25 abril, 2024

La casa no es una cosa

No es solamente un objeto, No es una cosa. Es un proceso… Como la vida, es una obra en constante cambio, y, siempre necesitamos cambiar. Crece, decrece y se modifica conforme a las situaciónes y circunstancias de sus usuarios.

Aunque, posiblemente, los términos están mal utilizados, este escrito está específicamente dirigido para los ciudadanos de clase media.

Está escrito para quienes compran la casa ya construida y pierden (por no saberlo) el derecho al pataleo. La compran por razones varias, para mejorar su estatus, por especular con la plusvalía, por protección familiar, y otros motivos más que se nos escapan al momento. Creemos que un gran porcentaje (tal vez algo más del 80%) de viviendas compradas construidas son alteradas o reformadas durante el tiempo en que se usan.

El paulatino uso de la superficie vacía de terreno y la remodelación y crecimiento de los espacios interiores se producen por movilidad familiar –aumento o disminución-, modificación de las necesidades del grupo o por el simple hecho de “modernizar” lo interno para mayor expansión y comodidad.

Esta forma de accionar trae como consecuencia una mala calidad de las soluciones aplicadas, más que por el hecho adoptado, por el apuro y la espontaneidad de los arreglos. Mala calidad a la que el usuario empieza a acostumbrarse desde el primer día en que usa su vivienda por ejemplo: fisuras en las paredes que le dicen que son “naturales porque toda construcción se asienta”. Es decir, no es por falta de dinero, sino por falta de pensamiento y asesoramiento verdaderamente profesional.

Se diseñan, construyen y venden y cuya presentación de mercadeo es impecable. Se dice que “vienen a llenar un vacío en la vida”. Pero ¿En dónde queda el comportamiento humano esencia de la Arquitectura? La existencia humana no se compone de dimensiones o superficies, sino de ritos, de celebraciones, de etiquetas, de ceremonias que ocupan un lugar físico y un espacio sicológico, y de esas ceremonias está hecha la vida. La vivienda debe estimular la comunicación familiar. Debe incentivar la ética grupal y el comportamiento social del individuo.

Por supuesto que el nuevo propietario trata de personalizar su casa. Primero mostrando su individualidad al barrio, sea con su garage, con su fachada, con sus ventanas y cortinas, etcétera. Segundo –y lo más importante- trata de construir su mundo privado, tanto individual como familiar.

Rodolfo Livingston lo comenta así:

“ ¿Y qué casas quieren la mayoría de los clientes?. Desde su perspectiva, que es también la nuestra cuando soltamos el lápiz, la arquitectura se relaciona más con el placer de habitar que con la aplicación ciega de principios abstractos. La gente desea que sus viviendas tengan una distribución que permita la reunión y también el aislamiento de los miembros de la familia, fachadas que expresen ante los demás y ante sí mismos como son ellos o como creen ser, espacio para contener todas las cosas que usan y las que no usan y aman y que exceden en mucho las posibilidades del “placard” (ropero, closet), paredes que no enfaticen nada nada pero que permitan colgar los cuadros y las fotos que los vinculan con su pasado, ventanas que regulen adecuadamente su relación con el exterior.”

De alguna manera debemos de proteger al usuario-comprador de las viviendas. Creemos que las Municipalidades, junto con las reglamentaciones internas de las urbanizaciones, deberían también exigir que, a cada propietario, se le entregue un manual de uso de la edificación. Manual que indique las especificaciones técnicas y tiempos de garantía detalladas para cada rubro, lista de proveedores de materiales y formas de uso, modificaciones y mantenimiento del hábitat adquirido.

De otra parte ¿Por qué no montar en diferentes sectores de la Ciudad (y quizás de la República) Consultorios de Arquitectura a donde concurran usuarios que deseen establecer nuevos usos a sus viviendas y consulten, a bajo costo, las modificaciones que desean incluir en sus hogares?

Estas serían algunas de las formas de proteger al constructor, dar trabajo a profesionales y hacer un servicio social al habitante.

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Acojo

Acojo el nuevo día, el sol de la mañana, el despertar de los niños para recibir sabiduría. Acojo el canto del gallo, el café hirviendo de deseo, los buenos días a todos. Acojo el agua que baña mi cuerpo, que limpia mi boca, acojo el beso del aire que es el mismo aire de Venus y los anillos de Saturno. Acojo y me acojo. Acojo tus ojos, la música de tus labios llenando de saliva mi nombre; acojo el horno de tu corazón y la fuerza con que ordenas “levantarse” a todos los muertos. Te acojo y regalo todo lo que acojo.

Acojo la voluntad que me ordena morirme y ver morir al otro y a los otros. Acojo la palabra nacimiento y el nacer de nuevas esperanzas y nuevos ahíncos. Acojo el arroz, la chicha y el dragón de agua que me regalo mi madre el día de todos los santos. Acojo el día que cumplí dos días de nacido y me regalaron un avión que se desarmaba y nunca más volvió a ser lo mismo. Acojo cuando te echas en mis brazos y puedo ofrecerte a la noche, a la dulzura de la sombra y a la mesa convertida en árbol de uvas.
Acojo el tiempo no vivido, lo que no ha podido hacerse, acojo a los que ya me olvidaron, los que salieron por la puerta trasera y huyeron por la puerta invisible. Acojo la oportunidad que nunca llego, la promesa que me hice mirando las estrellas, acojo mi pereza tu pereza la pereza del altísimo cuando ordeno que me pongan aquí.

Jota

Nos conocimos hace quizás más de una década y bastó muy poco para que te conviertas en el amigo leal que fuiste, le metimos “ñeque”, como decía nuestro querido L.F.C., a las […]

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