28 marzo, 2024

Divide y Vencerás

Un acontecimiento ha trascendido en días pasados en España y que ha sido vendido, supongo que porque así lo es, como único en la historia, cerca de 400 periodistas acreditados de todas partes del mundo lo atestiguan, por primera vez damas y caballeros, un miembro de la casa real, la hija de un rey, de todo un jefe de Estado, se ha sentado en el banquillo, para responder en calidad de imputada a las preguntas del juez, fiscal, y demás partes intervinientes.

No voy a entrar en el debate de su inocencia o culpabilidad, entre otras cosas porque no he formado parte de la investigación, desconozco el contenido del sumario y tampoco soy jueza para juzgar a nadie, pero sí que me gustaría comentar por encima aspectos humanos y racionales de este evento que poco a poco se está convirtiendo en un espectáculo de luz y sonido. En lo primero que he reparado es en la dualidad opuesta de opiniones, ese principio de enfrentamiento tan enraizado en los seres humanos que nos lleva a crear dos bandos ante un evento como el que nos compete.

Parece inevitable aceptar ante cualquier hecho, significativo o no, la creación de un duelo entre dos adversarios, y que de alguna manera enlaza con esa estrategia gubernamental de “divide y vencerás” tan manoseada a lo largo de la historia. Para el que está en el poder resulta a veces conveniente lanzar un caramelo al aire y comprobar cómo los sometidos se lo disputan entre ellos, evitando así que de otra manera pudieran unirse y arrebatarle el trono.

Por un lado están los que la defienden, los que ven en ella un ángel incapaz de caer en el pecado, un miembro de una institución sublime como la monarquía que como tal es inmune a todo acercamiento al mal y que con su ejemplo de rebajarse acudiendo al juzgado para declarar, hace honor a que la justicia es igual para todos. Por el otro, los que la atacan, los que ven en su persona una posición de privilegio sin mérito alguno que aprovecha la prerrogativa para beneficio propio y que si acude al llamamiento judicial no es por voluntad propia sino por obligación, aunque lo haga con concesiones preferentes como las medidas de seguridad excepcionales o librarse del paseíllo.

Da la sensación, nada real sólo suposición, faltaría más, que el caramelo-infanta se nos hubiera ofrecido en bandeja para enfrentarnos una vez más. Es evidente que en ambos casos lo que menos interesa es la situación personal y real de la infanta en cuestión y sí, lo que simboliza, el despertar de la eterna rivalidad. Y digo yo, no sería más humano, más racional, de sentido común, aceptar las reglas del juego tal y como son en una sociedad democrática como la que nos ampara, confiar en la justicia como ente independiente y evitar retos innecesarios entre subordinados que solo conducen a un mayor distanciamiento y fortalecimiento del poder.

Otro asunto me ha llamado la atención y no es otro que el hambre voraz que experimentan los medios de comunicación ante situaciones así, parecen leones hambrientos ansiosos de devorar cualquier noticia por ínfima que sea, y transmitirla con todo lujo de detalles, a cual menos insignificante que la siguiente, como si les fuera la vida en ello.

Ya no es solo informar del hecho por el cual la hija de un rey resulta ser imputada y sentada frente al juez para responder de indicios o sospechas sujetas a delito, lo que resulta interesante como noticia, son los pasos que la infanta da desde su salida del coche hasta la puerta del juzgado, la cámara de video que alguien sin autorización judicial ha utilizado durante la toma de declaración, si la infanta visitará al rey tras su paso por el juzgado y de qué hablarán, etc.

No sé, seguramente estaré equivocada, pero me da nuevamente la sensación de que a través de los medios de comunicación se busca esa división y enfrentamiento y es que unos dicen que dio 11 pasos, otros 12, que la grabación la hizo un abogado, que no, que era una abogada. Otro asuntillo que pongo sobre la mesa, mejor sobre el papel, y con el que invito, no a la división, sí a la reflexión, es el resultado de la declaración de la infanta, de la que se deduce claramente que desconoce cualquier implicación en posibles delitos por confiar plenamente en su marido y por el amor que le profesa dentro del matrimonio. La cuestión es plantearse si el amor hacia tu ser querido y con quien compartes y convives toda una vida y existencia pueda justificar tu desconocimiento sobre la comisión de un delito por parte de él.

Y para terminar, un miembro de la realeza pendiente de si debe sentarse o no en el banquillo, una institución como la monarquía pendiente de mantenerse en la cuerda floja o reafirmarse, un país entero pendiente de esa decisión, poderes ocultos quién sabe con qué intenciones, y una sola persona, un solo juez, que tendrá que tomar sólo él esa decisión, podrá una sola persona ser capaz de aplicar la justicia correspondiente como el país se merece? Se puede dividir también a un magistrado?

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