18 abril, 2024

Las Perchonas

Dice el refrán popular que la mujer contrae matrimonio: de los 20 a los 25, si ella quiere, de los 25 a los 30, si él quiere, y de los 30 en adelante, si Dios quiere.

Estos primitivos conceptos eran tolerados por la sociedad ecuatoriana hasta los años 70, pero, actualmente, cuando la mirada moderna se nos impone en este mundo globalizado, la lectura debe ser con un lente diferente, de respeto al ser humano.

Hoy en día, nosotras ingresamos en igual número que los varones a las universidades, y por ello entre los 20 y los 25 nos encontramos estudiando; de los 25 a los 30 buscamos incorporarnos en un escaso mercado laboral a un trabajo estable; y, algunas, inclusive, estamos estudiando un cuarto nivel de educación.

De los 30 en adelante, algunas piensan en casarse si es que esa es su vocación; y casi todas se llevan la penosa noticia de que la oferta masculina del único estado civil al que no se regresa jamás, está casi agotada. Entonces, la búsqueda y las probabilidades de matrimonio se vuelven menos y menos factibles, y por ende la mujer se vuelve más productiva.

Yo no estoy de acuerdo con este concepto.

La competitividad, la crisis económica, y el movimiento feminista a nivel mundial han cambiado la óptica y aspiraciones de muchas mujeres; pues exigimos como seres humanos, igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.

Conozco a muchas mujeres exitosas y solteras que sobrepasan los 50, que nunca necesitaron de un hombre a su lado para ser felices.

Pretender llamar a una mujer madura con el solecismo “perchona”, por el simple hecho de no haberse casado jamás, constituye un delito postmoderno, un desliz subjetivo y un triple discrimen a la mujer, basado en el sexo, la edad y el estado civil, tal como lo determina el artículo 11 de la Constitución y el artículo 2 del capítulo innumerado del Código Penal relativo a los delitos de odio; pues nunca he escuchado llamar “perchón” a un hombre soltero pasadito los treintas.

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Salieron de todos los lagos, mares, ríos, riachuelos, cascadas que rodean la ciudad, formando una poderosa columna diáfana e indestructible, que alcanzaba desde la orilla sur del malecón hasta Durán, de orilla a orilla, una distancia como desde la Torre Morisca hasta Pascuales.

El viento acariciaba a todos los desfilantes convocados. Se trataban de miles de pescados: lisas, pargos, corvinas, atunes, caballas, robalos, etcétera; además camarones, langostinos, cangrejos y jaibas que habían resuelto dejar las aguas para desfilar por las calles de la urbe y rendir homenaje a Guayaquil por las fiestas octubrinas. Saludan su grandeza, su historia inolvidable e imprescindible. Su gesta de ciudad que da cobijo a todos los hijos de la patria.

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  1. En la tribu,el no reproducirce ,siempre fue visto como un ataque a la misma existencia del grupo. El equivalente moderno seria el no casarse y tener familia propia,esto claro esta,solo es valido para quienes mantienen la mentalidad tribal.Pero la presion social(tribal)no se reduce tan solo a las mujeres,no. El hombre tambien se ve compelido a casarse y a reproducirse. Recordemos uno de los metodos de presion mas insidioso que dice «Hombre soltero y maduro, M…..n seguro».Imaginese en la sociedad machista que lo acusen de no serlo.Saludos.

  2. Bueno, estamos en un momento en donde no se puede opinar libremente con riesgo de que el supremo, presi o suprema, mujer le envíe todo el paquete de leyes encima, como ya se anticipa en poner por delante las leyes, pero las realidades no se puede tapar y será una más de las perchonas o de las famosas feministas

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