, autoestima, ausencia de estrés, una sociedad que aliente hacernos amigos unos de otros.

Hay una lógica religiosa en el consumismo post-moderno.

En la Edad Media, las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy, en cada cuadra tenemos shopping o chopín center, los famosos malls. Es curioso, la mayoría de estos sitios tienen líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas. ¿Lo reconocen en san marino? a ellos no se puede ir de cualquier modo, es necesario vestir elegante, estar presentable. Y allí dentro se siente una sensación celestial: no hay mendigos, ni chicos de la calle, ni suciedad, nadie es pobre, somos iguales de felices consumidores.

Se entra en esos claustros al son del canto gregoriano post-moderno, una musiquita especial y relajante.

Todo es capillas venerables de dinero y objetos de consumo, donde todo es bello; bello el piso, los pasillos, las paredes, los baños y desde luego escoltados por bellas sacerdotisas.

Quienes pueden comprar al contado, se sienten en el reino de los cielos.

Si debe pagar con cheque o a crédito se siente en el purgatorio.

Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno…Sin embargo todo termina bien, he paseado, he visto gente, la gente me ha visto comprar, tengo el carrito lleno, soy feliz. Todo lo que uno compra en estos malls es descartable, de corta vida, se gasta pronto, nada es imperecedero, ni perdurable. Así se nos acaba el tiempo…el sistema vivió mi vida, la sociedad de consumo al final me consumió.

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Filosofía de la vida y la muerte

Esta semana llena de cargas emocionales y empeños, no pude preparar mi post de la semana. Así que tomo prestado esta entrevista que me hace El Comercio en su edición de hoy para guardarla en mi blog, y compartirla con ustedes.

“Henry Raad dice que olfatea la muerte, pero a los 71 años tiene tanta vitalidad que cualquiera duda de lo que dice. Se había propuesto que la novela de su vida ‘¡Valió la pena?’ fuera una publicación póstuma. Y como la muerte no le llega, decidió mandarla a la imprenta. Pero la idea de su lanzamiento posmórtem sigue vigente y lo cuenta con esa misma ironía con la que ha vivido. “Cuando ya esté en la cajita quiero que los libros estén ahí, al pie, y la gente se lleve el librito a la casa. Llegué a imaginar que la tinta de la impresión del libro llevara parte de mis cenizas, dramaturgo total, medio tétrico…”.

El Big-Bang

Las creencias del gran señor. Mira al cielo y enseguida se creyó dueño de las estrellas y soles existentes, se redactó un acta de propietario y se convirtió en el único dueño.

Luego vio la tierra llena de colinas y volcanes y se declaró único propietario y amo; y así fue.

Observó el mar y los océanos y se posesiono de ellos también y complacido como estaba de sus propiedades, pidió que le sirvieran de todos los mariscos existentes y se cumplió su deseo, al único señor dueño de lo conocido en todos los rincones de la tierra.

5 comentarios

  1. lo que dice el señor Rangel tiene mucho sentido, lógica, razón. el mudo moderno esta olvidando, o ya olvidó principios de conocimientos de cultura, urbanidad, cívica, lógica, ética, historia, geografía!!!
    La cibernética desplaza sin intención de hacerlo muchos buenos hábitos y los reemplaza por otros. No todo lo moderno es bueno ni malo, tampoco no todo lo antiguo es bueno ni malo, hay que buscar el justo medio; pero la cultura, cívica, lógica, ética, historia, geografía no pueden desaparecer!!

  2. Cuando escucho que se ofrecen cursos para embellecer el cuerpo, para quitar arrugas, lucir mas joven, etc. etc. me pregunto por que no hay cursos para embellecer el alma, el espiritu y creo que estos son mucho mas importantes que los primeros pues redundan en el bienestar de quien los toma y en el bienestar de nuestros semejantes y en la mejora del ambiente espiritual de una comunidad.

  3. A principios del 2005 empece a usar la tendencia tecnológica, por motivos laborales se hizo rutina, en oficina, en casa, en tiempo libre, etc. Pero hoy en dia me llena de molestias ver a la gente como dependen de la tecnología.

    Muy acertadas palabras, comparto su línea de pensamiento.

    UN GRAN Y FRATERNO SALUDO…

    EDUARDO MITE GUZMÁN

  4. Y eso que apenas estamos en Guayaquil, Ecuador.
    En las grandes ciudades de los países ricos todo lo expuesto es mucho peor. Con black friday incluido.
    Cosas de nuestras sociedades. Del tercer milenio. Del supuesto desarrollo de las sociedades.

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