28 marzo, 2024

La Boda

Asistí hace pocos días a un matrimonio, en el que se leyó como es costumbre en estas ocasiones el pasaje bíblico de las Bodas de Canaán. Ya lo había escuchado un sinnúmero de veces, pero ahora la idea que llegó a mi fue distinta. Sin poder repetir con exactitud lo que el sacerdote dijo, remito algo parecido y escrito según mis palabras:

A los novios de las Bodas de Canaán se les acabó el vino; la fiesta entonces se iba a convertir en un fracaso y todo el pueblo iba a comentar sobre eso, contando con los invitados que seguramente harían las peores críticas sobre sus anfitriones. Pero, ¡Oh sorpresa! No contaban con ciertas amistades del novio y de la novia. Había entre sus invitados dos personas que harían de aquella situación algo que sería recordado por los siglos de los siglos: un milagro. Una sencilla Mujer invitada a la boda, quien parece tenía la costumbre de estar muy pendiente de todo, se da cuenta de que el vino se había terminado. Dice entonces a su Hijo, a estos dos se les acabó el vino, dales una mano, que los pobres están desesperados. El Hijo que no quería salir de su low profile (bajo perfil) le pide que no se meta en ese asunto, aún no es su hora de actuar. La verdad no sabemos qué es lo que estaba esperando o cuando sería el momento preciso en que se diera a conocer al mundo. En tal caso, tuvo que demostrar su identidad secreta porque aquella mujer como toda buena madre, no tomó en cuenta sus palabras y con sutil delicadeza ordenó a los empleados de aquella casa: ¡hagan lo que Él les indique! El obediente Hijo, se puso manos a la obra al darse cuenta que no podría ir contra la insistencia de su Madre, entonces hizo llenar las tinajas de agua y luego transformó el agua en vino. Con más que suficiente vino para esa noche, continuó la fiesta y con un detalle que jamás olvidarían los invitados; terminado el vino mediocre, los novios ofrecieron el mejor vino de la historia. Que se sepa, nunca jamás nadie ha probado un vino tan exquisito.

No podemos limitarnos a pensar que esto representa un hecho puramente material. Tal como lo escuché de boca del sacerdote, Las Bodas de Canaán simbolizan la permanente presencia de Jesucristo en nuestra vida. Cuando todo va mal, cuando parece que todo se acaba, cuando queremos mandar a la “m” a nuestro marido o a nuestra mujer, si este invitado está en nuestra casa, es parte de nuestra fiesta, de repente, todo continúa y de la mejor manera, tal como lo quiere Dios. Con Jesús en casa, la fiesta jamás se termina.

Y contamos, los creyentes, sobre todo los católicos, con esa sencilla y silenciosa mujer, que habla cuando hay que hablar y que seguro en el momento del caos, le dirá a su Hijo: se les acaba la fiesta, ¡Haz algo Hijo! Y apúrate Hijito que es para hoy, no para mañana. (Así como hablamos las mamás)

No es mera palabrería, no es un cuento que deseo contar. Es que yo ya lo he vivido. No por mis méritos ni por los de mi esposo, sino porque Dios ha estado presente. A la “m” nos hemos mandado mil veces y de distintas maneras, cada uno según su estilo. Pero Dios a través de buenos amigos, de familiares, de un extraño que te da un buen consejo; sobre todo, de excelentes y santos sacerdotes, ha hecho que recojamos esas emes, las enterremos como abono fértil para que germine algo mejor. Sin Jesús en nuestra vida, sin Jesús cada domingo, sin Jesús cada Semana Santa, sin Jesús cada Navidad, sin Jesús cada día, todo lo que está construido ya se hubiera derribado, porque el ánimo se acaba y porque el amor humano en ocasiones no basta. Se transforma en ira, en odio y en angustia.

Y del sencillo ejemplo de la boda, del simple comentario de una vida de matrimonio, puede salir sin duda un ejemplo mayor, que se extiende a todo lo que hagamos en el trabajo, en la sociedad y en el mundo. Si Dios no existiera, habría que inventarlo. Si Dios aún está afuera de tu vida, invítalo a entrar. N o importa cuántas veces lo ignoraste de tu lista de invitados. Estoy casi segura que Él tiene mala memoria. Llámalo, dile que venga y vendrá. No te causará molestia alguna, es silencioso e inclusive a veces, da la impresión de que se ha ido. Y tú puedes decir: pero Señor, te invité y te haces el importante; te abrí la puerta de mi casa, porque no estás ahora, hoy te necesito. Seguro está, más cerca de lo que piensas. Él espera sereno a que tengas listas las tinajas y las llenes con agua; está esperando tu mayor esfuerzo. Como dice un santo de nuestro tiempo: Al que hace lo que puede, Dios no le niega la Gracia. Seguro creerás que todo se termina. Te digo que no. Aguarda, que después de la noche siempre llega el día. Prepara tu copa, vas a beber el mejor vino.

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No hay comentarios

  1. Excelente reportaje, Dios está siempre esperándote con los brazos abiertos, en nuestras dificultades no le preguntemos por qué sino para qué y que para El nada es imposible. Que Jesús y la vigen María nos bendiga a todos.

  2. puedes decirme donde, en qué iglesis el cura hizo este estupendo comentario…y si no es mucho pedirte, dime como se llama es predicador. gracias.

  3. La reflexión de la parábola no está exactamente como la dijo el sacerdote, pero se basa en una homilía del padre Paulino Toral, Iglesia Santa Teresita (Entre Ríos).

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