19 abril, 2024

Entrevista al Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás S. J.

Por: Francisco V. Franco Suárez
Antiguo alumno del colegio Javier de la Compañía de Jesús. 38 ava. promoción.

Adolfo Nicolás (77) es el trigésimo Prepósito General de la Compañía de Jesús. Del 17 al 20 de agosto estuvo por primera vez en Ecuador, visitando las obras que la orden ejecuta en el país, manteniendo encuentros en Quito y Guayaquil con jesuitas, laicos y amigos de la compañía.

El otro Arrupe.-

Pedro Arrupe (1907 – 1991), el general que llevó a la Compañía de Jesús a sitios incómodamente estelares en la década del 70, fue electo General el 22 de mayo de 1965. Previo a su elección su labor apostólica la desempeñó en Japón como misionero, maestro de novicios y provincial de Japón. El generalato de Arrupe se desarrolló en épocas del Concilio Vaticano II y de la Teología de la Liberación. Todo este entorno motivó la decisión de la Compañía de Jesús de promocionar en todas sus tareas apostólicas la fe, pero nunca más separada de la justicia. Esto trajo sus consecuencias. Rutilio Grande e Ignacio Ellacuría son una pequeña muestra de los muertos y sangre que la Compañía tuvo que pagar por esta riesgosa promoción. La severa enfermedad de Arrupe (trombosis cerebral en 1981) detuvo este contestatario accionar de la Compañía que ya comenzaba a incomodar a la Santa Sede. La disminución física de Arrupe fue oportunidad para Juan Pablo II de intervenir la Compañía, nombrar su delegado interino (el jesuita Paolo Dezza) que calme la agitación en la orden hasta la convocatoria de una nueva congregación general, la treinta y tres, que eligió el 13 de septiembre de 1983 a Peter Hans Kolvenbach, políglota holandés, el general de transición.

Luego de 25 años de generalato, que sirvieron de apaciguamiento y reconciliación a la interna y externa de la Compañía, en un acto inédito dentro de los cuatro siglos y más de historia jesuita, Kolvenbach presentó su renuncia al cargo vitalicio como General provocando una nueva elección. Al cumplir sus 80 años, Kolvenbach concluyó ante Benedicto XVI su agenda, puso su cargo a disposición de la congregación general 35 que el 6 de marzo de 2008 en Roma eligió a Adolfo Nicolás Pachón (español) como sucesor. Igual que Arrupe, Nicolás ha desarrollado su labor apostólica como jesuita en Japón; conoce a fondo los retos de predicar el catecismo en tierras cultural e idiomáticamente distintas, lo cual supone flexibilidad mental y empatía espiritual, al igual que Arrupe. ¿A dónde llevará su generalato a la Compañía de Jesús?

“La Iglesia tiene que reajustar su lenguaje”.-

Al consultarle sobre el impacto de la elección de Francisco respondió:

“Creo que el papa Francisco ha sido una sorpresa para todos. Como todas las sorpresas hay una serie de factores que no están definidos y él sigue sorprendiendo. En un periódico italiano al poco de su elección salió un chiste gráfico en el que el papa Francisco está en el balcón vestido de blanco y dice: ´mis hermanos cardenales me han dado una gran sorpresa, pero esto es nada comparable con la sorpresa que les voy a dar yo a ellos´. Este humor expresa muy bien la expectativa hoy de todos. El papa ha caído muy bien al mundo, habla un lenguaje muy sencillo, llega al pueblo y el pueblo responde de una manera extraordinaria. La respuesta popular es enorme y el pueblo cristiano, todos nosotros, estamos esperando grandes cosas, pero como toda expectativa tenemos que darle paciencia para que el papa tome sus decisiones a su ritmo. Los cardenales, con la elección de un latinoamericano, han querido impulsar la reforma de la Iglesia, de la Curia Romana, y confían en que Bergoglio lo puede hacer. El fuerte factor sorpresa de su elección es importante, pero el papa sabe lo que quiere y hace lo que él piensa que debe de hacer, es una persona que no se deja manipular ni va a estar al dictado de otros”.

“La gran responsabilidad, el gran reto que tenemos todos, es contribuir a una sociedad donde todos puedan vivir en paz, con alegría y con esperanza”.

¿El papado de Francisco es una invitación de la Iglesia a dialogar hasta con grupos que le son antagónicos?

“Sí, ciertamente. Yo no llamaría grupos antagónicos, cada grupo tiene sus presupuestos, su reflexión, sus posturas. Creo que la presencia del papa Francisco en Roma, por una parte, no supone ningún cambio estructural en nosotros como Compañía, pues yo no soy el superior del papa, de hecho el papa es el único superior que tengo, ni los jesuitas debemos aprovecharnos de esta situación para conseguir ningún tipo de privilegio; al contrario, seguimos igual que antes al servicio de la Iglesia. El cambio es a nivel sicológico, interpersonal. Para mi gestión es más sencillo saber que ahora tengo un amigo vestido de blanco (se conocen desde el año 1987) que habla mi mismo idioma, pero creo que el papa Francisco va a contribuir y mucho al diálogo interreligioso. Lo vemos en sus encuentros con periodistas y otros grupos demostrar un gran respeto a los que piensan distinto. (El papa Francisco) se pone en una posición de no juzgar a nadie porque solo Dios puede juzgar el corazón de las personas. Yo estoy convencido que el papa participa de una tradición jesuita, inaugurada por San Ignacio de Loyola, de gran respeto a toda la realidad. Dios está trabajando en la realidad y nuestra misión no es cambiarle la plana a Dios sino descubrir cómo Dios trabaja en esa realidad y esto es muy importante para el encuentro con los jóvenes, en lugar de juzgarles porque son distintos de nosotros, descubrir cómo Dios está trabajando en el corazón de ellos, descubrirlo y colaborar con esa labor. Esto que digo se aplica a todas las religiones, a todos quienes piensan distinto a nosotros y el papa está demostrando una actitud de respeto que nosotros (los jesuitas) creemos que hay que profundizar”.

¿El decrecimiento de fieles católicos y el incremento de fieles en iglesias de vanguardia es un desafío a enfrentar por el papa Francisco? ¿Cómo la Compañía de Jesús puede ayudar al papado en este desafío?

“La sabiduría. La única contribución que podemos hacer en el diálogo interreligioso es una contribución sabia, es ir a la raíz de las cuestiones. Creo que muchas veces peleamos con otros cristianos de otra tradición a nivel de superficie, de gestos, de palabras, de conceptos, de dogmas y no vamos a lo profundo de la persona humana, del misterio de Dios y cómo el misterio de Dios da libertad a la persona humana, no vamos a lo profundo y entonces nos quedamos en la hojarasca y la hojarasca no nos da nada, ni profundidad ni sabiduría. Considero que la crisis actual de todo el mundo es una crisis de superficialidad”.

Pensar con sabiduría se enseña: ¿Es simplemente la educación del hombre la única solución para problemas de actualidad que la Compañía brinda al mundo?

“Yo no diría simplemente. La esencia de la espiritualidad jesuítica está en el crecimiento hacia lo que Dios quiere de la humanidad, crecimiento y la capacidad de transformación de la persona. San Ignacio de Loyola cayó en cuenta muy pronto que la educación es el mejor campo donde hay crecimiento y transformación y al mismo tiempo es muy realista porque lleva tiempo, lleva años, la transformación verdadera de una persona no es emocional, no es un momento, lleva años, y la educación brinda un campo done esa transformación se puede hacer y nosotros (los jesuitas) podemos acompañar, no tanto enseñar como acompañar”.

-Un dominico, un franciscano y un jesuita están un día en la basílica de San Pedro, cuando se produce un apagón y se quedan a oscuras. El dominico aprovecha para reflexionar profundamente entre el contraste entre la luz y las tinieblas; el franciscano se postra humildemente y comienza a rezar “a la hermana luz y la hermana tiniebla”; y el jesuita sale del Vaticano y arregla los fusibles. ¿Usted arreglaría los fusibles?

“Un chiste es un chiste. Este dice mucho de la espiritualidad jesuita. Yo ciertamente me preocuparía de por qué se apaga la luz. Esto significa que uno debe ir a la raíz de las cuestiones. Lo que digo va implicado con lo de la sabiduría que hablamos antes. Si tenemos un problema en el mundo, como la pobreza o el que sea, mi primera pregunta sería por qué. Dónde está la raíz de este problema, porque si no vamos a la raíz del problema no solucionaremos el problema, podemos provocar buena voluntad y participación de bienes, pero dejado a merced de la intuición de cada uno. Creo que hay que ir a las raíces de los problemas, y si las raíces son los fusibles, pues a arreglarlos”.

Artículos relacionados

La Salud y la Junta de Beneficencia

La salud de los guayaquileños que buscaban asistencia médica fue dada, desde antes del inicio del siglo XX por la Junta de Beneficencia de Guayaquil. El Gobierno nacional, posiblemente por la falta de comunicaciones o por la escases de dinero, miraba principalmente a su alrededor, mientras Guayaquil, como puerto en la costa, en medio de la selva tropical, sufría por las pestes de bubónica, cólera. fiebre amarilla, dengue, malaria y muchas plagas más. Los guayaquileños, llamados por su Municipio, se reunieron y se formó la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Con este ejemplo, se crearon también Juntas similares en otras Ciudades, como Quito y Cuenca, las cuales no prosperaron.

La solidaridad de los guayaquileños, reconocida por los pobres y mendigos que piden caridad en sus calles, hizo que el esfuerzo sí persistiera en la Ciudad Puerto. Esto es lógico, si consideramos que en esa época, muchos morían sin tener donde atenderse por medio del Estado. Sólo la Junta prestaba los servicios a los ecuatorianos que buscaban salud en Guayaquil.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×