28 marzo, 2024

Mirada al 9 de Octubre de 1820

Convencido que para llegar a una interpretación correcta de la revolución del 9 de Octubre de 1820, se debe considerar un marco mucho mayor que las visiones simplistas de la Fragua de Vulcano y el baile de Isabelita Morlás, a las que recurren los narradores. Fueron los acontecimientos históricos, sociales y económicos que, desde los albores americanos desembocaron en su independencia: esto es, el marco histórico mundial creado por la independencia de Los Estados Unidos, la Ilustración, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial inglesa y el libre comercio.

Por otra parte, la participación en las Cortes de Cádiz y en la política del Estado español de José Joaquín de Olmedo, que entabló estrechos vínculos con los liberales españoles y Americanos, influencia que, a partir de Julio de 1816, en que Olmedo retornó a Guayaquil, el Cabildo guayaquileño se convierte en una caldera, atizada por la frustración y el descontento, donde se fraguaron el pensamiento y la acción revolucionaria del 9 de Octubre de la que surgió un Guayaquil liberado por sí mismo, que fue llave y clave para la independencia ecuatoriana y para derrotar al último reducto español: el Perú.

El Ayuntamiento de Guayaquil, los comerciantes, ciertas autoridades españolas vinculadas y la ciudadanía en general, lideraron el rechazo a la complicidad de la mayoría de los virreyes peruanos, que por proteger sus intereses y los de los comerciantes limeños, no aplicaban las disposiciones de la metrópoli para implantar las reformas dictadas por Carlos III.

Una elite de productores de cacao y comerciantes guayaquileños que se movía en un entorno pleno de intereses económicos, sociales y políticos, que al estar sometida a un monopolio amparado desde la corona y el Consulado de Comercio de Lima, en beneficio de los comerciantes de Trujillo, Piura y Lima, desarrolló mayor odio hacia los peruanos que contra la monarquía.

Elite que, con el paso del tiempo, protagonizó variadas crisis y reclamos constantes por las exacciones a que estaba sometida. Estrato social que dominaba la actividad económica y social, que deseaba disfrutar de su esfuerzo y habilidades, e insistentemente reclamaba la implantación del libre comercio contemplada en tales reformas, cuya falta de aplicación a finales del siglo XVIII y principios del XIX, producía el nivel más crítico de descontento.

Clase dominante que, además de propiciar la libertad de comercio, de acción y de respeto a los pueblos, veía con claridad la importancia de crear un poder militar y otras facilidades defensivas que pudieran permitir acciones armadas con su sola decisión. De ahí su insistencia en reclamar a Quito el traslado a Guayaquil de la Comandancia de Armas y la entrega al Cabildo de la ciudad, de la recaudación del derecho de sisa destinado a la defensa del puerto y la provincia.

El pensamiento ilustrado, republicano y liberal que primaba en éste nivel, es también otro factor decisivo. Olmedo ya había hecho gala de su ilustración liberal republicana en las Cortes de Cádiz, y pese a que su pensamiento, no se apartaba de la idea de alcanzar la independencia y la autonomía para su patria, asistió a las Cortes en plan de defensor del indígena, como negociador de facilidades para las colonias y paladín de la libertad de comercio. Es decir, como un diputado que perseguía la implantación de una legislación adecuada para progresar social y económicamente, que básicamente son los móviles de nuestra independencia.

Olmedo desarrolla conceptos inmanentes al hombre, a sus derechos y libertades: “Para mí no son sabias las leyes que proponen el benéfico fin que se proponen, para mí no son sabias sino las leyes que hacen felices a los pueblos”. Con los que nos muestra la magnificencia de su elevado espíritu, que estuvo presente al concebir leyes y reglamentos que orientaron a Guayaquil desde sus primeros momentos, y que lo mantuvieron activo en la vida política ecuatoriana, mientras vivió.

Son circunstancias que nos llevan a percibir que el 9 de Octubre de 1820, fecha magna guayaquileña, debe ser entendido como eje y punto de partida de nuestro proyecto independentista y de la historia republicana del Ecuador. Como un hecho histórico y proceso revolucionario que permitió que el golpe final al último reducto del colonialismo español se diera en las fechas y lugares que ocurrió y que la historia recoge en Pichincha, Junín y Ayacucho. Sin la independencia de Guayaquil, la sorpresa y su organización, la reunión de los ejércitos de Bolívar y San Martín, se habría diferido, y esta demora, a no dudarlo, habría sido determinante, si no fatal, para la emancipación total del continente.

Al revisar el discurso de Olmedo sobre la abolición de las Mitas pronunciado en las Cortes de Cádiz, el 12 de octubre de 1812, encontramos que en varios de los fragmentos que a continuación recogemos de su primer discurso está la raíz de los ideales del 9 de Octubre de 1820, que nutrió a un Guayaquil, autor de la independencia ecuatoriana, que aporta con hombres, bienes y semovientes suficientes para liquidar los restos del poder colonial en la América meridional.

“Homero decía que quien pierde la libertad pierde la mitad de su alma; y yo digo que quien pierde la libertad para hacerse siervo de la mita pierde su alma entera”, “Hasta cuándo no entenderemos que solo sin reglamentos, sin trabas, sin privilegios particulares pueden prosperar la industria, la agricultura, y todo lo que es comercial, abandonando todo el cuidado de su fomento al interés de los propietarios”.

Y en su segundo discurso, pronunciado el 21 de diciembre, convencido del triunfo de sus principios liberales, va más adelante:

“Sobre todo, Señor, establecido ya , las Cortes deben procurar que todos los pueblos españoles piensen y obren con nobleza y con elevación; esto es, deben disponerlos a las grandes acciones que demanda (…) Es preciso difundir ya las luces por toda la nación para que mejor conozcan los nuevos beneficios que acaba de recibir (…) La Instrucción, la ilustración de los pueblos. Mina sordamente los fundamentos de un mal gobierno, pero afianza y consolida las bases de una buena Constitución”.

Fueron palabras que expresaron con claridad meridiana los mismos ideales que figuran en el acta de la Independencia y en el Reglamento Provisorio de Gobierno de la Provincia de Guayaquil. Propuestas que van desde un profundo respeto al prójimo, a la práctica de la libertad económica e iniciativa privada, que al tratar sobre sociedades libres, cultivar una ciudadanía responsable, la educación como fundamento de superación y progreso, hablar de revolución social, libertad de comercio y de vida pacífica entre los pueblos, evidencian que proceden de un apasionado por la libertad y la autonomía, como fue José Joaquín de Olmedo, prócer ilustre que concibió, fundamentó y lideró la independencia del Ecuador.

El padre Aurelio Espinosa Pólit dice que ”Hay en José Joaquín de Olmedo como dos personajes con dos enfoques posibles, el que le considera como prócer de su patria ecuatoriana, y el que ve en él al hombre de América”.

“A su patria se debe y pertenece como el primer ecuatoriano que legítimamente gobernó un jirón del territorio nacional independizado; le pertenece como el hombre público hacia el cual, por espacio de un cuarto de siglo, se volvieron constantemente los ojos de todos para un sinnúmero de cargos oficiales, nunca por él apetecidos y desempeñados siempre con máximo desinterés y máxima pulcritud”.

“A América pertenece por haber sido su voz en una hora decisiva, por haber recogido su aliento unánime y dádole expresión en la gloria y trascendencia del canto con que ella, a la faz del mundo, lanzó su grito libertador, su enfática proclama, su constancia jubilosa de que entraba en una fase nueva, divisoria de sus destinos, en la vida independiente de naciones, dueñas en adelante de su autonomía soberana y de su porvenir“.

El Ayuntamiento guayaquileño fue el cuerpo local del que partió la revolución de octubre y comenzó el gobierno libre. De él nació la voluntad unánime para que Olmedo, prócer y padre de la patria toda, presidiera simultáneamente la Junta Superior de Gobierno de la Provincia de Guayaquil y el Ayuntamiento de la ciudad. Circunstancia, que le permitió aspirar a la independencia total de la Audiencia de Quito, organizar y financiar un ejército: la División Protectora de Quito, y de esta manera, con nuestro país formando un solo estado, asociarse a un proyecto político más poderoso, según fueran las condiciones y beneficios que podía recibir, pero con autonomía.

Propuesta que Bolívar, ególatra, autoritario y centralista, no admitió, no quiso comprender y tomó a Guayaquil por las armas. Por estas razones, el 16 de abril de 1827, en una acción que unos narradores no conocen y otros lo ocultan, Guayaquil se levantó en armas contra Bolívar en un intento de ganar la autonomía que alcanzaron por su solo esfuerzo.

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El permanente estado de sitio fue rechazado frecuentemente por los guayaquileños quienes buscaron la manera de salirse de la Gran Colombia, como lo confirma una carta de Flores a La Mar del 22 de Junio de 1827:

No hay comentarios

  1. Le invito cordialmente a mi posesión como Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia el 17 de octubre, a las 18H00. Hablaré largamente del tema.

    Saludo

  2. ¿Puede, por favor, explicar el levantamiento en armas de Guayaquil contra Bolívar del 16 de abril de 1827, que menciona al final de su artículo?

  3. Magnifica exposición, que es a la vez: enseñanza sobre el genio de Olmedo, y el valor soberano de la Provincia de Guayaquil y sus hijos con espíritu libérrimo inclaudicable y benefactor de la patria.
    Felicitaciones por tan excelente articulo.

    Atte

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