28 marzo, 2024

Reflexiones Personales

Cuando estoy triste o malhumorado solo basta pensar en lo que fue el momento de mi
nacimiento…

Como preámbulo, permítaseme, estimados amigos y amigas que me dispensan su
atención en la lectura, quiero remontarme a los años finales de la década del cincuenta;
costumbres todavía propias de un Ecuador agrario, mujer-madre convencida de su
compromiso con sus hijos e hijas, hogares funcionales o aparentemente funcionales,
menos “stress” social, médicos más cercanos a la familia, valores fundamentados en
el amor y el respeto, en fin, costumbres ligadas a “nutrir”, digo engordar al binomio
madre-hijo, el “parir” como alternativa deseable y no la cesárea, las “comadronas”
todavía omnipresentes en el campo y la ciudad, padres cercanos y preocupados por sus
primogénitos, por su prole, familias numerosas que ocupaban las grandes casonas de la
época y cuyos miembros –tíos, tías, primos, compadres, abuelos, padrinos, entre otros-
compartían juntos la educación de los niños, niñas y jóvenes.

Todo ha cambiado y en pocos años, por ello, rememorar lo anterior para adentrarme
a este diálogo resulta necesario. Y es que cuando estoy triste, insisto, malhumorado
o taciturno, a veces exasperado por el desánimo o la falta de comprensión de otros,
o con algún dolor corporal o espiritual, viene a mi mente mis fuertes raíces familiares,
y tomo conciencia de que… ¡Tiene que haber sido TERRIBLE!!!!, DOLOROSÍSIMO
PARA MI MADRE, su valiente decisión de subirse a una mesa de partos para tener a
su primer retoño… imagínese, un niño macrosómico de diez u once libras, una mujer
delgada, frágil en cuanto a su cuerpo AUNQUE EXTRAORDINARIAMENTE FUERTE
EN SU ESPÍRITU… Los médicos o tal vez la obstetriz tuvieron que hacerle DOBLE
EPISIOTOMÍA!!!!, es decir doble corte para garantizar la salida de la cabeza del infante,
por otro lado, nada acostumbrado al sufrimiento después de salir del claustro uterino, y
menos por un canal tan estrecho… “debió sufrir tanto para parirme”, me digo, “luego para
criarme”, insisto, Dios mío…. ¡me conmuevo!!!!!, me cuestiono, NO PUEDO VOLVER A
SENTIRME MAL, ELLA HIZO TODO PARA QUE YO VIVA, para que sea fuerte, sano,
bueno, inteligente y firme… si eso no es amor…. me declaro incapaz de definir dicho
vocablo…..

Y es que hay tanta, tanta gente que parece no encontrar otra forma de vivir que el llanto,
el sufrimiento consciente, el quemeimportismo, la mediocridad, los vicios, la pereza, la
envidia, el enriquecimiento ilícito, el deseo de dañar a otros por hechos tan irrelevantes
como una intestina pelea, el ser de bandos políticos contrarios o simplemente por
envanecimiento y soberbia. A veces solo porque “dicen” sentirse mal y no hay otra forma
que la reacción negativa o el autocompadecimiento, desarrollan una mentalidad de
escasez y no de abundancia, reniegan por lo que les falta y nunca piensan en lo que les
sobra, hacen daño a otros a sabiendas de su vil proceder, de una u otra forma sufren,
sufren mucho. En mi caso, no puedo, si desde el nacimiento esa sencilla mujer que fue
mi madre sólo tuvo una respuesta al dolor… ¡el amor!, el inmenso amor para aguantar lo
inaguantable, para soportar lo insoportable, para sufrir lo indecible, pues como respuesta
siempre estaba… ¡el amor!

Entonces me rebelo ante mi mortal naturaleza y digo… “qué derecho tengo a sentirme
infeliz, desdichado o poca cosa si hubo una mujer que fue capaz de parirme con dolor,
con enorme sufrimiento y con fortaleza inusitada”, “qué derecho tengo yo a sentirme
incapaz de manejar mi vida si hubo alguien que fue capaz de exponer la propia para que
yo disfrute de este mundo”, “qué autorización tengo yo para permitirle a las pequeñas
cosas dominarme si hubo alguien que pudo dominar sus naturales consideraciones en
contra del sufrimiento para darme vida?”. Y regreso al mundo fortalecido, nada puede
turbarme, mi deber moral es seguir, con alegría, con esperanza y con la decisión de
enfrentar los obstáculos del camino. Entonces entiendo que eso que los científicos
modernos como Joe Dispenza llaman “inteligencia divina” actúa y me guía sin yo
disponerlo, por caminos insospechados, pero pertinentes que algún día me llevarán al
reencuentro con el ser maravilloso que me trajo al mundo terrenal y que sigue desde el
infinito siendo motivación para vivir una existencia definida hacia el servicio a los demás.

Disculpen, estimados lectores, estas reflexiones, no son fruto de un momento de
“iluminación”, al contrario, son pensadas y muy pensadas, pues tal vez, el día en
que nuestros políticos, maestros y líderes entiendan el valor de estos sencillos pero
vivenciales ejemplos puede ser que entonces, el verdadero Ecuador cambie en el
proceder nuevo de sus nuevos hijos e hijas…

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por mis manos con “En el nombre de la rosa”.

No hay comentarios

  1. Gracias Roberto por traer a nuestra vida
    cotidiana una reflexión tan fuerte,que
    por natural, normalmente no guia las
    difíciles opciones que se nos presentan.
    Lo facil prevalece sobre lo correcto y
    muchas veces lo digno sucumbe frenta al
    poder. Cuan importante es que recordemos
    que el amor a los semejantes y el respeto que nos debemos tener , se sublimiza en el dolor y en el valor de la mujer al ser madre

  2. Maravilloso escrito, ejemplo de gratitud y gran sensibilidad e inteligencia. Me ha emocionado, que feliz y satisfecha debe sentirse su madre ante este reconocimiento.
    Gracias por ser un ejemplo y por hacernos reflexionar con sus reflexiones. Lo compartiré con mis hijos.

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