19 abril, 2024

La historia más bella

La música es parte de mi vida y en muchas ocasiones escuchando ciertas canciones me inspiro para escribir. Esta vez es la legendaria Aretha Franklin la que me hace entonar con satisfactoria sensación: “I Say a Little Prayer”. Pensando que esa pequeña oración hecha con amor llegue a ti y en esta época, en donde andamos como almas perdidas, confundidos en el barullo del mundo, sientas la compañía de un corazón que late como el tuyo, deseando encontrar el norte de la vida.

Es bueno para el alma sentarse a descansar, un momento de relax, de calma, de abrir el baúl de los recuerdos. A veces, recordar sanamente, aquellas ilusiones infantiles, nos ayuda a recuperar las fuerzas, nos motiva a reencontrarnos, si acaso en el camino de la vida, nos hemos perdido un poco o mucho, a nosotros mismos.

Buscando en ese baúl interior, encontré a la niña que soñaba con ser la princesa Blanca Nieves. Una Blanca Nieves que se queda una y otra vez en la misma escena: dormida, mientras todos creen que está muerta. Ella sigue respirando, su corazón espera la llegada de su príncipe “azul”. Y el príncipe llega, besa sus labios con una dulzura que detiene el tiempo y Blanca Nieves despierta del sueño, para quedar atrapada en la eterna felicidad de aquel beso.

Incontables veces visualicé esa escena, cuando era niña. No sé qué día la perdí. Pero hoy la he reencontrado, con la extraña sensación de que esa Blanca Nieves de mis sueños infantiles sigue esperando, y no en vano, ese momento encantando del dulce beso y la eterna felicidad.

Dejar de soñar no es bueno para el alma, pero hay que soñar, dejar que el corazón levante el vuelo, con los pies arraigados en la tierra. Lo que quiere decir nada más y nada menos, que no podemos eludir la responsabilidad de la vida, del día a día y de todo lo que nos toque afrontar.

Y, aunque la inocencia de la infancia parezca perdida, podemos intentar recuperarla en las acciones cotidianas, siendo más atentos a la voz de nuestro interior que se mantiene imperturbable a los cambios que hayamos ido experimentando. Esa voz interior es la misma, la del niño o la niña que un día dejamos atrás; si se lo permitimos nos conducirá de una mejor manera en el camino que nos toque andar. No en vano, hemos escuchado tantas veces: hay que ser como niños para entrar al Reino de los Cielos. Ese “Reino de los Cielos” que podemos alcanzar aquí mismo, en este plano terrenal, si nos dejamos de ser “tan adultos” y decidimos ser más niños. Ser más confiados, más perceptivos. Tener ilusiones, vivirlas, jugarlas con alegría.

Pero esa pequeña oración sigue rondando mi mente, y su melodía contagia. Una oración para decir cuánto amamos a quien amamos, en esta ocasión sobre todo. Una época .en que tantos esperan más que un regalo, la donación de un poco de afecto. “Desde el momento en que me despierto, antes de ponerme el maquillaje, rezo una pequeña oración por ti. Mientras me peino, y me pregunto qué vestido ponerme ahora, rezo una pequeña oración por ti…”

Artículos relacionados

La mujer perfecta

Cuando miramos las fotos o los cuadros de pintores famosos de antaño, vemos esculturas de mujeres que simbolizaban la belleza en los siglos pasados y las comparamos con las bellezas que vemos caminar actualmente por las calles o que aparecen en revistas, vemos que el mundo ha ido progresando, tanto en el concepto de belleza, como en el lograrlo. El arte de la cirugía plástica, permite tener ahora narices perfectas, aunque un poco aburridas por lo repetitivas, unas figuras esculturales, con cinturitas de avispa. Todas las mujeres nos van dejando bajitos, al menos, si no por su propia estatura, por las plataformas o los tacos interminables, que se ven obligadas a usar, para destacar su figura y mostrar glúteos firmes, al estar en puntillas.

Todo defecto físico se puede disimular o embellecer, ya sea por la cirugía o el maquillaje, el bótox, moldeamientos y miles de técnicas más para embellecer a la mujer. El ejercicio es otra arma de gran utilidad; dos o tres, o a veces más horas diarias de tal o cual ejercicio y luego el masaje, el SPA. Ahora todas miden 1,75 mts. ó más, tienen una figura preciosa (menos las anoréxicas), un busto impresionante y perfecto, un vientre de tabla, envidia de cualquier deportista, en fin, físicamente son perfectas. Si a eso añadimos la forma de vestirse y la forma estudiada de sentarse o caminar, prácticamente podemos asegurar que, como decía aquella copla de mi infancia “no hay ninguna mujer fea.”

No hay comentarios

  1. Muy lindo el comentario,la verdad es que en esta época de consumismo y pocos principios éticos es importante contar con la solidaridad humana y con ese niño que ¡ojalá! viva todavía en nuestro interior. Si, es una melodía hermosa, de tiempos que ya se han ido. Brindo por ello.

  2. Que precioso leer la sensibilidad,que transmites, de una joven mujer que tiene claro que este mundo todavía puede y debe soñar,que tiene la franqueza sabia de una escritora que quiere despertar a muchos que parecerían haber claudicado a aquello que más los ilusionó un día, porque ud.aporta mucho escribiendo como lo hace y nos pone a pensar que todavía se puede salvar a este mundo deshumanizado, le envío un gran abrazo de Navidad y creo que a nombre de muchos de sus lectores de esta tribuna, que el próximo año nos traiga artículos tan reflexivos y delicados para el alma como este, muchas bendiciones Karina

  3. Ese ?Reino de los Cielos? que podemos alcanzar aquí mismo, en este plano terrenal, si nos dejamos de ser ?tan adultos? y decidimos ser más niños. Ser más confiados, más perceptivos. Tener ilusiones, vivirlas, jugarlas con alegría.

    Pero esa pequeña oración sigue rondando mi mente, y su melodía contagia. Una oración para decir cuánto amamos a quien amamos, en esta ocasión sobre todo. Una época .en que tantos esperan más que un regalo, la donación de un poco de afecto…….
    excelente!!!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×