28 marzo, 2024

Carta a Jaime

Jaime;

Soy un guayaquileño ya fatigado de tanto serlo. Más que cansado, soy un guayaquileño ya sin sueños. Cuarenta y cinco años radicado en este gran poblado y luchando con la pluma por y para soñar, porque si uno no sueña, prácticamente ha muerto. He sido activista combativo con la pluma y me entrometí en los quehaceres cívicos desde todos los ángulos posibles. Desde la Cámara de Comercio en 1.982 inicié una tarea cívica larga y sostenida. Logré como novato desesperado que se ubicaran 500 rústicos maceteros al cuidado de cada comerciante ubicado a lo largo de lo que en ese entonces se llamaba Boulevard 9 de Octubre. Abdalá llego a la alcaldía y los mandó a botar en alguna parte. Ya los jóvenes no se recuerdan, y de nada sirve traer a tiempo presente la cantidad de vicisitudes que anduvimos desde la Operación Guayaquil Protesta, que culminó políticamente con el desfile del yucazo, cuando te fotografiaron dando la señal del tubérculo a la caravana que la presidía Rodrigo Borja una vez que decidió por la fuerza pública tomarse la Avenida 9 de Octubre, un 9 de octubre. Me involucré en la Cámara de Industrias donde tuve la sensación de lo cívico se confunde con lo gremial, sin darse cuenta que el gremio vive y se desarrolla en una ciudad.

Fui uno de los inspiradores y fundadores de la Junta Cívica, cuyo activismo se derritió al calor de las llamadas Fundaciones y de las simples coyunturas. La mejor gesta que tuvo la Junta Cívica fue la proclama de Puerto Lucía, cuando nadie se imaginaba que Santa Elena se iba desmembrar a causa del mismo centralismo que Guayas proclamaba como enemigo de su propio desarrollo. En esa agenda de hace 20 años se traza una hoja de ruta que iba desde el puerto de aguas profundas, el dragado del Guayas, el aeropuerto intercontinental y el impedir que la zona norte fuese bloqueada por invasiones porque esa era su salida natural al mar y el espacio de reserva para un desarrollo urbanístico que ya se deslumbraba iría a Samborondón, donde tu actualmente vives una vez que abandonaste ese barrio tan cariñoso como bello que es el Barrio Centenario. El primero en ser regenerado hace 1o años ya. Samborondón resultó un disparate urbanístico con complicidad de los “miamiquileños” que se acostumbraron a la arquitectura de la Florida, pero sin la prevención para reservar espacios como para darse a sí mismos accesos vehiculares. Urbanizaciones tipo jaula de oro. Burbujas dentro de burbujas. Un “yo” o por encima del “nosotros”. Un bien común muy pequeñito, diría yo que ha desguayaquileñizado a este otrora Puerto Principal

Propuse públicamente la candidatura de León para que se lance a la alcaldía. Fui su concejal durante ochos años. Trabajé silenciosamente y mi trabajo fue construir ordenanzas simplificadoras bajo el concepto de hacer del Municipio un amigo y no un laberinto inexpugnable de trámites. Escribí, escribí y escribí porque eso me place. Renuncié, como concejal, a viáticos y prebendas. Siendo un ejecutivo empresarial, cosa que me pesa como lastre al hacer el inventario de mi vida, buscaba soluciones cívicas y poéticas para una ciudad cuyo clima nunca deja de ser hostil para quienes la habitan. Guayaquil es cálida para el alma y poco importa que lo sea para el cuerpo. Jaime, se que a ti no te gustan los plumíferos porque consideras que perdemos el tiempo. Tu eres de obras; ahí está el aeropuerto, la terminal terrestre, el Registro Civil, la regeneración urbana, la Metrovía y muchas cosas más. ¿Pero sin plumíferos acaso una ciudad vive? ¿O quieres un país a lo Correa lleno de coreógrafos pero sin almas libres para decir cuanto quieran? En las urnas triunfaran las obras en cemento, los adoquines y los casas de los cerros pintadas de celeste, verdoso o rosado, pero estas viven, se anhelan, se inspiran en los poetas que joden con sus letras.

León nos hizo soñar con un Guayaquil mejor. Tomaste la posta y aportaste con esmero sobresaliente durante los primeros años. Luego de a poco todo comenzó a sentirse cansina la tarea. La burocracia se instaló en el Palacio Municipal. Convocaste a marchas desafiantes y ahí estuvimos con el puño cerrado dando respaldo. Las autonomías al andar se destornillaron. Había que volver a trasmitir sueños a una generación nueva que ha caído rendida a los pies de Correa, sin darse cuenta que para él Guayaquil no cuenta sino como territorio político y electoral. Vive en el avión ambulante del poder total. Él no tiene porqué ser un urbanista, pero el Alcalde sí tiene que serlo por intermedio de los mejores directores municipales que puedan contratarse. El equipo de trabajo actual está desgastado. No aportan con poemas que encandelillen a los nuevos votantes que posiblemente se sienten ya despojados de la herencia que yo creía habíamos dejado sembrada en cuando a eso de soñar y soñar.

Escribo desde mi ocaso pero escribo porque sueño. Mi Guayaquil ha quedado en los recuerdos. Una inmensa foto del Malecón 2.000 es mi ventana del ayer, y la veo congelada desde esta cárcel donde permanezco encerrado en una mole de edificios, empresariales se llaman, donde la avidez por el dinero lo ha convertido en un hacinamiento urbano, porque no ha habido funcionario municipal alguno que haga normas de construcción para obligar los espacios de parqueos suficientes y los accesos para aliviar la congestión al tránsito que tarde o tendrá se tapona. Desarrollo y modernidad sí. Pero sentido común también.

Algo anda mal, estimado Jaime , porque lo que los urbanistas municipales llaman desarrollo está en manos de unos cuantos constructores y empresarios VIP que se pelean por ubicar sus centros comerciales uno encima de otro. ¿Y después no entienden porqué el tráfico se bloquea? Los atascamientos son inevitables en las ciudades actuales, pero por eso mismo la previsión y las medidas preventivas tienen que multiplicarse para no llegar a tener que anular pasos a desnivel construidos desde el tiempo de León. Estamos remendando en la desesperación por encontrar salida de un salsipuedes construidos por la incapacidad o imposibilidad de planificar la urbe.

Por ahora no sigo, mi estimado Jaime. Este es un prólogo, aunque para ti debe ser ya una señal de alarma respecto a lo que sucederá en el próximo mes de febrero cuando vayamos a las urnas, pero ya sin sueños. Los votantes no viven de ayeres sino de sueños, y para eso estamos los plumíferos que lastimosamente desprecias, como todos los que asumen el poder. ¡Es inevitable, al parecer!

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El Dios de las cosas

En cierta ocasión asistí a un retiro espiritual donde escuché a un sacerdote decir: “A veces, por atender las cosas de Dios, nos olvidamos del Dios de las cosas”. Aquellas líneas se grabaron muy dentro de mí ese día y hoy, a ratos asaltan mi mente para volver a escribirse, como si las leyera por vez primera, adquiriendo nuevos significados antes ignorados. El Dios de las cosas. Y las cosas de Dios. ¿Cuáles son esas? Para aquel sacerdote, atender las cosas de Dios es perdonar las almas contritas, ofrecer un pancito mojado en vino santo, narrar las historias de un Dios humano. Para la viejita que va a misa de ocho o de seis todos los días, atender las cosas de Dios es dirigir el canto, recoger la limosna, orar a solas. Para la monjita del convento, atender las cosas de Dios es desayunar sacrificios, amasar el pancito sagrado, orar por un mundo doliente.

No hay comentarios

  1. ¡Cuanta razón tiene Henry Raad…! ¡Parecería que no se está trabajando en mantener la Alcaldía de Guayaquil lejos de las garras corruptas de AP…!

  2. A los tiempos Henry, se necesitan tus opiniones, este diario ya estaba cayendo en lo monótono.
    Guayaquil libre independiente y autónomo
    Jorge Avila M.

  3. Tiene razón en expresar su sentimiento de frustración e impotencia? Así nos sentimos muchos guayaquileños, que vemos cómo nuestra querida Ciudad cada día va quedando rezagada, estancada. Caminar por sus calles centrales todas llenas de polvo, rotas a diestro y siniestro, el tráfico caotizado sin saber cómo enrumbarlo y atinarlo? No sabemos quiénes en verdad la están administrando, o quizás hay cansancio? Gracias por tener el coraje de decirlo, y porque en sus palabras muchos nos estamos manifestando…

  4. LO felicito, por fin alguien dice lo que se debe decir.

    Guayaquil es una ciudad que colapsa y como que no tiene alma.

  5. Distinguido Henry,no tengo palabra mas simple que FELICITARLO,de acuerdo con usted,lo único que le pido es que si lo permite yo lo acompaño a volver a luchar sus ideales son los de un hombre de bien,y las piedras en el camino hay muchas que hay que saber esquivarlas y llegar a la meta.A sus ordenes.

  6. ESTOY DE ACUERDO CON USTED, PERO PARA DARLE AL ALCALDE UNA CRITICA JUSTA, LE DEBO DECIR QUE PARA TODO SE NACESITA MUCHO DINERO. LA CENTRALIZACION DE LOS DINEROS DESDE QUITO, HAN CONVERTIDO A GUAYAQUIL Y EL RESTO DE CIUDADES DEL PAIS EN REHENES DEL GENIO DEL PRESIDENTE. SI DICES O HACES ALGO QUE NO LE GUSTE, TE MANDAN EL DINERO A GOTAS. ESTO SEGURAMENTE TIENE UN EFECTO DESMORALIZADOR EN LOS ALCALDES CON LA CHISPA DE LA ACCION.

  7. Entiendo que esté desilusionado. En centro no va más, es un caos. La mitad de la ciudad es un suburbio infecto. El salado contaminado; nadie quiere colaborar para su limpieza. Se requeriría tumbar cuadra tras cuadra y hacer una gran vía, con un tranvía eléctrico, como Cuenca. Así se aprovecharía de la gran producción de energía que se tendrá en breve.

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