29 marzo, 2024

Profecía

Rafael de León y Arias de Saavedra, conocido como el Maestro León, Conde de Gomara, Marqués del Moscoso y Marqués del Valle de la Reina, nació el 6 de febrero de 1908 en Sevilla, España. Escritor y poeta español de la generación del 27, autor de letras para copla, formando parte del trío de autores Quintero, León y Quiroga.

Nace en el seno de una familia de la nobleza de Sevilla. Durante su juventud frecuenta cafés, cantantes y teatros de variedades de la capital andaluza y en ese ambiente liberal y permisivo que concedía el nuevo régimen publicano conoce y colabora con el letrista Antonio García Padilla, alias Kola, padre de la actriz y cantante Carmen Sevilla y de aquella relación surgieron ya algunas letras conocidas. Como letrista, Kola no llegaba a la depurada calidad de Rafael de León, pero aceptó de buen grado ser colaborador, en parte para facilitarle la entrada al mundo de la creación artística, reacia a los aristócratas. Similar situación tuvo con Antonio Quintero, Xandro Valerio, José Antonio Ochaíta y Salvador Valverde, coautores de muchas letras de canciones y algunas poesías con Rafael de León. Durante el Servicio Militar conoce a Concha Piquer cuando actuaba en el Teatro Lope de Vega, quien puso voz a muchas de sus mejores canciones.

En 1932 bajo la influencia se une con el gran músico sevillano Manuel Quiroga y el autor teatral Antonio Quintero y forman el trío Quintero, León y Quiroga con el que tiene registradas más de cinco mil canciones. Al iniciarse la revolución española, se encontraba en Barcelona y es encarcelado junto con varios otros del mundo de la farándula, acusado de monárquico o derechista, por parte de las autoridades republicanas. Allí hizo amistad con destacados poetas republicanos como Federico García Lorca, Antonio Machado y León Felipe. Luego empieza a colaborar con los guiones cinematográficos y bajo el concepto de hispanidad se abren las fronteras a las músicas que vienen de Latinoamérica (boleros, tangos, valses rancheras, corridos, sones cubanos) que engancharon con facilidad con el espíritu español. De ningún poeta del siglo han sido tan recitados sus poemas y tan cantadas las letras de sus canciones.

Su primer libro de poesías, Pena y alegrías del amor, se publicó en 1941, luego publica Jardín de papel y aparecen obras con sus versos como ediciones piratas. Al final de su carrera como letrista, escribió canciones para artistas como Nino Bravo, Raphael, Rocío Durcal, Rocío Jurado e Isabel Pantoja. Ganó el primer premio en el afamado Festival de la canción de Benidorm con la canción “Enamorada” con música de Augusto Algueró y lo mismo con “Quisiera” y “Luna de Benidorm”.

Entre sus más hermosas poesías se encuentran: Penas y Alegrías del amor, Romance de aquel hijo, ¿Me quieres, amor, me quieres?, Toito te lo consiento, Romance de la viuda enamorada, Romance de los ojos verdes, A tu vera y esta poesía, Profecía, que presento a continuación.

Profecía

Rafael de León

Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo
que te casaste hace un mes
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso
se hubiera echado a llorar,
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro
ni enredarme en maldiciones,
ni de apedrear con suspiros
las rejas de tus balcones.

¿Que te has casao? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte
Dios no te lo tome en cuenta;
que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor.
Porque sin ser tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy quien más te ha querido;
¡con eso tengo bastante!

Haciendo un poco de historia
nos volveremos atrás
para recordar las glorias
de mis sueños de chaval.
¿Que tiene el niño, Malena?,
– dijo mi padre a mi madre –
Anda como trastornao
y tiene la carita’e pena
y el colorcillo rubiao.
Ya no le juega a la tropa
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger nidos.
¿No te parece a ti extraño?
¿No es una cosa muy rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?
Mira que soy zorro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Querés que te de un consejo?
Vigila, mujer, vigila.

Y fueron dos centinelas
los ojillos de mi madre:
–Cuando sale de la escuela,
se va por los olivares.
¿Y que busca ahí? Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Miguel, no le riña,
que está empezando a querer.

Mi padre encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre
y te compró unos zarcillos
y a mí, un pantalón de hombre.

Yo no te dije te adoro,
pero amarré a tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión,
y tú, fina y orgullosa
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas.

No sé si tú me quisiste
pero un día me dijiste:
Voy a misa con mis primos.
–Bueno, te veré en la hermita.
Y que serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Y luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
-Dice mi tíita Rosario
que la cigueña es sagrá
y el colorín de la fuente
y las flores, y el rocío
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río
y el bronce de esta campana,
y el romero de los montes
y aquella raya lejana
que le llaman horizonte.
¡Todo es sagrao, tierra y cielo,
porque todo lo hizo Dios!

Y a ti, ¿Qué te gusta más?
–Tu pelo (que bonito me salió)
-pues… y tu boca… y tus brazos
y tus manos redonditas
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas zuritas.
Te revestí de piropos
de la cabeza a los pies,
con la pureza del copo
de nieve te comparé.

A la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso
y luego nos retratamos
en las agüitas del pozo.
Y hablando de esas pamplinas
que se inventan las criaturas
llegamos hasta la esquina
cogidos de la cintura.
Yo te pregunté: ¿en que piensas?
Tú dijiste: en darte un beso
y a mí me entró una vergüenza
que me caló hasta los huesos.

De noche, muerto de luna
nos vimos por la ventana.
-Mi hermanito está en la cuna,
le estoy cantando la nana:
“Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi madre no quiere,
ni yo tampoco”
Y mientras que tú cantabas
yo inocente me pensé
que nos casaba la nana
como a marido y mujer.

¡Pamplinas!, ¡figuraciones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone,
tanto tienes, tanto vales.
Por eso yo, al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba igual.

Mas, como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía:
Tú, cada noche, entre sueños,
soñarás que me querías
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás ¡cobarde!
Como te lo llamo yo.
Y verás sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó una cigüeña
mi corazón en su pico.

Pensarás, no es cierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando,
pero allá a la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querido,
con eso tienes bastante.

Por lo demás to’se olvida.
Verás como Dios te envía
un hijo como una estrella.
Avísame de seguida;
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella
de “Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi madre no quiere,
ni yo tampoco”.

Pensarás, no es cierto nada,
yo sé que lo estoy soñando,
pero allá a la madrugada,
te despertarás llorando
por el que no es tu marido,
ni tu novio ni tu amante,
sino el que más te ha querido.
Con eso tengo bastante.

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