19 abril, 2024

Huele a Peligro

No como la canción de Manzanero. Me preocupan los cambios al estatuto electoral, pues lo que se está buscando es que la persona que gane la primera vuelta electoral con el 40% de la votación y con una diferencia de 10% sobre su más cercano contendor, sea electo Presidente de la República, es decir que si una persona tiene poder electoral fuerte pero no mayoritario, un grupo político afín masivo, y tiene una oposición no unida en un solo candidato, sino que varios buscan ser elegidos, salga electo Presidente en la primera vuelta, aunque tenga una oposición acérrima que le impida salir electo de ninguna manera ni con el 50% de los votos. Este Presidente, será Presidente de una minoría y gobernará el país.

Por otro lado, se busca que los Asambleístas sean elegidos en la primera vuelta, es decir, el continuismo en las elecciones. Hace poco el pueblo ecuatoriano resolvió que los Asambleístas sean electos en la segunda vuelta, con la finalidad de que la gente vote y siga al Presidente electo y se tenga una Asamblea coherente con el Presidente para que éste tenga facilidad para gobernar, o incluso, para que el pueblo, si se dio cuenta de que eligió mal, pueda votar por Asambleístas de oposición, para dificultar el paso de leyes que no sean beneficiosas para el país.

La Constitución que nos rige se basa en estos cambios realizados para las elecciones, que dificultan la elección de principados y favorecen la democracia. Desde hace muchos años, los Príncipes y los Reyes han pasado a ser figuras decorativas, pues el Gobierno lo ejerce el pueblo. Esto ha llevado a que en el mundo los ambiciosos, llámense estos Somoza, Castro, Hussein, Gadafi, Chávez, Ortega y tantos otros, que siguiendo el ejemplo de los Medici, los Borgia, Sforza y Napoleón (que siendo plebeyo siguió el ejemplo de los príncipes indicado por Machiavelli en su obra “El Príncipe” para llegar a serlo), impongan reglas para perennizarse en el poder, ya sea amancebando al pueblo con regalías que fomentan la ociosidad y el vivir en miseria, o tapando la boca con amenazas o juicios a los que consideran oposición.

Considero esta nueva élite de “príncipes”, como algo nefasto para los ciudadanos que vivimos y amamos la libertad. Como bien señala Machiavelli, es más difícil que un “príncipe” se apodere de una Ciudad que ha estado acostumbrada a vivir en libertad, pues el hombre libre aprecia el significado de esa palabra y encuentra mucho más grato el trabajar libremente que el recibir gratuitamente los mendrugos que el principado otorga.

Creo que vale la pena leer la obra “El Príncipe” de Niccolò Machiavelli con los comentarios de Napoleón Bonaparte que pueden ayudar a comprender la forma de pensar de esta nueva ola que “huele a peligro”

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Debo empezar admitiendo la tamaña fuerza que encierra la gris tenacidad de grupúsculos que no descansan por lograr conquistar sus, también, grises aspiraciones por legalizar un crimen que desencadena dolor y vergüenza al mutilar la vida de otro Ser humano, y que por desgracia e ironía llevan dentro de su vientre. A ratos veo que esta cruel y despiadada batalla, impuesta por un sector que, a pesar de ser cuantitativamente minoritario en relación del otro, siempre logran captar la atención de un pueblo que, aun siendo eminentemente Cristiano, no es capaz de interpretar a cabalidad tan aberrantes pretensiones.

Pero, cuidado, y con la finalidad de no darles la oportunidad de que estos grupúsculos recurran a torpes calificativos como: “fundamentalistas o fanáticos religiosos” a quienes defendemos la vida, tratemos esta vez de observar y analizar el tema desde la óptica legal y constitucional. Esto es suficiente por el momento; y, para demostrar su barbarie, no es necesario evocar la existencia de un DIOS Supremo y Misericordioso. Eso es otra cosa, ellos así no lo entienden, pues solo basta la moralidad y la simple lógica legal para que entendamos de una vez por todas que a la violencia no se la extermina con más violencia y criminalidad.

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  1. Con mayor razón deberíamos entender que elegir nuestros mandatarios no se trata de simple simpatía, por colores o muchedumbre que contagia… es importante fomentar el debate sano y abierto como en otros países; pero esto es un tema de maximizar la cultura, pues quien desea acuir horas a un auditorio para un «aburrido debate».

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