25 abril, 2024

El Poema de la culpa

José ángel Buesa, poeta cubano de quien ya hemos hablado, que murió en el exilio en Santo Domingo en 1982, tiene en realidad una facilidad para versificar y usar las metáforas en forma tan agradable que incluso en sus poemas de amor prohibido llama la atención la belleza de su arte.

Su poesía no es en ningún momento vulgar y describe un amor intenso, apasionado e incomparable. Uno de sus poemas más conocidos es el “Poema de la culpa”, poema que describe un amor prohibido, pero imposible de evitar.

Disfrutemos de la musicalidad, el sentimiento y el amor impetuoso de su “Poema de la culpa”

EL POEMA DE LA CULPA
José Ángel Buesa

Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala, Señor, porque la culpa es mía.

Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.

Ella fue como un agua callada que corría…
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, Tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.

Su alma era transparente como un vaso vacío:
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tú hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?

¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco, que intenta rechazar la simiente.

Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.

Y ella me dio su amor como se da una rosa,
como quien lo da todo, dando tan poca cosa…

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor… ¡ni yo tampoco!

¡La culpa es toda tuya!, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.

Sí. ¡Nuestra culpa es tuya!, si es una culpa amar
y si es culpable un río cuando corre hacia el mar.

Es tan bella, Señor, y tan suave, y tan clara,
que sería un pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que Tú, que hiciste el agua y la flor y la estrella,

Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
Tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

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Siguiendo con las Soledades de Manuel Benítez Carrasco. Quiero presentar ahora, su
Soledad del amor generoso:

Soleá del amor generoso
Manuel Benítez Carrasco

Todo es cuestión de hidalguía,
tú me lo negaste todo,
yo te di cuanto tenía.

Ni un suspiro a mi cuidado
contestando a mi suspiro;
fuiste de duro zafiro
siendo de vidrio quebrado.
Ni un rosal viejo y gastado
merecí de tus antojos,
sólo me diste despojos
de tu zarzal y tu roca,
que me sangraron la boca
y me cegaron los ojos.

No hay comentarios

  1. Seguiré siendo suya, aunque la culpa no es mía ni la de él. ¿pecado? no puede haber. Eso es imposible. Recuerdos, muchos. Flotan y no los podemos ni tocar.

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