19 abril, 2024

Alfabeto moral para niñas

Juan Fernando Páez Terán, ecuatoriano, Abogado, poeta, nació en Quito, Ecuador el 5 de julio de 1931. Hijo de José Páez y María Eugenia Terán y nieto del General Ulpiano Páez.

Imitando el Alfabeto para un niño de Don José Joaquín de Olmedo y Maruri, escribió este hermoso Alfabeto moral para niñas, que vale la pena recordar:

Alfabeto Moral para niñas
Juan Fernando Páez Terán
Imitación del Alfabeto para un niño (Olmedo)

Amor guiará tus pasos,
será tu fiel compañero;
llega al minuto postrero
asida siempre a sus brazos.

Belleza es sólo un motivo
para buscar la bondad;
belleza está en la verdad
como un sol radiante y vivo.

Caridad pon en tus cosas
y verás cómo a tu lado,
florecen con sumo agrado
las almas como las rosas.

Dolor te dará ocasión
de pulir tus sentimientos;
enseñan los sufrimientos,
son escuela de valor.

Esperanza, un resplandor
que tu horizonte ilumina;
lucha, esfuérzate, camina,
tu esperanza puesta en Dios.

Fortuna es cumbre o abismo
que nos da o nos quita el hado;
no hay ser más afortunado
que el que se haya a sí mismo.

Gloria es nube que arrebata
hacia un sueño imaginario;
la vuelve el tiempo un calvario
por vana, fugaz e ingrata.

Honor será el distintivo
que tu conducta refleje,
nada del honor te aleje,
ni aún el más caro motivo.

Ilusión ¡Qué error sería
fincar la existencia en ella!
Más, vivir sin esa estrella,
es también una agonía.

Juventud es un tesoro
divino, según Darío;
haz de modo que el estío
de tus años, guarde su oro.

Lealtad la niña debe
mantener con su creencia,
su ideal, su fe, su conciencia,
¡jamás la traición aleve!

Moral, la certera guía
para el camino del bien;
tendrás en ella también,
plenitud, paz y armonía.

Nobleza es disposición
de un espíritu sereno;
ella cubre el mal ajeno
con el manto del perdón.

Orden pon en tus ideas,
tus sueños y tus acciones,
dominarás tus pasiones
y serás cuanto deseas.

Paciencia es flor perfumada
con un exquisito aroma;
y es en la vida la coma
de la frase reposada.

Quejas, si tienes que darlas
guárdalas en tu interior
y las de otros, con amor,
acércate a consolarlas.

Religión, la firme roca
donde anclarás tu moral,
es tu lucha contra el mal,
sigue su ley y la invoca.

Silencio es el don más raro
que suele hallarse en mujer;
de un verdadero querer
es ancho puerto y amparo.

Tolerante solo a veces,
mas nunca condescendiente
con el error, y la gente
te habrá de estimar con creces.

Urbanidad es el sello
de una fina educación
y no hay mayor distinción
que distinguirse por ella.

Virtud, la sola riqueza
que atesorar deberías,
pues todas las alegrías
son, sin ella, gran tristeza.

Yerros hay del alma humana
difíciles de evitar,
más, saberlos enmendar
es propio de un alma sana.

Zagala sé de idealismo,
siempre fresca, pura y buena
y sea tu sola cadena
la norma del cristianismo.

Graba, niña, en tu conciencia
los principios que te he dado
pues son el fruto tomado
del árbol de la experiencia;
que se note su presencia
como luz en tu mirada;
que en ella esté reflejada
el consejo paternal
de este alfabeto moral,
con su décima IMITADA.

Artículos relacionados

El padre

Siguiendo con mi tema de volver a los tiempos de antaño, la época feliz en la que el respeto, las buenas costumbres, la honorabilidad, el trabajo y la sencillez de vida, eran […]

Medardo Ángel Silva

He dejado pasar más de un año de haber comenzado a publicar la poesía de la semana, para hablar de un poeta ecuatoriano, aparte de lo que publiqué de nuestro Prócer y verdadero genio de la libertad del Ecuador, nuestro Patriota, Don José Joaquín de Olmedo y Maruri.

Vamos ahora a hablar del poeta romántico, guayaquileño, que perteneció a la generación decapitada, que nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898 y falleció prematura y trágicamente, el 10 de junio de 1919, dos días después de haber cumplido 21 años. Escritor, músico, poeta y compositor, es considerado el mayor representante del modernismo en la poesía ecuatoriana.

Quedó huérfano a muy temprana edad y su madre, con la pequeña pensión que recibía, construyó una casita en la Avenida del Cementerio. Entró a estudiar en la Escuela de la Filantrópica, cercana a su casa. Es factible que su fijación por la muerte pueda venir de su niñez viendo pasar los cortejos fúnebres frente a su casa. Le gustaba la música y solía practicar el piano en el Convento de San Agustín.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×