28 marzo, 2024

El duelo en la cañada

Manuel Mur Oti, director de cine, guionista, productor, actor, poeta y novelista, nació en Vigo, España el 25 de octubre de 1908 y murió hace relativamente poco, en Madrid, en el 2003. A los trece años viajó a Cuba, donde estudió Derecho y Literatura, luego recorre varios países y en 1949 regresa a España y crea su productora Celta Films.

Como novelista, fue finalista del premio Nadal con Destino negro, pero donde en verdad brilló su genio fue en sus películas, como La guerra empieza en Cuba, Fedra, Cielo negro, Orgullo, Duelo en la Cañada, Un hombre va por el camino, A hierro muere, Una chica de Chicago, La serie de televisión La otra cara del espejo, y un DVD sobre la vida de Santa Teresa de Jesús.

Vivió también en New York, en Manhattan, dirigiendo la Oficina “Cine Spain” que distribuía las películas del Cine de España en los Estados Unidos. Se comenta que la única empleada fija en esa Oficina “era una exitante portorriqueña más descarada que la estatua de la libertad”.

En sus últimos tiempos vivió rodeado de sus recuerdos esparcidos por su casa de la calle Santa Engracia, junto a las Oficinas del Race, principalmente en su despacho de fuerte estilo español, atestado de papeles, donde sobresalían muchas poesías inéditas, que muchas veces recitaba a sus amigos que lo visitaban.

Pero disfrutemos ahora del drama de esta hermosa historia poética que fue también tema de una de sus películas: El duelo en la cañada.

Duelo en la Cañada

Manuel Mur Oti

¿Que como fue, señora?
Como son las cosas cuando son del alma.
El era muy hombre, ella era muy linda.
Yo la quería y ella me adoraba,
pero él, hecho sombra se me interponía
y todos los días bajo su ventana
manojos de rosas fragantes había
y rojos claveles y dalias de nácar.

Y cuando las sombras cubrían las cosas
y en el ancho cielo la luna brillaba,
de entre las palmeras surgía su canto
y como una flecha llegaba a su casa.

Cómo la quería…
cómo le cantaba sus ansias de amores
y cómo vibraba con él, su guitarra,
y yo, entre las palmas, con rabia le oía
y entre canto y canto, colgaba una lágrima.

Lágrimas de hombre, no crea otra cosa…
que los hombres lloran como las mujeres
porque tienen débil, como ellas, el alma.

No pude evitarlo… la envidia es muy negra
y la pena de amor es muy mala,
y cuando la sangre se enrabia en las venas,
no hay quien pueda, señora, calmarlas.

Una noche obscura -lo que hacen los celos-
lo esperé allá abajo, junto a la cañada.
Retumbaba el trueno, llovía y el río
igual que mis venas, hinchado bajaba.

Al fin, a lo lejos lo vi entre las sombras,
venía… venía cantando su loca esperanza.
En el cinto, colgaba el machete,
bajo el brazo, su alegre guitarra.
Llegó hasta mi lado, tranquilo, sereno,
me clavó en los ojos su fría mirada,
me dijo: ¿me esperas? Le dije: te espero….
Y no nos cruzamos ya ni una palabra,
que era bravo el hombre, bravo como un toro
y los hombres machos pelean, no hablan.

Como la quería…
El machete me dijo su amor y sus ansias.
Brillaban sus ojos, roncaba su pecho
y entre golpe y golpe, ponía su alma.

No fue lucha de hombres,
fue… lucha de toros….
¡esto bien lo sabe la vieja cañada!
Pero más que el amor y el ensueño
pudieron la envidia y la rabia,
y al fin… al fin mi machete
lo dejó tendido sobre su guitarra.

No se asuste, señora,
son… cosas pasadas.
Todavía en el suelo, me dijo, llorando:
¡Quiérela… Que es buena…
Quiérela, que es santa…
quiérela como yo la he querido,
que aunque muera, la llevo en el alma!

Y tuve celos. Señora,
tuve celos del que así me hablaba,
tuve celos de aquel que moría
y aún muriendo la amaba.
Y la sangre cegó mi pupila,
en la mano el machete temblome, con rabia
y lo hundí en su pecho,
con odio y con furia,
rasgué sus carnes, buscándole el alma,
porque en el alma se llevaba a mi hembra
y yo no quería que se la llevara….

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¿Qué cómo lo saben?
Rafael Pino y Roca

¿Qué cómo saben, -preguntas-
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aquella noche al oído
despacito tú y yo
si por testigos tuvimos
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Puede ser poema, porque es un escrito determinado y en verso, pero a la vez es poesía, ya que abarca lo que para mi concepto es la belleza de la experiencia que se vive en la estación de tren de Varanasi, India. Por eso titulé a este escrito “Poesía de la estación del tren”.

Como prefieran los lectores.

Para mí, he aquí la poesía (y poema):

10 comentarios

  1. Por años lo escuche d la voca d mi padre y hoy lo e leido y mis ojos d lagrimas se an inundado al ver q tan igual lo havia declamado . Gracias hermoso muy hermoso

  2. yo tenia doce años y vivia en Garavito municipio de saboya en el año de 1968 trasladaron por el ferrocarril desde bogota hasta barbosa santander en tres vagones toda la historia de bolivar simon de la santisima trinidad y en cada pueblo exponian durante tres dias para que la gente conociera la histori y uno delos guias cuando no tenia que hacer se paseaba por los vagones resitando ese poema muy pausado pero recio y firme nunca lo podre olvidar recuerdo que a veces me decia que : que me miras pero a mi no me importaba que yo lo mirase y el se enojara sol queria escucarlo y el lo repetia y yo lo escuchaba y prometi que tenia que conseguirmelo y aprenderlo y si y lo declamo de ves en cuando y se lo recito a mi esposa y amis hijos ¿¿ como la ven???

  3. Mi papá me lo recitaba de niña, recordaba bastante, a veces lo compartía con mi hija. Anoche lo busque y al leerlo fue como volver a estar en casa, espectacular!

  4. Tengo un amigo en cuba que lo recita muy bien y le da un tono muy bueno,o sea,da gusto oírselo decir,yo me lo aprendí pero yo no puedo recitarlo como él y por eso no lo digo,saludos

  5. En verdad, es un poema demasiado emotivo. En los actos culturales de los sábados, en nuestro Liceo Unda, lo recitaba mi inolvidable amigo Coromoto Cañizales Ortiz (+); y lo decía de una manera espectacular, muy dramática, impactante. Nunca lo olvidé y me lo aprendí para recitarlo, claro, nunca como él. Para él y Don Manuel Mur Oti, este recuerdo.

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